domingo, 26 de julio de 2015

Domingo XVIII (B): Yo soy el pan de vida

                                                   DOMINGO XVIII (B)

                                   
Lectura del santo Evangelio según San Juan 6,24-35.

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: -Maestro, ¿cuándo has venido aquí? Jesús les contestó: -Os lo aseguro: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, dando vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.
Ellos le preguntaron: -¿Cómo podremos ocuparnos en los trabajos que Dios quiere? Respondió Jesús: -Este es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que él ha enviado. Ellos le replicaron: -¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo."
Jesús les replicó: -Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.
Entonces le dijeron: -Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les contestó: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed.

1.-  El evangelio de Juan va desgranando a lo largo de sus páginas la identidad de Jesús: es la Palabra hecha carne (cf. Jn 1,14), es la relación de amor gratuito del Padre a sus criaturas y el agua que sacia plenamente (cf. Jn 4); es el pan, la vida y la luz (cf. Jn 6. 9.11). Jesús concentra todas las esperanzas y anhelos que el ser humano aspira como colectividad y como individuo, porque llevamos en nuestro interior su semilla: hemos sido creados por él; y nuestra alma tiende sin cesar a identificarse con su estilo de vida para alcanzar la plenitud vital. No es extraño que Pablo haya puesto por escrito lo siguiente: «Estoy crucificado con Cristo; 20 vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (Gál 2,20)

2.- La Iglesia no es una organización para remediar exclusivamente las carencias físicas de la gente. No es un gobierno que trata de asegurar el pan y la libertad de un pueblo. Ya hemos alcanzado la capacidad de dirigir y administrar nuestra propia historia sin necesidad de ayudas extra humanas. Tenemos en nuestras manos la facultad para administrar los bienes básicos que nos mantiene en la vida. Pero la conservación y la reproducción hay que hacerla al estilo humano y según el sentido que el Señor imprimió desde el principio de la creación. La Iglesia recuerda y hace memoria que el hambre, la enfermedad, la justicia y la libertad se sustentan en el amor que nos infunde Dios constantemente en Cristo. De lo contrario sólo el poder es el que nos dirige, y el poder nos divide, nos enfrenta y engendra esclavos y muerte por doquier.

3.-  La gente busca a Jesús por los beneficios inmediatos que recibe de él. Y eso, sabemos, que no debe ser así. Son ayudas esporádicas ante necesidades ocasionales. Los creyentes debemos exigir que las instituciones sociales formen a la gente para que ellas mismas sean responsables de su propio destino. De lo contrario, mantendremos el nivel de infantilidad y de esclavitud en las capas sociales desfavorecidas. Y esto no es tan fácil: formas mujeres y hombres responsables, forjar situaciones sociales donde los responsables del bien sea la gente; que el bien producido sea fruto del esfuerzo personal y colectivo, es la clave para que Cristo reine en la historia. Y en ella habrán siempre pobres, porque siempre estarán entre nosotros —como dice Jesús— (cf. Mc 14,7),  será el objeto inmediato de nuestro quehacer amoroso.


Yo soy el pan de vida. Domingo XVIII (B)

                                                          DOMINGO XVIII (B)

                           
Lectura del santo Evangelio según San Juan 6,24-35.

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: -Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
Jesús les contestó: -Os lo aseguro: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, dando vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.
Ellos le preguntaron: -¿Cómo podremos ocuparnos en los trabajos que Dios quiere? Respondió Jesús: -Este es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que él ha enviado. Ellos le replicaron: -¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo."
Jesús les replicó: -Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.
Entonces le dijeron: -Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les contestó: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed.

1.- Después de la multiplicación de los panes y los peces; después de saciar el hambre de la multitud, Jesús da un paso más: hay que seguirle, hay que identificarse con él y comer de su carne y su sangre si se quiere realmente vivir, porque no sólo vivimos de agua, pan y peces, sino de la Palabra que da sentido de vida eterna (cf. Dt 8,2-3; Jn  4.6). El pueblo  no se puede detener en el signo externo de Jesús de la multiplicación de los panes y saciar su hambre. Debe ir más allá en la comprensión de Jesús y en la función que el Señor le ha encomendado: encontrar en él el curso de la existencia y su salvación, como Dios Padre se la ha dado a él (cf. Jn 3,16).

2.- Hay palabras y hechos de Jesús que indican lo que es y la función que el Señor le ha encomendado al encarnarse en la historia. Saciar el hambre, curar enfermedades, expulsar demonios, etc., son signos exteriores de una personalidad cuyo poder no está exclusivamente en estas acciones. El Señor le ha encomendado a Jesús la salvación de todas las dimensiones que entraña la persona humana y de todas las personas: hambre, sed, justicia, libertad, experiencia del Señor; y crecer y trasformar las relaciones sociales en relaciones fraternas comprendiendo el destino común que tiene cada uno de nosotros. Todo lo contrario a mirarse a sí mismo en un espejo para siempre.
3.- «Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les contestó: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed». Jesús sacia el hambre (Jn 6) y la sed  (cf. Jn 4), porque él es el amor que se entrega a los demás hasta dar la vida por todos. Nosotros  debemos ser solidarios con aquellos que les falta las necesidades básicas para vivir; pero, también, debemos cuidar con sumo esmero la razón por la que somos solidarios: el amor que hace al necesitado hermano y partícipe del sentido último de nuestra vida: ser hijos de Dios y pertenecer todos a su familia. Hay muchas organizaciones no gubernamentales que tratan de resolver los problemas físicos de los pueblos empobrecidos; hay programas gubernamentales que tratan de las necesidades sociales. Sin embargo, el pobre no sólo mira el pan que se le da, sino, y sobre todo, la mano, los ojos y corazón del que se lo ofrece; el porqué se lo ofrece.



