lunes, 20 de octubre de 2014

Santos y beatos: 20-26 octubre

                                                          20 de octubre

                                      Jacobo de la Strepa (1340-1409)

Jacobo de Strepa nace hacia 1340 de origen polaco. Después de cursar los estudios eclesiásticos, ejerce su ministerio en Rusia, donde es Vicario General de los Franciscanos. Es elegido obispo de Halicz, actualmente Halych (Ucrania) ; poco más tarde traslada la sede a Leópolis (Ucrania). Renueva la diócesis material y espiritualmente. Construye iglesias, edifica hospitales, crea parroquias nuevas, forma al clero, potencia a los institutos religiosos, para reforzar la vida de fe y fortalecer la dignidad de la persona. Tiene un especial cuidado con los pobres y marginados. Difunde el culto a la Virgen María y a la Eucaristía; instituye la adoración perpetua al Santísimo Sacramento. Tras diecinueve años de ministerio episcopal, fallece el 20 de octubre de 1409. Su culto se difunde en Polonia, Lituania y Ucrania. En su exhumación realizada en 1419, su cuerpo es encontrado incorrupto. El papa Pío VI aprueba su culto el 11 de septiembre de 1790.

                                                                 20.1 de octubre


                                     Contardo Ferrini (1859-1902)

El Beato Contardo Ferrini, de la Orden Franciscana Seglar,  nace en Milán (Lombardía. Italia) el 4 de abril de 1859; es hijo de Rinaldo Ferrini y Luisa Buccellati. A los diecisiete años estudia Derecho en la Universidad de Pavía. En el verano de 1881 hace el voto de castidad. Después de defender su tesis doctoral, se le concede una beca para ampliar estudios en Berlín.  Enseña Derecho en Mesina, Módena y en 1894 en su amada Facultad de Pavía, donde permanecerá hasta su muerte. Concejal del Ayuntamiento de Milán, defiende a la familia, a los pobres; es devoto de María, la Eucaristía y fiel seguidor de San Francisco de Asís, comportándose con una humildad y servicialidad sumas con sus compañeros de Universidad y alumnos. Fallece en Suna de Verbania (Lago Maggiore) el 17 de octubre de 1902. Su tumba se encuentra hoy en la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán; su vida es ideal del profesor universitario y científico católico. El papa Pío XII lo beatifica en 1947.


                                                                       22 de octubre


                                              Josefina Leroux (1747-1794)

            La Beata Josefina Leroux nace en Cambrai (Norte. Francia), el 23 de enero de 1747. Ingresa en las Clarisas del Monasterio de Valencennes el 10 de mayo de 1779 a los 22 años de edad. Su hermana María Escolástica entra en las Ursulinas. Lleva con fidelidad la espiritualidad clariana: amor a la Eucaristía y a la Virgen María, con la que se identifica para abrir su corazón al Padre por medio de Jesús pobre y crucificado. Con la revolución francesa, las clarisas son expulsadas de sus conventos. Josefina se refugia con sus parientes en Cambrai y más tarde con su hermana en la comunidad ursulina en Valencennes. En la noche del 2 y al 3 de septiembre es apresada junto con su hermana María Escolástica. Las dos hermanas son guillotinadas el 23 de octubre de 1794. El papa Benedicto XV la beatifica el 13 de junio de 1920.

                                                              23 de octubre


                                          Juan de Capistrano (1386-1456)

San Juan nace en 1386 en Capistrano (Áquila. Italia). Su familia sirve en la corte de Luis I de Nápoles. Estudia Derecho en Perugia, ejerce la abogacía y es gobernador en la misma ciudad, nombrado por Ladislao I de Nápoles. Ingresa en la Orden en el año 1416. Es ordenado sacerdote en 1417 y elegido Vicario General. Es fiel seguidor de San Bernardino de Siena. Predica en el nombre de Jesús en Alemania, Bohemia (las cruzadas contra los husitas), Austria, Hungría y Polonia. Acompaña a la predicación el testimonio de una vida muy austera y la oración continua. Es consejero personal y legado de los papas Martín V, Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III. Los turcos sitian Belgrado y nuestro santo anima a las tropas cristianas, que vencen la batalla. Se desata una peste en Belgrado, se contagia de ella y fallece el 23 de octubre de 1456 con 70 años. El papa Alejandro VIII lo canoniza el 16 de octubre de 1690.


