La misericordia de
Dios en tiempos de crisis.
Meditaciones
bíblicas
Cristóbal
Sevilla
M.
Á. Escribano Arráez
Instituto
Teológico OFM
Pontificia
Universidad Antonianum
Presentamos
una obra donde el autor remite a las fuentes bíblicas para descubrir cómo se da
la presencia de Dios en nuestras vidas a través de su misericordia. Una
advertencia previa: la Escritura debemos leerla de un modo unitario, pues todos
los libros bíblicos forman uno solo inspirado por Dios.
La
misericordia en la Biblia se expone en los mismos inicios —libro del Éxodo— con
la experiencia de Israel en la península del Sinaí. El pueblo de Dios conoce al
Señor conforme camina por el desierto hacia la tierra prometida. El pasado le
ha supuesto un esfuerzo, pero su presente, cuando lo lee según Dios, le
descubre la importancia de recordar que la presencia del Señor alcanza su
plenitud con la experiencia de la vida. En el Éxodo se relata que Dios escucha
el clamor de su pueblo esclavizado por el Faraón. El texto enseña que escuchar
el sufrimiento del otro es el principio de la misericordia. Y Dios se muestra
en la vida del pueblo cuando le grita y lo escucha en medio de su esclavitud y
de las penurias que padece, más tarde, en la travesía por el desierto. En el
episodio del becerro de oro, cuando el pueblo quiere controlar a Dios, dándole
la espalda nada más escapar de la esclavitud, en ese preciso momento se
encuentra con la misericordia divina. El
pueblo tiene que aprender que a Dios se le busca y encuentra con la escucha y
con la paciencia. Todo esto conduce a saber cuál es su pedagogía amorosa, que
se manifiesta cuando Israel está hundido por una gran crisis que afecta a su
identidad. Entonces el Señor le enseña con autoridad, no con castigos, sino con
el amor que guía y acompaña. Lo observamos en el libro del Deuteronomio (c. 32). Es aquí donde Israel percibe el amor
divino y ya no puede separarse de él.
El
segundo capítulo relata la actividad de los profetas, que denuncian las
injusticias, y recuerdan al pueblo de dónde vienen. Dios tiene compasión del
pueblo, pero sobre todo se conmueve, es la conmoción de Dios por Israel, que no
le olvida y lo hace cercano a él. Dios lo ha creado, es Padre y por eso se
conmueve; por tanto es próximo porque quiere dar vida a su pueblo. Oseas escribe
lo que significa “hablar al corazón”: la única forma tiene el Señor para
convencer, pues su estilo es atraer con
su amor. Es desde el corazón donde se vive la relación con Dios y se comprende
su misericordia. Los profetas Amos y Joel afirman que la misericordia se da
antes que la justicia. Y Jeremías, en un tiempo de profunda crisis con el
templo de Jerusalén destruido y el pueblo deportado, porque ha dejado de escuchar
la palabra de Dios, invoca la renovación
y conversión del corazón. No bastan las respuestas sociológicas o políticas para
encontrar una solución a la crisis existencial; hay que volver a Dios y a su
Palabra. Supone un adelanto del relato de Jesús sobre el hijo pródigo.
La
tercera parte de la obra invita a orar para ser capaces de encontrar la
misericordia de Dios. Dios es una eternidad de amor y se llega a ella por la
oración. Y los salmos recuerdan que solo se vence a la murmuración por la
alabanza al Señor. La alabanza es una respuesta a la experiencia de la misericordia
de Dios, así se observa en el Sal. 18,
en el Sal. 30, como experiencia de la bondad de Dios. Job es un ejemplo de misericordia divina, al mostrar que el amor de
Dios nunca se acaba. Job busca la verdad sin negar la humanidad, y eso es lo
importante: Dios no se impone; no excluye con quien se relaciona. De nuevo la
importancia del otro para vivir la misericordia, y hay respuestas sobre Dios
que solo se pueden dar desde la vida, desde la conmoción.
El
cuarto capítulo trata de la misericordia de Dios en Jesús: la misericordia se
hace humanidad en Jesús. Él es la misericordia: de ahí la insistencia del Padre
en que se le escuche. En la predicación de Jesús vemos que cita a Oseas para probar
que la misericordia está antes que la ley, o, mejor todavía, se encuentra en el
centro mismo de la ley. La misericordia no se opone a la ley, sino que se
manifiesta en la voluntad de Dios que se debe trasformar en la actitud del
pueblo en su vida, y Jesús lo hace en la predicación nacida de su corazón. La pedagogía de Jesús parte de las
parábolas. En ellas se muestra al otro no como un problema teológico, sino como
una cuestión vital, que lleva al amor de Dios. Jesús enseña con misericordia y
esta misericordia explicita sus sentimientos (cf. Mc 1,22; Mt, 7, 28).
Termina
el autor hablando de la misericordia en
tiempo de la Iglesia naciente. Cita textos del NT dirigidos a las comunidades
cristianas; ellos hacen ver que la Iglesia no puede perder el horizonte de la
misericordia, y está llamada a vivir en los desiertos del pueblo para llevar la
misericordia. La Carta de Santiago 5,12 recuerda que la palabra del cristiano
debe ser una palabra sencilla y veraz, que ponga el Evangelio en centro de
todo, implicando a quien la dice y haciéndonos profetas. El autor concluye con
la Resurrección como centro del mensaje cristiano y como mayor signo de la
misericordia divina que se hace presente.
En
definitiva, una ensayo bien escrito; además el Autor ha introducido cada
capítulo con breves textos de hombres y mujeres de Dios que hicieron palpable
en sus vidas la misericordia. Un libro sencillo, pero escrito por quien conoce
bien la Sagrada Escritura y nos invita a leerla como un todo, y en la que
encontramos la relación de Dios en nuestras vidas y su transferencia a todas
las personas e instituciones con las que nos relacionamos.
Ed. Verbo Divino, Estella 2015, 139 pp., 17 x 24 cm.