- La Inmaculada y Escoto
- Escoto es llamado el Doctor Mariano, sobre todo por su defensa de la Inmaculada Concepción. En los escritos de los Padres aparece cada vez con más intensidad la santidad de María y según Agustín “La piedad exige que la confesemos exenta de pecado” (De la naturaleza y de la gracia, 1 36). No obstante y desde Rom 5,12, el Doctor de Hipona somete a María al pecado de origen para que la salvación de Jesús, la gracia de regeneración, sea necesaria para todo el mundo: “Y no atribuimos al diablo poder alguno sobre María en virtud de su nacimiento, pero sólo porque la gracia del renacimiento vino a deshacer la condición de su nacimiento” (Réplica a Juliano [ob. in.] 4 122).
- En tiempos de Escoto, la teología se encontraba con el problema de la necesidad universal de la gracia y la convicción de que el pecado original se transmitía por medio del acto generador humano. Sin embargo, Eadmero, discípulo de san Anselmo, pone las bases para solventar en principio estas dificultades que tenía la teología, aunque la piedad popular seguía su curso convencida de que María fue concebida sin pecado. Eadmero defiende que Dios podía librar a un ser en su concepción del pecado original. “Lisa y llanamente podía y quería; si, por tanto, quiso, lo hizo”: “... potuit plane et voluit; si igitur voluit, fecit” (Tractatus de concepcione sanctae Mariae PL 159 305).
miércoles, 11 de diciembre de 2013
Teología. Escoto y la Inmaculada
Meditar: III Domingo de Adviento
Domingo III de Adviento (A)
Juan envía a sus discípulos a Jesús con este recado: «¿Eres
tú el que había de venir, o tenemos que esperar a otro? [... Jesús] les
respondió: Id a informar a Juan lo que habéis visto y oído: ciegos recobran la
vista, cojos caminan, leprosos quedan limpios, sordos oyen, muertos resucitan,
pobres reciben la buena noticia. Y dichoso el que no tropieza por mi causa».
1.- Juan defiende la llegada del Mesías para
que conceda el bienestar a su pueblo, le libere sus enemigos y mantenga la
convivencia pacífica entre los hijos de Israel. Se distingue de los demás
profetas, porque no postula una reforma de la sociedad, sino el cambio de época
anunciado por los profetas apocalípticos. Todo será nuevo desde el Señor. Por
eso es necesario convertirse: hay que estar preparados cuando venga para
destruir el mal.
Sin embargo, Jesús cree en la bondad que aún hay en la gente.
No hay que arrasar la creación, porque proviene del corazón amoroso de Dios. Y
enraizados en la bondad divina, Jesús y nosotros, sus seguidores, debemos
anunciar la liberación de todo mal a los que lo sufren. Es lo que debemos anunciar con nuestras obras:
Dios comienza a actuar en la vida de la gente porque los cristianos hemos
recibido y percibido en nuestra existencia la novedad que supone el amor divino
y su repercusión en la defensa de la vida. «... para
dar la buena noticia a los que sufren; a los pobres».
2.- Debemos poner atención en nuestras
relaciones humanas, qué buscamos, a qué aspiramos, pues podemos equivocarnos de
mesías. Nuestra historia está llena de encuentros salvadores, que después han
resultado fallidos. Incluso con la buena voluntad de ayudar a los necesitados,
de compartir nuestros bienes con los demás, etc., hemos buscado el agradecimiento,
la recompensa, el sometimiento del pobre, porque nos necesita. Y estos
mesianismos son falsos. No crean vida; la someten. Jesús nos tiene que dar la
claridad en el corazón para saber amar con gratuidad, como él nos ama y da la
vida por nosotros.
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