VII DOMINGO (A)
«Amar y orar por los enemigos»
Lectura del santo
Evangelio según San Mateo 5,38-48.
En aquel tiempo dijo
Jesús a sus discípulos: -Sabéis que está mandado: «Ojo por ojo, diente por
diente.» Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si
uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte
pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para
caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide
prestado, no lo rehuyas.
Habéis oído que se dijo:
-Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a
vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os
persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo,
que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e
injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo
mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué
hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto,
sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.
1.- La ley del talión la refiere Jesús como el culmen de la ética del judaísmo
y se comprende dentro de las perspectivas de la historia de Israel, es decir,
es necesaria la represalia o venganza al mal ocasionado. Al mal se le responde
con la misma lógica violenta y conforme al principio de proporcionalidad (cf Éx 21,23-25).
Con esto se le señalan unos límites a la venganza, pues en otros tiempos la
revancha era mayor que el daño y de consecuencias imprevisibles. Más tarde, con
el pensamiento sapiencial, aparece la idea de no entristecerse del mal ajeno,
pues ello no complace a Dios y se puede caer en desgracia: «No me alegré en la desgracia de mi enemigo, ni su mal fue mi
alborozo» (Job
31,29); es más, se
aconseja que se haga el bien como otra forma de respuesta al mal: «Si tu
enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber» (Prov 25,21).
Jesús radicaliza esta nueva manera de actuar y coloca su fundamento en
la voluntad divina, en la nueva actitud de amor que Dios ha adoptado en sus
relaciones con el hombre. Por eso está fuera de lugar devolver el daño sufrido,
pues lo que provoca es aumentar la intensidad de la violencia y desgarrar aún
más las heridas abiertas por la agresión.
Dar
un guantazo en la mejilla era corriente entonces como señal de injuria y
desprecio, y dársela a los discípulos, que es seguramente a lo que se refiere
el dicho, incluye menospreciar el mensaje de Jesús. El segundo caso. El manto
tiene más valor que la túnica y es fundamental para pasar las noches en
Palestina. Lo mismo se ha de responder al abuso de recorrer una milla,
seguramente referido a un servicio público exigido por la autoridad militar o
los funcionarios públicos a sus súbditos.
2.- Jesús recomienda el amor y la oración por
los enemigos ante la experiencia del rechazo personal y social que están
percibiendo y tantas veces sienten los cristianos de la sociedad (cf Mc
10,9-10; Mt 10,17-18). La razón no es la participación de una misma naturaleza,
o defender la armonía del cosmos como espejo de la bondad de Dios al estilo
griego, o el texto del Salmo (145,9): «El Señor es bueno con todos».
Jesús absolutiza y radicaliza el amor como obras y acciones concretas que
determinan la conducta permanente de cualquier seguidor suyo ante el que le
descalifica y le hace un daño real. Presupone la afirmación de Lucas: los que
os odian, los que os maldicen, los que os injurian (cf Lc 6,17),
lo que lleva consigo ser bien vistos por Dios: «Bienaventurados los
perseguidos...» (Mt 5,10-11). Y son del agrado divino porque reproducen el amor
paterno de Dios a todas sus criaturas (cf. Mt 5,9).
3.- El punto de partida de Jesús es el mismo con el que termina la antítesis
anterior pero escrito en positivo: el amor de Dios a su criatura, la ilimitada
ternura o la libre cercanía del amor de Dios a toda persona. Esto provoca la
profunda alegría y el gozo interior de los que descubren y aceptan este nuevo
movimiento divino y les obliga a vivirlo con todos los hombres en el contexto
de la presencia del Reino. Entonces el campo de las relaciones humanas se queda
sin fronteras al no levantar Dios muro alguno para establecer contacto con los
vivientes. Por su paternidad universal fundamenta una dignidad común y un común
reconocimiento entre todos. De esta manera se supera la obligación de no querer
a los que no forman parte del pueblo o de la misma etnia o familia, o son aborrecibles
por su conducta, además de borrar la imagen de un Dios que simboliza la
violencia humana. Pensemos en África, América, Europa, en nuestra ciudad y
pueblo ¿cómo son nuestras relaciones familiares, sociales, culturales, étnicas?
¿Las establece el interés propio, la sangre, el dinero? Porque el amor a los
enemigos va más allá de la oración y abarca una serie de gestos y acciones
sociales que posibilita la identidad histórica del Dios de Jesús por medio de
sus conductas. Si el comportamiento de sus seguidores reproduce el de cualquier
familia o grupo cerrado, nada supone de novedad la relación bondadosa de Dios.
Pues Dios, no sólo se acerca al hombre por su amor, sino que lo hace para toda
la creación, sin exclusión alguna. Es el Dios del amor universal, y no
el Dios al que se le da culto en el templo de Jerusalén (cf Mc 11,15-19par), o
en el Garizín (cf Jn 4,20).