NEPAL: LA TRAGEDIA ANUNCIADA
Francisco López Bermúdez
Facultad de Letras
Universidad de Murcia
El catastrófico
terremoto ocurrido el 27 del pasado mes de Abril, no fue una sorpresa, los
geofísicos y sismólogos habían alertado
del alto riesgo sísmico que presenta el
valle Katmandú, ya que esta zona del
planeta se halla en el frente de
choque entre las placas tectónicas de la India y la de Asia. El lento avance de la
primera sobre la segunda, durante millones de años, ha originado uno de los
escenarios más impresionantes y bellos del planeta: la cordillera del Himalaya
y el Everest, los relieves más altos del mundo.
En este territorio, como en otros de geología
similar, es muy frecuente la
manifestación de terremotos de diversas intensidades, sin embargo, sólo algunos
alcanzan registros catastróficos por su
elevada fuerza como el de Nepal
con 7.8 grados en la escala Richter. La gigantesca y súbita liberación de la fabulosa energía que estos
procesos de la naturaleza producen,
combinados con lo escarpado del terreno, la alta densidad de población en el
valle y la precariedad de las viviendas que no están preparadas para resistir
fuertes terremotos, desembocó en una
gran tragedia que afectó a la población del Nepal y, en menor cuantía
a parte del Tibet y la India: más de ocho mil muertos, unos veinte mil
heridos, ocho millones de afectados, más la destrucción y pérdida de gran parte del patrimonio histórico y
cultural de uno de los lugares del mundo
con mayor riqueza histórica y artística y, a la vez, uno de los más pobres. El
terremoto no fue un castigo celestial, sino uno de los grandes fenómenos
producidos por la dinámica de un planeta vivo como es la Tierra en la que vivimos.
Nepal, un país
que combina la extraordinaria belleza de su soberbia naturaleza,
con una elevadísima probabilidad de sufrir los impactos devastadores de
los terremotos por hallarse en un
singular emplazamiento geográfico, geológico, geomorfológico y ecológico. Esta
realidad, le convierte en uno de los países más vulnerables del mundo a este tipo de procesos. En la
misma zona, en 1934 se registró otro seísmo de intensidad 8,1 que acabó con la
vida de casi veinte mil personas. Nepal es uno de los países más vulnerables
del mundo a este tipo de fenómenos sísmicos, por ello, la ONG californiana Geohazards
International, que promueve proyectos para reducir el impacto de catástrofes
naturales en países pobres, ya había avisado de que, cada más o menos 75 años, el Valle de Katmandú es escenario de un
terremoto intenso. Por otro lado, según el informe de las Naciones Unidas sobre
la Vulnerabilidad y el Riesgo al Desastre
del Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Nepal se
halla en uno de los principales puntos calientes del mundo y se sitúa en los primeros puestos de la lista de países
más vulnerables a los terremotos. De nuevo, casi dos semanas después (el 11 de
Mayo) del gran seísmo que arrasó el país, otro fuerte terremoto de magnitud 7.4
sacudió el Nepal provocando el pánico. Las ondas de choque se sintieron hasta
en la capital india de Nueva Delhi. Estos terremotos, los pasados y los que se
producirán en el futuro ponen de manifiesto lo
dicho por los expertos, el
desastre era algo previsible.
Situado en el
Himalaya, Nepal ha albergado durante milenios a algunas de las civilizaciones
más prósperas de la historia. Cuna del budismo y del hinduismo, ambas religiones han dejado una fuerte
impronta en la región a través de sus templos y altares. Tan sólo en el
Valle de Katmandú hay más de 100 monumentos importantes, siete de ellos catalogados
como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Seis de ellos han quedado
total o parcialmente derruidos tras el terremoto como es, entre otros, la Torre Dharahara o Bhimsen, uno de los edificios más emblemáticos,
considerada
como el símbolo de Nepal.
Como ocurre en
otros muchos lugares del mundo en donde se produce el choque de placas
tectónicas (Japón, Filipinas, Indonesia, Nueva Zelanda, California, Nicaragua,
Guatemala, Honduras, El Salvador, Haití, Chile, Ecuador…), la consecuencia de
este fenómeno son terremotos de diversa intensidad e importante actividad
volcánica. Sin embargo, los efectos son muy dispares según se trate de un país
desarrollado y con recursos, o uno
pobre. En los primeros, si bien pueden
producirse importantes pérdidas materiales, el número de víctimas y heridos es
escaso, mientras que en los países pobres los muertos y heridos se cuentan por
miles. La población de países de bajo desarrollo y recursos limitados, es
decir, los países pobres, se halla expuesta a desastre, no por culpa de la
naturaleza, sino por un inadecuado uso y
gestión del territorio vulnerable, como es construir en lugares de riesgo, no solo en zonas sísmicas, sino también en zonas en
donde se producen desprendimientos y
avalanchas en empinadas laderas,
incendios, sequías, lechos de inundación
de ríos y ramblas, zonas costeras con riesgo de maremotos o tsunamis, etc. Por
ello, la importancia y urgencia de desarrollar
y aplicar políticas de ordenación
del territorio y medioambientales que den a cada zona el uso adecuado a sus características
geológicas e hidrológicas, construir viviendas aplicando técnicas de sismoresistencia, teniendo bien
informada a la población del riesgo que corren y lo que hay que hacer cuando el fenómeno se
manifieste, etc. Sin embargo, son siempre los países pobres los más afectados por no tener la formación y medios necesarios para aplicar
normas que son habituales en los países desarrollados. Por ello, se requiere, se necesita, solidaridad y ayuda financiera, por un
lado, para prevenir y reducir las
devastadoras consecuencias de estos mecanismos del planeta en el que vivimos; y
por otro, para reconstruir lo destruido y dotar a las poblaciones afectadas de medios para tener una vida
digna.