lunes, 25 de agosto de 2014

Santos y Beatos del 25 al 31 de agosto

     25 de agosto

                                                          
        Luis IX (1214-1270)

San Luis, rey de Francia, nace en Poissy (París. Francia) el 25 de abril de 1214. Al morir su padre, Luis VIII, es coronado rey de Francia bajo la regencia de Blanca de Castilla. Toma posesión el 5 de abril de 1234, año en que contrae matrimonio con Margarita, hija del conde de Provenza. Imparte justicia en Francia; atiende las quejas de los pobres y crea comisiones para saber la situación real del país. En 1254 escribe las Ordenanzas, donde se detallan los derechos y obligaciones del reino. Lucha por la paz y estabilidad de los pueblos. Colabora en las cruzadas para rescatar la tierra del Señor. En Damieta lo apresan los sarracenos junto a su hermano Carlos de Anjou el 6 de abril 1248. Liberado, fortalece Palestina construyendo murallas durante cuatro años. De regreso a Francia, apoya las órdenes mendicantes. Participa de nuevo en la cruzada declarada por el papa Clemente IV en 1270. Muere el 25 de agosto en Cartago (Túnez). El papa Bonifacio VIII lo canoniza el 11 de agosto de 1297.

Común de Santos Varones

Oración. Oh Dios, que has trasladado a San Luis, rey de Francia, de los afanes del gobierno temporal al reino de tu gloria, concédenos, por su intercesión, buscar ante todo tu reino en medio de nuestras ocupaciones temporales. Por nuestro Señor Jesucristo.

         25.1 de agosto

María Cabanillas del Tránsito (1821-1885)

La beata María del Tránsito Eugenia de los Dolores nace el 15 de agosto de 1821 en Santa Leocadia, actual Carlos Paz (Córdoba. Argentina); es hija de Felipe Cabanillas Toranzo y Francisca Antonia Luján Sánchez. Estudia en Córdoba, donde se queda a vivir con su familia cuando fallece su padre en 1850 e ingresa en la Orden Franciscana Seglar en 1858, emitiendo el voto de virginidad perpetua. Desea fundar un instituto para la instrucción cristiana de la infancia pobre y abandonada. Pero prefiere formar parte de una comunidad carmelitana promovida por Isidora Ponce de León el 19 de marzo de 1873. Una enfermedad la conduce a abandonar la clausura. En 1874, unida a Teresa Fronteras y Brígida Moyano, crea la Congregación de las Hermanas Terciarias Misioneras Franciscanas de la Argentina. Edifica colegios, crea centros de asistencia a los pobres y desarrolla el nuevo instituto con inteligencia y una entrega sin límites. Muere el 25 de agosto de 1885, en San Vicente de Córdoba (Argentina). El papa Juan Pablo II la beatifica el 14 de abril del 2002.

Común de Vírgenes

Oración. Señor y Dios nuestro, te pedimos que la beata María del Tránsito, virgen, tu fiel esposa, encienda en nuestro corazón la llama de la caridad divina que ella suscitó en otras vírgenes, para gloria perpetua de tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo.


           27 de agosto

                                                                  Mónica (331-387)

Santa Mónica nace en Tagaste (África) en el año 331. Casada con Patricio, es madre de San Agustín. Ora a Dios para la conversión del que, después, será Obispo de Hipona y uno de los mayores pensadores del cristianismo. Muere en Ostia (Italia) en el año 387.

Común de Santas Mujeres

Oración. Oh Dios, consuelo de los que lloran, que acogiste piadosamente las lágrimas de Santa Mónica impetrando la conversión de su hijo Agustín, concédenos, por intercesión de madre e hijo, la gracia de llorar nuestros pecados y alcanzar tu misericordia y perdón. Por nuestro Señor Jesucristo.