                                                             24 de octubre


                                     
Antonio de Santa Ana Galvao (1739-1822)

El Beato Antonio nace en 1739, en Guaratinguetá (San Pablo. Brasil), en el seno de una familia muy cristiana. Su padre pertenece a la Orden Franciscana Seglar. Del 1752 al 1756 estudia en Belén (Bahía) con los jesuitas. Después ingresa en los Franciscanos Descalzos Reformados de San Pedro de Alcántara. El 15 de abril de 1760 comienza el noviciado; en el 1761 profesa solemne y en el 1762 recibe la ordenación sacerdotal. Predica, confiesa, cuida la portería del convento. En 1769 es confesor de un «Recolhimento» en San Pablo: casa de retiro donde viven mujeres como si fueran religiosas. El 2 de febrero de 1774 funda el «Recolhimento da Luz», que en 1929 se incorpora a la Orden de la Inmaculada Concepción. Ocupa las responsabilidades de maestro de novicios y guardián del convento de San Francisco en San Pablo. Fallece el 23 de diciembre de 1822. El papa Juan Pablo II lo beatifica el 25 de octubre de 1998.


                                                         25 de octubre


                                              Luis Guanella (1842-1915)

            San Luis Guanella, de la Orden Franciscana Seglar, nace en Fraciscio di Campodolcino (Sondrio. Italia) el 19 de diciembre de 1842; es hijo de Lorenzo y María Bianchi, familia humilde y cristiana. Luis cuida las ovejas de la familia y transporta lana y otros derivados antes de empezar la escuela. Ingresa en el seminario y, después de cursar los estudios eclesiásticos, se ordena sacerdote el 26 de mayo de 1866. Pronto siente una especial sensibilidad por los ancianos abandonados, enfermos incurables y mentales como discapacitados físicos. Funda residencias y hospitales. Crea las congregaciones de los Siervos de la Caridad y de las Hijas de Santa María de la Providencia. En 1883 funda la congregación de las Hijas de Santa María de la Providencia, estableciendo su casa principal en Como. Ayuda a los heridos de la Primera Guerra mundial. Promueve la devoción a la Virgen de Lourdes y cuida a los emigrantes italianos enfermos en los Estados Unidos. Fallece en Como el 24 de octubre de 1915. El papa Pablo VI lo beatifica el 25 de octubre de 1964 y Benedicto XVI lo canoniza el 23 de octubre de 2011.

                                                          
                                                              26 de octubre


                                   Buenaventura de Potenza (1651-1711)
           
El Beato Buenaventura nace en Potenza (Basilicata. Italia) el 4 de enero de 1651; es hijo de Lelio Lavagna y Catalina Pica. Viste el hábito el 4 de octubre de 1666 en Nocera dei Pagani (Salerno. Italia). Cursa los estudios eclesiásticos en Aversa, Madaloni, Benevento y Amalfi, donde es ordenado sacerdote. Es maestro de novicios en 1703 en Nocera dei Pagani. En 1707 asiste a los enfermos del cólera en el convento de Santo Espírito de Nápoles. En 1710 es destinado a Ravello; aquí dirige espiritualmente los monasterios de Santa Clara y de San Cataldo. De carácter fuerte, logra adquirir una paciencia y una dulzura inalterables. Lleva una vida de oración y tiene especial devoción a Cristo crucificado. Cuida con esmero la asistencia al confesionario, donde pasa días enteros, y extiende la devoción a la Virgen María. Fallece el 26 de octubre de 1711 en Ravello. El papa Pío VI lo beatifica el 26 de noviembre de 1775


«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón»

                                                    DOMINGO XXX (A)

                                   «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón»

Lectura del santo evangelio según San Mateo 22,34-4

Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?». Él le dijo: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».

