DOMINGO XXI (B)
Lectura del santo Evangelio según
San Juan 6,61-70
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo,
dijeron: -Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso?
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo: -¿Esto os hace
vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? El
espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he
dicho son espíritu y son vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. Pues
Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y
dijo: -Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo
concede.
Desde entonces muchos
discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces, Jesús les dijo a los Doce: -¿También vosotros
queréis marcharos?
Simón Pedro le contestó:
-Señor; ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros
creemos. Y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios. Jesús le
respondió: - ¿No os he elegido yo, a los doce, y uno de vosotros es un diablo?
Se refería a Judas, hijo de Simón Iscariote, pues él, que era uno de los doce,
iba a traicionarlo.
1.- ¿Qué nos dice el Señor en el Evangelio? Diferencia la vida de la carne
y la vida del espíritu. La vida de la carne se sacia con los panes que ha
multiplicado, la vida del espíritu se colma aceptándolo como el Hijo de Dios
que ha venido a salvarnos y comprendiendo que sus palabras y su obras son la
presencia del Señor en medio de nosotros. Necesitamos, pues, la fe teologal
para percibir el sentido de vida que tiene su existencia y hacerlo nuestro. Hay
que vivir desde los principios y la fe en el Señor, porque sus palabras son
«espíritu y vida». Para eso, como le dice a Nicodemo, «hay que nacer de nuevo»:
hacer nuestro el bautismo.
2.- La comunidad cristiana comienza
su andadura por la experiencia de fe en la resurrección y por la recepción del
Espíritu en Pentecostés. Pero antes, en el ministerio público de Jesús, se ha
ido conformando el grupo de los Doce, que constituye el núcleo duro de sus
seguidores y principio básico de la Iglesia. Son los que han reconocido, entre
tantos seguidores, que Jesús tiene «palabras de vida eterna». Jesús es el hijo
de María y de José, pero también, y sobre todo, el Hijo de Dios, que nos hace
relacionarnos con el Padre como hijos y
nos hace vivir como hermanos. Con esta experiencia es como formamos la Iglesia.