LOS SANTOS ANÁRGYROS
Esteban Calderón
Facultad de Letras
Universidad de Murcia
El día 26 de septiembre celebramos la festividad de los santos
Cosme y Damián. La portentosa vida de los santos gemelos, mártires, del s. III
Cosme y Damián, venerados en la Iglesia Católica y Ortodoxa ha dado lugar a
abundantes colecciones de relatos. Los pocos datos históricos que de ellos
tenemos proceden de las Acta Sanctorum,
mientras que su biografía es conocida en Occidente fundamentalmente a través de
la Leyenda dorada de Santiago de la
Vorágine y por tradiciones indirectas. Ahora la prestigiosa B.A.C., en colaboración con la
Universidad de León, acaba de sacar a la luz una monografía en la que el
profesor Jesús Mª Nieto Ibáñez nos ofrece seis series de relatos con un total
de cuarenta y ocho milagros, en traducción directa del griego a la lengua
castellana por vez primera, con introducción y notas. Estamos, por tanto, ante
una obra absolutamente novedosa y meritoria:
San Cosme y San Damián. Vida y milagros, Madrid 2014 (138 p.). La
traducción está realizada sobre el texto griego de la edición crítica de Ludwig
Deubner (Leipzig, Teubner-Berlín, 1907; reimpresión 1980). La versión de Nieto
tiene el mérito de ser la primera española y la segunda que se realiza en una
lengua moderna. Va acompañada, además, de notas aclaratorias sobre todo de
términos bizantinos y de neologismos de origen latino, que pueden resultar de
difícil comprensión por parte de un lector no avezado en el mundo en el que se
escribe la colección de milagros.
Según el martirologio romano, ambos sufrieron el martirio por
decapitación en Egea, ciudad de Arabia, en la gran persecución de Diocleciano
del año 287, tal y como lo ha representado bellamente, entre otros, Fray
Angélico. Con ellos murieron también sus hermanos Antimo, Leoncio y Eupropio.
Otras fuentes sitúan el martirio y su lugar de enterramiento en Ciro, ciudad de
Siria, cerca de Alepo, donde les fue dedicada una magnífica basílica, a la que
alude Teodoreto, obispo de Ciro en el s. V., testimonio que confirma el
historiador Procopio de Gaza. Los santos médicos se cuentan entre los santos
más famosos de la Antigüedad, lo que explica la multitud de basílicas que le
fueron dedicadas en Constantinopla, en Jerusalén, en Tesalónica, en Capadocia,
en Edesa y en casi todo el Oriente cristiano. Desde allí su culto se extendió a
todo el orbe cristiano, de ahí que encontremos abundantes muestras del mismo en
Rávena, en Verona y en el oracional visigótico. De esta popularidad es una muestra el hecho de
que sus nombres fueran incluidos en el canon romano. Hacia el año 527, san
Félix V transformó para uso eclesiástico dos importantes edificios de época
romana: la basílica de Rómulo y el templum
sacrum urbis, ubicados en la Vía Sacra, en el Foro, consagrándoselos a
Cosme y a Damián, lo que da idea del fervor que inspiraban. También son unos
santos que cuentan con mucha devoción, a nivel popular, en Occidente en
nuestros días, hasta el punto de ser considerados patronos de los médicos,
junto con san Lucas y san Pantaleón. En definitiva, hicieron carne las palabras
de los Hechos de los apóstoles (10,
38) referidas a Jesús, que «pasó haciendo el
bien y curando». Pero es que, además, Cosme y Damián fueron los
milagrosos artífices del primer trasplante de la historia; concretamente una
pierna irremediablemente herida de un varón y que es cortada y cambiada por la
de un muerto. La anécdota consiste en que el difunto era de raza negra, con lo
que el trasplantado se quedó con una pierna de cada color. Este trasplante ha
sido repetidas veces inmortalizado en el arte, como, por ejemplo, en el retablo
de la iglesia de Santa María de Tarrasa (s. XV).
Constituye, pues, este libro un excelente instrumento para
conocer, desde sus fuentes, la vida y la taumaturgia de los hermanos médicos,
los santos Anárgyros, tan celebrados
en toda la cristiandad, así como para adentrarnos en un mundo de la Antigüedad
tardía repleto de sugerencias, en el que medicina y religión presentan
conexiones difíciles de separar.