El convento de San Francisco de
Murcia.
Historia y restitución gráfica.
Pedro Riquelme Oliva y Alfredo Vera Botí
por
Francisco
Henares Díaz
Instituto
Teológico de Murcia
Universidad
Pontificia Antonianum
Por puro azar me he encontrado releyendo últimamente el Elogio de la locura de Erasmo de
Rotterdam (mejor traducción sería de la
estulticia, según su proyecto), y a
la par leía la historia del convento franciscano de Murcia, de P. Riquelme, incluido
ahí el engranaje preciosista de los planos y restituciones del Dr. arquitecto
A. Vera Botí. Es curioso cómo el azar, hartas veces, te lleva al sitio
esperado. La mordaz crítica de frailes, curas, papas, cardenales de Erasmo, me
empujaba entonces a encontrar sentido a un convento clásico, notable en la
historia local y nacional. No creo yo que P. Riquelme haya querido contestar a
los disparos del humanista holandés, pero a fe que siguiendo los pasos –hasta
los diminutos- de un convento se halla juicio para desvelar la verdad, que
nunca es de un único color.
Por de pronto, en tiempos de crítica (y de ignorancia religiosa
como hoy) parece muy pedagógico comenzar la casa por los cimientos. Lo ha hecho
Riquelme hurgando aguas arriba, es decir, urgía saber el porqué de un convento,
su historia y la de esa Orden franciscana que viene de siglos atrás. A ciertos
lectores les puede contrariar que les expliquen mucho, pero eso era antes. Hoy,
pasma lo mucho que se ignora de casi todo, o lo superficialmente que se conoce.
De ahí que en la primera parte de esa obra se dediquen páginas primeras a fin
de quedar enterados de qué es esto de ser franciscano, y cómo se fabrica un
franciscano, a saber, cómo se organiza el grupo que crece, qué Reglas tiene y
tuvo, desde la no bulada hasta la bulada, o la expansión geográfica y
demográfica impresionante de hermanos, ya en vida del propio Francisco de Asís,
en los inicios del siglo XIII.
Llegados aquí, me vería en deuda soberana si no dedicara unas
páginas al trabajo de Vera Botí en esta obra. Para empezar, cuando lo he visto
hablar de sus planos y dibujos, lo
que me cautiva es su personalidad franca y el fulgor enamorado ante los
conventos antiguos. Serán polvo, mas
polvo enamorado, según dijo Francisco de Quevedo, de otros amores heridos.
Y al hablar de conventos, también de algunos franciscanos en especial (ya lo
demostró con el de Cieza, que era y es humilde y acogedor como un nido de
oropéndola). Con el de Murcia, todo se divierte por historia y por importancia
de documentos, rastreos, y posibilidades. Si le echas cientos de horas,
evidentemente. Su entusiasmo tiene mucho de entomólogo o de arqueólogo. Me
seduce ese talante suyo. Te saca un plano realizado por él, un plano ancho y
cabizalto del convento de San Francisco,
te va proponiendo aquí dónde y cómo la escalera principal, de doble
ascenso, acullá la enfermería, o la fachada del Colegio de la Purísima, allí
las celdas en la planta del piso noble.
Finalmente, quiero poner en alza tres aciertos como resumen.
Uno, el valor de una entrañable colaboración entre dos autores. Pocas veces
veremos trabajar a una, complementándose ambos con ahínco. Otro, la querencia
(en sentido clásico y hasta de tauromaquia), es decir, el deseo de fijarse en
un sitio muy suyo, en este caso en la vida franciscana y en una obra que les
venía como anillo al dedo. Y el tercero está a la vista: nunca se reunió tanta
letra a coro con tal acopio de fotos, planos y dibujos. Este es un libro, por
tanto, que tiene muchos santos, como
decíamos de chiquillos respecto a los libros. Lo agradecerá el investigador, y
gente del pueblo llano. Es un don de la didáctica pluridisciplinar.
Todo esto se vivió en S. Francisco
de Murcia. Era muy grande el convento para que se escaparan detalles tan
pequeños. Nada es pequeño en el amor que guarda la memoria. Creo que es esta la
virtud más hermosa del libro, porque poner en pie de vida lo que parece ya
muerto, destapa la insensatez que es la desmemoria. Libros tales, yo los
requiero como acción de gracias.
Ed. Espigas, Murcia 2014, 342 pp.
y 19 de
gráficos s.n., 21 x 27 (PITM MA 58).