1.- Dios.- El Reino revela a un Dios que nos ama como hijos suyos, y nos exige que le amemos. Para esto, Dios nos da la capacidad para amarle con el seguimiento de Jesús y según la forma con la que Jesús ama  (cf. Mt 11,27). La potencia del amor de Dios depositada en nuestra vida conduce a que confiemos plenamente en Él, por lo que vivimos cumpliendo sus mandatos y caminando por las vías que nos señala para serle fiel. Arranca el mandamiento de una experiencia irrenunciable para Israel y para Jesús: Dios, que es uno (cf. Mc 12,29.32; Lev 6,4), absorbe todas nuestras  capacidades humanas para que le reconozcamos en nuestra vida por medio de la adoración. Dios desea una reciprocidad intensa y excluye las medianías y cálculos en nuestras respuestas a su entrega amorosa. Corazón, alma, mente y fuerzas resumen nuestra entrega total y sin condiciones (cf. Mt 6,24). Además el amor lleva consigo la iniciativa sin interés, el respeto al otro, que cuando es Dios se transforma en alabanza y adoración, y la dimensión cognoscitiva que completa a la afectiva.

2- La comunidad.- El mandamiento del amor al prójimo al unirlo al del amor a Dios adquiere la dimensión de universalidad que parte del Padre a todos, justos e injustos, y funda la relación fraterna: el pertenecer a una vocación y destino común filial. El amor al prójimo, pues, abarca el amor al enemigo (Lc 6,27; Mt 5,43-44), el amor al extranjero (Lc 10,25-37) y el amor al pecador (Lc 7,36-50), todos criaturas de Dios. Por consiguiente, el punto de partida es teológico y no antropológico. Cuando Lucas une a este texto (Lc 10,27) la parábola del Samaritano (10,30-37), -los samaritanos eran gente odiada por los judíos-, y propone su conducta como modelo de este tipo de amor, no está lejos del obrar de Jesús, pues su actuación le conduce a dar la vida por muchos (Mc 10,45). Porque la clave de la parábola no está en quiénes son nuestros prójimos (que son todos), sino en nuestra actitud de amor  que hace que todos sean mis prójimos. Nuestro amor al alejado como servicio hasta nuestra muerte lo unimos al destino del Maestro en cuanto expresa la voluntad divina de salvar al hombre marginado, expoliado de su dignidad, aunque sea extranjero o enemigo.

3.- El creyente.-  El amor de Dios, la ilimitada ternura o la libre cercanía del amor de Dios a todos nosotros, nos provoca una profunda alegría y gozo interior para los que descubrimos y aceptamos este nuevo movimiento divino y nos obliga a vivirlo con todos los hombres en el contexto de la presencia del Reino. Entonces el campo de nuestras relaciones humanas se queda sin fronteras al no levantar Dios muro alguno para establecer contacto con los vivientes. Por su paternidad universal fundamenta una dignidad común y un común reconocimiento entre todos. De esta manera se supera la obligación de no querer a los que no forman parte de nuestro pueblo o de nuestra familia, o son aborrecibles por su conducta, además de borrar la imagen de un Dios que simboliza la violencia humana.  En el amor al prójimo hay que añadir la última antítesis de Mateo: «Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo (Lev 19,18) y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos» (Mt 5,43-48).


                                               



« Amarás al Señor tu Dios […] Amarás a tu prójimo»

    DOMINGO XXX (A)

                                                  
                                                « Amarás al Señor tu Dios […] Amarás a tu prójimo»

Lectura del santo evangelio según San Mateo 22,34-40

Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?». Él le dijo: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».

1.- Texto. Un escriba se le acerca a Jesús y le pregunta sobre el mandamiento más grande de la ley con el sentido del mandamiento que está por encima de todos. Jesús responde con la oración de la Shemá, que se recitan dos veces al día, oración que le recuerda al israelita que Dios está por encima de todas las tareas diarias que ocupan el día y al prójimo como a sí mismo. Jesús acentúa que no es cuestión de distinguir entre mandamientos y preceptos más importantes y menos importantes, sino de aquel que manifiesta la única voluntad de Dios más allá de todo el conjunto de la Ley, pero que, a la vez, la funda y la justifica como principio fundamental. Se refiere al que Israel recuerda mañana y tarde:  Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón … (Dt 6,4-5); Amarás al prójimo como a ti mismo (Lev 19,18). 

