II DOMINGO
(C)
Del evangelio de Juan 2,1-12
En aquel tiempo, a los
tres días, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba
allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el
vino, y la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le dijo: «Mujer,
¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». Su madre dijo a
los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí colocadas seis tinajas de
piedra para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta
arriba. Entonces les dijo: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se
lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde
venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces
llamó al esposo y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando
ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta
ahora».
Este
fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así
manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. Después bajó a Cafarnaún
con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos
días.

1.- Texto. Jesús asiste con sus discípulos y familiares a una
boda que se celebra en Caná de Galilea. Esta población puede corresponder a una
ciudad situada a 7 km de Nazaret hacia el nordeste, u otra llamada también así,
distante una jornada de Tiberíades y a unos 14 km de la ciudad de la familia de
Jesús. El relato se inicia con «al tercer día», seguramente a los tres días del
encuentro con Felipe y Natanael; o puede relacionarse con el conocimiento que
expresa Jesús sobre Natanael. Este le reconoce como profeta y rey de Israel, y
Jesús le responde que: «cosas más grandes verás» (1,43-50). Es probable que la
presencia de Jesús en esta fiesta se deba a la cercanía de amistad o de
parentesco de la madre de Jesús con los esposos: «allí estaba la madre de
Jesús», quien informa a su hijo de la falta de vino. El vino, que «fue creado
para alegrar al hombre» (Eclo 31,27), es una bebida fundamental para estas
celebraciones en concreto; las fiestas de nupcias suelen durar desde un mínimo
de tres días hasta catorce como máximo, y en ellas esta bebida se hace imprescindible.
Jesús responde a la solicitud discreta de su madre, que desea poner remedio a
la difícil situación, y en cuya boca se coloca una frase con amplias
resonancias en la historia de Israel: «lo que os diga hacedlo» (Jn 2,5); Jesús,
como José, que abastece de pan al pueblo, o los israelitas, que se comprometen
a cumplir la alianza que el Señor ha establecido con ellos, es quien dispensa
al pueblo los bienes de la salvación.

2.- Sentido. El maestresala prueba el agua convertida en vino y
testifica que el vino «nuevo» resulta ser mucho mejor que el servido a lo largo
de la fiesta. La comparecencia de Jesús en la boda hace que se hagan presentes
los dones escatológicos de amor, libertad y abundancia de bienes a los que
tanto aspira Israel y que sus profetas se encargan de anunciar que estarán
regados por el buen vino: «Mirad que llegan días -oráculo del Señor- cuando el
que ara seguirá de cerca al segador y el que pisa uvas al sembrador; fluirá
licor por los montes y ondearán los collados» (Am 9,13). Son los días que
Marcos señala para disfrutar de la presencia del «novio» y donde no tiene
cabida el ayuno que requieren los discípulos de Juan y los fariseos a los
seguidores de Jesús (Mc 2,19), porque su presencia ya es el inicio del Reino,
contemplado también como un banquete de bodas (Mt 22,2; 25,1). El nuevo vino es
el gozo del cristiano que sabe que está siendo rescatado del mal por el Señor y
potenciado en su capacidad de hacer el bien. Jesús, en nombre del Señor, nos
acompaña ya en nuestro caminar hacia la felicidad plena.

3.- Acción. María visita a su prima Isabel, anciana y
embarazada, para ayudarle; también está presente en la boda de unos conocidos
para servir y hacer que todo salga bien en los siete días que duran los
festejos. La identidad de María es servir: prolongar el amor y la gracia divina
que Dios le ha concedido en la Anunciación de su maternidad. Y la entrega de
María no alcanza solo a José y a Jesús, sino a todas las personas con las que
se relaciona. Ella es la primera que el Señor ha convertido el agua, que es su
vida, en vino: es la vida entendida como fiesta; es decir, como la presencia
divina que transforma la realidad en una referencia constante a Él. Ya sabemos cómo
orillar la violencia y la tristeza humana e irnos a la paz y gozo que nace del
Señor.