Reflexión sobre la Laudato si´'

EL  GOZOSO  PLANETA  REDIMIDO

                                                        (Reflexionando sobre la Laudato si´)

                                                                                                                                                              
Elena Conde Guerri
Facultad de Letras
Universidad de Murcia

            
 La lectura de esta última Encíclica del Papa Francisco, rubricada la pasada festividad de Pentecostés de este año, no sólo ofrece el regalo de la profunda doctrina pontificia sobre el particular sino que evidencia el dinamismo y universalidad del mensaje cristiano, que replantea problemas e inquietudes vinculados al habitat no precisamente ignorados antes. La sensibilidad ante la naturaleza violentada o, en su caso, mutilada por la avaricia humana ha sido objeto de especial atención en varias producciones cinematográficas. Me gustará recordar aquí algunas de las más impactantes aunque seguro que más de uno las conoce. Los recursos naturales de la madre tierra, como fuente de explotación despiadada para hacer cash aun a costa de la integridad física y moral de las personas, ha inspirado filmes como Michael Clayton (2007), en que una poderosa empresa agroquímica no tiene empacho en que los granjeros propietarios de esas tierras se vayan envenenando o, más recientemente, La tierra prometida (2012), donde un joven Matt Damon en el papel de un ejecutivo de una empresa de gas, llega a un pueblecito de ganaderos para comprarles los derechos de perforación de sus tierras. En ambas historias, los argumentos se van complicando y surgen la enfermedad no buscada, la injusticia social, el quiebre de los derechos más básicos de la persona y hasta el homicidio programado como hijos directos de lo que se engendró sólo por codicia y por desprecio absoluto de la madre naturaleza.
Ya en El informe pelícano (1993) se planteaba en la ficción que el propio Presidente de los Estados Unidos conocía la progresiva contaminación letal de la reserva de pelícanos y otras aves en la desembocadura del Missisipi, sacrificadas ante la multimillonaria explotación del petróleo allí existente. Pero no podía denunciarlo porque uno de los principales magnates de los pozos había sufragado su campaña electoral. Probablemente sensibilizado por estos hechos trasladados al  mundo real, Al Gore, Vicepresidente de USA bajo Bill Clinton, produjo en 2007 un documental para alertar sobre la salvaguarda de los tesoros del planeta Tierra, La hora 11, que obtuvo varios galardones.

Pero, en lo que a mi respecta, fue La selva esmeralda, dirigida por John Boorman en 1985, la película que me impactó profundamente, sin duda por ser más audaz en abordar estas realidades en un tiempo que ya va quedando lejano. La selva amazónica era el escenario elegido, donde el ecosistema intacto antes de llegar el hombre industrializado y  opresor facilitaba la vida paradisiaca de las comunidades indígenas asentadas allí desde siempre. Se intuía como una pervivencia de la virginal inocencia que sólo Dios pudo infundir en la obra de su creación. La armonía se destruyó de modo despiadado con la tala forestal. La naturaleza, la selva y sus bosques fueron obligados a ser malos y, lo que resulta más triste, también entonces sus habitantes conocieron la maldad del comportamiento de los presuntamente civilizados, la inocencia original empezó a empañarse y los autóctonos fueron arrastrados al mal. El mensaje es tan desolador cuanto instructivo y enlaza perfectamente con las palabras del Papa Francisco que advierten de la situación de esquizofrenia a la que pueden llevar ciertos comportamientos del hombre desatado que ignora a Dios en su relación con lo creado. "El paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano". (L. 109). En una palabra, cuando el ser humano se constituye en dominador absoluto, se desmorona la misma base de su existencia porque el hombre no puede suplantar a Dios en la obra de la creación sino que es un colaborador de Dios. De otro modo, provoca la rebelión de la naturaleza. (117). 
                    