2.- Mensaje. La Escritura no compara el amor a Dios y el amor al prójimo, porque, entre otras cosas, Israel distancia al máximo la incidencia y el valor de Dios para su vida y la presencia de sus prójimos o próximos, los demás judíos y los extranjeros asimilados por la convivencia social, aunque todos pertenezcan al pueblo de Dios (Lev 19,34; Dt 10,19). Por eso el amor al prójimo se dispone como un precepto más entre otros muchos en el código de santidad (Lev 19,3-37). Sin embargo, Jesús los une en la línea de condensar el Decálogo o legislar teniéndolo presente: a Dios se dirigen los tres primeros mandamientos, el resto al prójimo, que ya está en la tradición judía y en el contexto de Jesús. La unión que establece Jesús constituye valorar a Dios y valorar al prójimo como principios que dan unidad a los demás mandamientos y preceptos. De ahí su importancia y fundamentalidad. Por último, la relación entre los dos mandamientos supone concretar el criterio de verificación de uno y otro. El amor de Dios será auténtico si se ama al prójimo, y viceversa.

3.- Acción. Lucas cambia la exigencia de perfección de los discípulos que dice Mateo por la de la misericordia, que refleja la actitud de Dios que deben reproducir los creyentes: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). El tercer evangelista explica cómo debe ser la actuación de los discípulos. Ellos han de responder con amor al mal que reciben de los demás. Los discípulos deben hacer el bien, bendecir y orar ante la enemistad, el odio, la maldición y el maltrato de los hombres (Lc 6,27-28). Y lo simboliza en la acción del samaritano con el herido o medio muerto que se encuentra abandonado en el camino (10,29-37). El programa evangélico que Jesús establece y que se enraíza en Dios supone interiorizar por medio de la plegaria el amor a todos; en este aspecto se contesta al mal con el bien y se desacelera la potencia de la violencia, se abre sin límites el servicio del amor, no reduciéndolo al ámbito sectario de la raza, la amistad y la familia; por último, invita Jesús, si es necesario, a ofrecer la vida por los demás (Jn 15,13). Se pasa de amar al prójimo como a sí mismo al don de sí mismo a todos, en el que se contempla el sacrificio extremo que envuelve el amor: «Quien se aferre a la vida la perderá, quien la pierda por mí la encontrará» (Mc 8,35par). Es la única manera de adquirir el estatuto de ser hijos de Dios, porque, con esta actitud, se alcanza la auténtica dimensión divina que entraña el amor universal: «... y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los desagradecidos y los perversos» (Lc 6,35; cf. Mt 5,45).

Cristología intercultural

                                                Una Cristología intercultural


                                                                                       Jacinto Choza
                                                                                                                      Facultad de Filosofía
                                                                                                                       Universidad de Sevilla

                                                        II

               Jesús le habla de su padre a María y a José después de ser hallado en el templo



2.1.- La unidad de las religiones. La relación de los padres y los hijos.


            En este estudio se estudia la conciencia que Jesús tiene de ser hijo del padre, y eso es tanto como estudiar su conciencia religiosa y, en un sentido general, la conciencia religiosa de los seres humanos, porque la religión es la relación de los padres con los hijos, sea práctica y poco consciente o sea muy consciente y poco operativa. Ahora no hace falta entrar en el papel de la conciencia en la práctica religiosa de los hombres. Se va a estudiar solo la conciencia que Jesús tiene de ser hijo, sin centrarnos tampoco en el papel que esa conciencia juega en su práctica religiosa.
            Pues bien, la relación entre padres e hijos es constitutiva de las religiones en muchos sentidos y desde muchos puntos de vista. Lo era en la religión judía, que es en la que Jesús se educó.
           