          28 de agosto

Agustín de Hipona (354-430)

San Agustín nace el 13 de noviembre del año 354 en Tagaste (Numidia. África). Su padre se llama Patricio y su madre Mónica, que por largo tiempo pide a Dios la conversión de su hijo. Agustín escribe que es «hijo de las lágrimas de su madre». En el año 383 viaja a Roma y es nombrado Maestro de Retórica en Milán. Asiste a las catequesis de San Ambrosio. Estudia el Neoplatonismo por medio de Simpliciano y profundiza en los textos paulinos, sobre todo las afirmaciones sobre la salvación por gracia. El 23 de abril de 387 es bautizado en Milán por San Ambrosio. Regresa a Tagaste, lleva una vida de penitencia y oración. En el 391 viaja a Hipona, es ordenado sacerdote y en el 395 es consagrado obispo. Combate las herejías de su tiempo (maniqueos, donatistas, arrianos, pelagianos, etc.), participa en los Concilios III de Hipona del 393, III de Cartago del 397 y IV de Cartago del 419, donde se sanciona el Canon bíblico propuesto antes por el Papa Dámaso I en Roma en el Sínodo del 382. Muere en Hipona el 28 de agosto de 430. Es el Maestro indiscutible, junto con la Escuela de San Víctor, de todos los pensadores franciscanos del Medievo; su influencia se deja sentir mucho en su teología y filosofía.

Común de Doctores

Oración. Renueva, Señor, en tu Iglesia, el espíritu que infundiste en tu obispo San Agustín, para que, penetrados de ese mismo espíritu, tengamos sed de ti, fuente de la sabiduría, y te busquemos como el único amor verdadero. Por nuestro Señor Jesucristo.


             29 de agosto


           Juan Bautista, Martirio

«En aquel tiempo, oyó el tetrarca Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo a sus cortesanos: «Ese es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta. El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le dijo: «Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey lo sintió, pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran, y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven y ella se la llevó a su madre. Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús» (Mt 14,1-12)

Oración. Señor, Dios nuestro, tú has querido que San Juan Bautista fuese el precursor del nacimiento y de la muerte de tu Hijo; concédenos, por su intercesión, que, así como él murió mártir de la verdad y la justicia, luchemos nosotros valerosamente por la confesión de nuestra fe. Por nuestro Señor Jesucristo.


     31 de agosto

                                                        
    Ángel de Chivasso (1411-1495)

El beato Ángel Carletti nace en el año 1411 en Chivasso (Turín. Italia). Estudia derecho en Bolonia. Es senador y magistrado en su ciudad natal. A los 33 años, muertos sus padres, reparte su fortuna entre los pobres, e ingresa en los Franciscanos Observantes de Génova. Ordenado de sacerdote, se dedica a la predicación y a la dirección de almas. Escribe la «Summa Angélica», de teología moral. Fomenta los Montes de Piedad para librar a los pobres de los usureros. Sixto IV le encomienda predicar la cruzada en 1480. Es nombrado Vicario general de los Observantes. Muere en el convento de Cuneo (Piamonte. Italia) el 11 de abril de 1495. El papa Benedicto XIV aprueba su culto el 25 abril de 1753.

Común de Pastores o santos Varones

Oración. Dios nuestro, que llamaste al beato Ángel para que buscara tu Reino en este mundo por la defensa de los pobres y por la práctica de la caridad perfecta, concédenos que, fortalecidos por su intercesión, avancemos por el camino del amor con espíritu gozoso. Por Jesucristo nuestro Señor.


«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga»

           DOMINGO XXII (A)

«Si alguno quiere venir en pos de mí, tome su cruz y me siga»  

Lectura del santo evangelio según San Mateo 16,21-27

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte». Jesús se volvió y dijo a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios». Entonces dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