Las últimas palabras del último de los profetas de la biblia hebrea dicen: “Yo les voy a enviar a Elías, el profeta, antes que llegue el Día del Señor, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia sus hijos y el corazón de los hijos hacia sus padres, para que yo no venga a castigar el país con el exterminio total” (Mal, 3, 23-24).            El nuevo testimonio con el que comienza el añadido cristiano a la biblia hebrea empieza así: “Entonces los discípulos le preguntaron: «¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías?». El respondió: «Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas; pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y también harán padecer al Hijo del hombre». Los discípulos comprendieron entonces que Jesús se refería a Juan el Bautista” (Mt 7,10-12).
            Cómo se irá viendo, una de las preocupaciones e intereses más determinantes de la actividad de Jesús es mostrar cómo el corazón del padre está volcado hacía los hombres, sus hijos, y volver el corazón de los hombres, de los hijos, al padre. Eso es lo que pretenden tanto Juan el Bautista como el propio Jesús o el propio Pablo.
            También Pablo vive la religión así:”Por eso doblo mis rodillas delante del Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra” (Ef 3, 14-15).
            Todos los progenitores en todos los órdenes son a su vez hijos, y Pablo declara que Dios es el único padre que no ha sido ni es hijo, sino solamente padre. Por eso su solicitud y su amor está volcado solamente hacia los hijos.
            En este punto el judaísmo y el cristianismo son indiscernibles. El culto es el culto al padre. Abraham nunca le llama padre a Yahweh, porque siempre se le aparece como el poderoso que ordena y pacta. Le sobrecoge tanto que le puede amar solo a través de un intenso y sagrado temor, pero Abraham sabe que no hay nada más fundamental para el ser de los humanos que la relación entre los padres y los hijos. Además Yahweh le instruye en el sentido fundamental de esa relación.  Moisés, hacia el 1300 AC, tampoco le llama “padre”,  pero tiene con él mucha más confianza y hasta le pide verle la cara. Perfila y despliega mucho más la riqueza y amplitud de la relación entre padres e hijos, y también Yahweh le instruye en eso.
David, en los comienzos del primer milenio AC, tiene ya con él la relación amorosa que se tiene con un padre, y con un padre como los de finales de la modernidad occidental: una relación de confianza completa, de intimidad, de ternura, de arrepentimiento. Los salmos expresan una gama afectiva y una profundidad de espíritu que no puede ser superada por personas que se llamen entre si padre e hijo. David le dice a Yahweh que le ama, cosa que nunca hicieron Abraham ni Moisés. “Yo te amo, Señor, mi fuerza” (Ps 18, 2), y dice que Dios ama a los hombres con la ternura de un padre: “rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura; él colma tu vida de bienes”, “Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es Yahweh para quienes le temen” (Ps 103).
Los profetas tienen con Ýahweh una relación filial, como la de David, y predican también el valor de la relación entre padres e hijos como el eje de la existencia. Hacia el siglo VI AC Isaias, contemporáneo de Pitágoras y de Buda, describe el amor de Dios con su pueblo no ya según la relación paterno-filial, sino según la relación materno-filial, que es la forma suprema de relación amorosa conocida por los hombres: “¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!”(Is 49, 15).  .
 Jesús repite en diversas ocasiones cómo es de paternal o de maternal el amor del padre Dios por los hombres. “ Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan” (Mat 11,7).. Pero sobre todo le expresa su amor de un modo tan íntimo y personal como David, y  lo llama padre de una manera que en general no resulta extraña pero que a veces sí resulta chocante.
            A algunos judíos lo que les extraña no es que le llame “padre”, sino el modo en que lo hace: “31 Los judíos tomaron piedras para apedrearlo. 32 Entonces Jesús dijo: «Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?». 33 Los judíos le respondieron: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios». 34 Jesús les respondió: «¿No está escrito en la Ley: "Yo dije: Ustedes son dioses"?35 Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra –y la Escritura no puede ser anulada– 36 ¿Cómo dicen: "Tú blasfemas", a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque  dijo: "Yo soy Hijo de Dios"? (Juan 10, 31-36).
            L
os judíos, Jesús y los cristianos discrepan entre sí sobre el modo en que hay que entender la relación paterno-filial, pero no sobre su existencia ni sobre su carácter de eje de la existencia. Dios es el padre que no ha sido hijo y los hombres son los que han sido y son hijos. También entre los cristianos hay discrepancias sobre el modo de entender esa relación. Arrio la entendió de una manera que se discutió mucho, Nestorio tambien, y muchos otros.
            La comprensión de Dios como padre no se da solamente en la tradición semita, judía, cristiana e islámica.  Los indoeuropeos del milenio 4 AC, quizá contemporáneos de Abraham, invocan a Zeus o Deus como “padre cielo” o “padre del cielo”. Los griegos que luchan en Troya cuando Moisés está fundando la nación hebrea sobre una ley pactada con Yahweh, invocan a Zeus como “padre de los dioses y de los hombres” ( HesíodoTeogonía 36–52), y también le reconocen e invocan como padre quienes no tienen con él una relación de filiación ( Homero, Ilíada i.503–533 ), pues crear implica una cierta paternidad sobre lo creado.
            La forma máximamente amorosa de la relación paterno-filial aparece sobre todo en la relación materno-filial, que se expresa por primera vez en las representaciones de la “madre tierra” también hacia el milenio 4 AC  como la diosa Cibeles en la península de Turquía. Las máximas expresiones prehistóricas de amor y ternura materno-filial se encuentran en las figuras de la diosa egipcia Isis, a la que se invoca como "Gran diosa madre", "Reina de los dioses", "Fuerza fecundadora de la naturaleza", "Diosa de la maternidad y del nacimiento",  desde el siglo XV AC, es decir, desde la época de Moisés.
                       Así pues, cuando en el siglo I Jesús empieza a hablar y a rezar, las formas de la familia semita, griega y romana se caracterizan por unas relaciones de amor, ternura, confianza absoluta y entrega plena, que hacen posible que en esas culturas se le lla
me a Dios “padre” y que se le llame “madre”.
            Durante la infancia de la especie humana, en los milenios del paleolítico, Dios es padre y madre, como son padre y madre el sol y la tierra, pero esos padres son sobre todo poderes que actúan mediante gestos y los hombres también se refieren a ellos mediante gestos.
            A partir del milenio 15 AC los hombres empiezan a agruparse en asentamientos estables, a organizarse y a hablar, y entonces son capaces de concebir a Dios como padre y como madre también capaces de hablar, de comunicar su voluntad, de manifestar preocupación por la organización de la convivencia humana. Lo representan así y Dios actúa así. Así es como aparece Yahweh ante Abraham y ante Moisés, ante los faraones y ante los troyanos. Pero desde comienzos del primer milenio Dios no aparece solamente como una voluntad organizadora arrolladora e implacable, que es como aparece ante los babilonios, los egipcios, los chinos, los romanos y Moisés, sino también como padre amoroso, que es como se manifiesta a David..
           