1.- El Señor. Después de la crisis de Galilea, donde herodianos y fariseos se ponen de acuerdo para matar a Jesús (cf. Mc 3,6), es posible que le vaya rondando la idea de que su final pueda ser trágico. La predicción de la pasión que aparece en el texto, aunque sea ex eventu, va en ese sentido. En Jerusalén se enfrenta con los sumos sacerdotes sobre la función y el sentido del templo de Israel. Porque Jesús defiende, aunque sea indirectamente, un templo abierto a todos los pueblos, porque el Dios que experimenta en un Dios de todos: de judíos y de gentiles. Pero no tiene nada que hacer frente a los poderes religiosos y políticos. Pierde en el choque. Cuando se convence de su muerte, no obstante la protesta a Dios que tiene en el huerto de los Olivos, da un sentido a su dolor y a su muerte en cruz. El sentido es mantener su vida de entrega y servicio a los demás. Es compartir su bondad con todos.- Y ¿cuál es la actitud de Dios? Dios no está de acuerdo que su Hijo, que un justo, que cualquier criatura sufra, y menos sufra a manos de, al menos teóricamente, sus “hermanos”. La afirmación de que Dios quiso la muerte de su Hijo para salvarnos es una barbaridad. Dios nunca puede estar de acuerdo con cruz alguna, ni para su Hijo ni para todos sus hijos. Pero Dios no es el que resuelve nuestros los errores, ni extirpa las maldades que hacemos los humanos. Somos nosotros los que, desde su amor, debemos destruir los frutos de la soberbia, del odio y del poder, que es exclusivamente nuestro, y como tal debemos afrontar sus consecuencias. Dios se implica en esta historia de pecado nuestra y mía en su Hijo. Y Jesús nos enseña cómo llevar la cruz desde el amor, cómo sufrir perdonando, cómo rescatar desde la invitación a vivir en una relación de amor en libertad, y también nos enseña que nunca debemos huir de la realidad.
2.- La Iglesia. Pedro tienta a Jesús, no sólo de sacarle de la historia, con lo que tiene de bien y de mal, sino de proyectar un mesianismo triunfalista, donde todo esté bien, donde todo vaya bien, donde la vida sólo sea bella y feliz. Esto no es vivir, o no saber cómo se juega la existencia en un mundo de amor, pero también de pecado y de muerte. Lo peor que puede suceder a la comunidad cristiana es negar la Encarnación, salirse de la vida y, encerrada en un castillo, que casi siempre es de naipes, dé la espalda a la historia humana. Y, mirando al infinito, es decir, a nadie, hable de la ayuda a los pobres, de compartir el sufrimiento con los perseguidos y enfermos, de la justicia, de la libertad y de la relación de amor con un Dios que es amor. La vida es experiencia, y la experiencia tiene mucho de evidencia, donde la lógica del Logos hecho carne hace que los cristianos hablemos de nuestra fe en nuestras actitudes fundamentales y en nuestras obras. Después puede venir la palabra y los sermones que aclaren los hechos. Pero lo primero son los hechos de bondad compartidos.
3.- El cristiano. El morir para que viva Dios también contempla el ofrecer la vida materialmente. No es cuestión sólo de ser infiel a sí mismo, infidelidad a los intereses humanos, sino de morir físicamente como sacramento de un morir permanente que desarrolla el amor como servicio. Es la entrega total y por entero de la vida. Es el don de sí pleno. Sucede lo mismo que con la destrucción del yo asentado en la soberbia. El sufrimiento que conlleva despojarse de esta actitud y situación, no es un deseo de Dios ni siquiera un bien en sí. Sufrir por sufrir es un sin sentido, o, a lo más, una psicopatía. El sufrimiento que refiere el dicho evangélico es el que emana de la condición histórica del hombre. Lo mismo sucede con el morir físico. Quien es portavoz de una proclama que mina y arruina los cimientos del poder que se ha forjado el hombre en su vida, está expuesto a que lo aparten y liquiden del entramado social donde se sustenta dicho poder. Y con ello debe contar el discípulo, como le pasa a Jesús, en las condiciones históricas en las que se desenvuelve la existencia.