Desde mediados del primer milenio, el terrible poder del pater familias romano o chino, que disponía incluso de la vida de sus hijos, se suaviza, y junto a ese poder, por encima de él y de la autoridad que lleva consigo, lo que caracteriza al padre es el amor y la ternura. Lo que caracteriza al padre es su carácter no solo paternal, sino, sobre todo, maternal.
            Cuando en la Biblia hebrea se dice que Dios tiene “entrañas de misericordia”, la palabra hebrea que se utiliza para designar “entrañas” es la misma que se utiliza para designar el seno materno, el útero,  rahamim el plural del sustantivo raham, que significa exactamente seno materno .y también  entrañas maternales. Pone de relieve esta palabra el carácter 'entrañable', 'maternal' y hasta 'femenino' del amor misericordioso de Dios  como examina muy detenidamente Juan Pablo II en su encíclica “Dives in misericordia” (nota 52).[1].
            El carácter maternal de Dios ha sido encauzado en el cristianismo en las representaciones de María, la madre de Jesus, que es una mujer humana, y no divina como Cibeles o como Isis. Pero las imágenes de María se inspiran inicialmente en las de la diosa egipcia. Por eso quizá a algunos cristianos les parecía que se le daba a María el culto propio de la divinidad, y no el culto propio de una persona humana de santidad máxima.
            Dos siglos después de Isaias, Lao Tse en China reserva para el Dios-principio innombrable, para el Tao, los nombres de “Dios abismo” y de “hembra misteriosa”.(Tao te Ching, cap. 6). Se trata de expresiones análogas a las de Isaías, y que dan lugar a las representaciones de Dios como mujer en las religiones orientales.
            Cuando Jesús empieza a hablar y a rezar, los padres son amorosos y tiernos, y Dios ha empezado a ser representado también como amoroso y tierno. En el siglo I la paternidad es divina y lo divino es paternal, paternal y maternal, y puede ser percibido en las formas de la paternidad y la maternidad, y representado en ellas.



[1][1] Cfr. http://www.ciudadredonda.org/articulo/la-misericordia-las-3-palabras-biblicas, Severino María Alonso, cmf - Jueves, 12 de febrero de 2009, Blog