«Quien pierda su vida por mí, la encontrará»

     DOMINGO XXII (A)

                                                  

«Quien pierda su vida por mí, la encontrará»

Lectura del santo evangelio según San Mateo 16,21-27

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte». Jesús se volvió y dijo a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios». Entonces dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?  Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

1.- Texto. El Evangelio forma unidad con el del domingo pasado sobre la profesión de fe mesiánica de Pedro y la promesa que Jesús le hace de conducir a la comunidad cristiana con el único criterio del amor (cf. Mt 16,16-19).  En el texto propuesto tiene dos partes: Pedro persuade a Jesús de que evite los acontecimientos criminales que le sucederán en Jerusalén. Jesús experimenta en la invitación la mano diabólica, que le aparta de la voluntad del Padre, como las tentaciones satánicas que sufre Jesús en el desierto (cf. Mt 4,10). A continuación invita a los discípulos a seguir su camino de sufrimiento, que implica la negación de sí, pero es un camino que alcanza la resurrección como prenda de gloria que el Señor tiene prometido a los que le aman (cf. 1Cor 2,9).

2.-  Mensaje. «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga» Negarse a sí mismo es prescindir de uno mismo, de su yo. Y se prescinde para tomar la cruz. La cruz hace referencia directa a la cruz personal que simboliza el sufrimiento diario que entraña el testimonio del Reino. Está en la línea que escribe Lucas: «Quien quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz cada día y venga conmigo» (Lc 9,23). El orden lógico, negarse y cargar con la cruz, no corresponde a la sucesión temporal. El hecho de seguir lleva consigo la renuncia de sí para aceptar las cargas del nuevo estilo de vida, que lo traza, no sólo cumplir los mandatos de Jesús y escuchar su palabra, sino también reproducir su experiencia de Dios y asumir su destino lleno de dolor y sufrimiento. Es lo que significa la cruz como muerte horrible aplicada a los rebeldes políticos que con frecuencia contemplan los judíos en Palestina bajo la ocupación romana: un cuerpo desnudo fijado al madero perdiendo la vida entre horribles dolores.- Por consiguiente, renunciar a uno mismo es demoler los cimientos sobre los que se alza la vida en el ámbito familiar, religioso y social. Prescindir de estas bases tiene la finalidad de que aflore la debilidad personal sobre la que Dios pueda colocar la roca (Lc 6,47-49; Mt 7,24-27), la historia de Jesús, para construir la vida nueva a la que lleva el seguimiento. Renunciar a uno mismo supone cambiar la clave de la afirmación personal que da el poder personal y social, y dejarse invadir por el Dios de la bondad para que la existencia respire dicha bondad. La bondad, que para el discípulo se sacramentaliza en el servicio, recrea la vida, con lo que surge la oportunidad para insertar en la sociedad a los marginados por cualquier causa. Y todo esto requiere sufrimiento. El fundamento lo coloca Jesús en su testimonio: «...que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10,45).

3.- Acción.-  Por consiguiente, el seguimiento de Cristo también contempla perder la vida, como él nos acaba de afirmar. Jesús ya ha advertido con la expresión de tomar la cruz y seguirle. Perder la vida se basa en primer lugar en que la vida perdurable o la auténtica existencia se funda en la actitud personal dicha antes, y por la cual se sustituyen los parámetros en los que se encuadran las legítimas aspiraciones humanas por la fidelidad a la palabra de Jesús y por seguirle en su destino histórico y experiencia religiosa. No se refiere Jesús a la contraposición clásica entre alma y espíritu y cuerpo y materia, ni siquiera entre la vida eterna y la vida contingente y finita. Más bien afirma que sobre la base de la existencia humana, limitada y perecedera, se empieza a construir aquella vida auténtica, creada y sostenida por Dios, que nadie puede destruir. Y se alcanza por medio del seguimiento que indica el servicio y la entrega de sí a los demás como signo de amor que es el norte al que debe apuntar el hombre. Se impone, pues, la convicción de que después del tiempo, después de la muerte física, es posible una vida interminable que no se asegura ni con el esfuerzo humano ni con sus beneficios. Que la vida no tenga fin es cuestión del que puede hacerlo: Dios (cf. Sal 49,16), y no de los bienes. Y el único bien que reconoce Dios es el suyo, es decir, el amor. Quien lo hace real es Jesús y el Reino; es la buena noticia que anuncia.