Realidad bien tangible sobre la que el actual Obispo de Roma ha querido insistir, no trazar un argumento ex cathedra y ex novo ya que, como bien refiere, sus predecesores en el pontificado no le fueron ajenos, desde Juan XXIII hasta Benedicto XVI, cada uno según las circunstancias históricas que les tocó vivir y la personalidad de cada cual. Desde la preocupación por los misiles destructores hasta la valoración de la "ecología cotidiana" ( 147 ss.), muy del gusto del Papa emérito que, como buen alemán y esto lo digo de mi cosecha, necesita un espacio privado y armonioso, lleno de serenidad, para entregarse a su tarea teológica de seguir ahondando en el misterio Trinitario, otro modo de gozar con el planeta creado ya que, en una de las oraciones que cierra la Encíclica, Francisco dice: "Señor Uno y Trino, comunidad preciosa del amor infinito , enséñanos a contemplarte en la belleza del universo, donde todo nos habla de ti".  Un universo donde la más mínima sensibilidad puede ver reflejado a su Creador. En los lirios del campo, en las aves del cielo, tan evangélicos, en las espigas y en el pan cotidiano, en la vid y el vino, en el agua cristalina, esa "hermana agua que es muy útil y humilde y preciosa y casta" en la lírica emotiva del Santo de Asís, y que como elemento sustancial vivificante tiene en laLaudato si un puesto de honor. Porque, ¿qué está sucediendo a muchos hombres, al hombre elegido como príncipe de la creación, cuando les falta o se les niega el agua potable?. La debilidad de los organismos internacionales es palpable en estos problemas y el cuadro de tantas personas, en su mayoría migrantes constreñidos por la falta de nutrientes y la miseria, obligados según mi parecer a vivir en un mínimo perímetro no superior al de dos baldosas (sea la arena de Ventimiglia o las chatarras de algún vertedero de Méjico) se contempla tan sólo como un lienzo lejano de recreación romántica, pero no como un obstáculo real para sortear que afecta a la responsabilidad moral de todos. Es necesario, urgente, volver a mimar a este planeta también redimido y "reconciliarlo con la creación" para que deje de gemir, máxime que algunos de sus elementos naturales han sido incorporados a la liturgia de los Sacramentos y, asumidos por Dios, se convierten en mediación de la vida espiritual.
                 
Estamos en verano, vinculado tradicionalmente al descanso laboral. El calor es sofocante cuando escribo estas líneas. ¿Cambio climático o venganza automática de una naturaleza lesionada?. De cualquier modo, parece un tiempo propicio para reflexionar sobre este aviso del Papa o para que los más valientes lean la Encíclica completa. Les va a gustar. Les abrirá perspectivas y enlaces quizá hasta este momento insospechados. He comenzado con una mención al cine y termino con otra a la poesía. Juan Ramón Jiménez escribió: "el sol ungía el mundo de amarillo con sus luces caídas/ oh, por los lirios aúreos, el agua clara, tibia/ las amarillas mariposas sobre las rosas amarillas/ guirnaldas amarillas escalaban los árboles/ el día era una gracia perfumada de oro en un dorado despertar de vida". Muchas mentes inspiradas, innumerables procesos artísticos, como se ha visto, han sido y seguirán siendo sensibles a la belleza de la creación, a las formas, colores, aromas y fenómenos con los que cada día la naturaleza nos sorprende, tan viejos pero siempre tan nuevos en la seducción de nuestros sentidos, así como han denunciado su degradación egoísta y sus consecuencias. Pero generalmente no invocan ni al Creador ni  a lo trascendente. Este canto a la naturaleza es manifiesto en la Laudato si. Pero el Papa da un paso más, rema mar adentro, diría yo. Si no lo hubiera hecho, su documento habría sido más bien el propio de un geógrafo, de un biólogo, de un sociólogo si Ustedes prefieren. No habría trascendido la mera intención de una investigación sistematizada sobre el estado actual de nuestro planeta vulnerable y las injusticias cometidas contra parte de quienes lo habitan. La Encíclica es una carta cuyo eje es Dios, Dios Creador y a la vez Uno y Trino. De donde todo sale y a El volverá. El Papa eleva este planeta que gime a la categoría de "sujeto tocado por la espiritualidad ecológica" que nace de las convicciones de nuestra fe cristiana, pues lo que el Evangelio enseña tiene consecuencias en nuestra forma de pensar, de sentir y de vivir. Esta es la esencia de la mencionada Carta y también la gran diferencia con otros estudios de argumento similar.

Santos y Beatos. 29 julio-3 agosto

                28 de julio

                                                           
Mattia de Nazarei (1253-1320)

La beata Mattia de Nazarei nace el 1 de marzo de 1253 en Matélica (Las Marcas. Italia). Es hija de Guarniero de Gentil y Sibila de Odón. En contra de sus padres, ingresa en el monasterio de Santa María Magdalena de su ciudad natal y emite sus votos el 10 de agosto de 1271. Trabaja en los oficios más humildes, lleva una vida de austeridad y vive con intensidad la devoción a Cristo pobre y crucificado, a la Eucaristía y a la Madre de Dios. Es nombrada abadesa en 1279. Amplía las dependencias del monasterio y termina de edificar la iglesia. Muere el 28 de diciembre de 1320, a los 85 años. El papa Clemente XIII la beatifica en 1765.

Común de Vírgenes

Oración. Escúchanos, Dios salvador nuestro, y, así como nos alegramos en la fiesta de la beata Mattia, virgen, haz que aprendamos a servirte con amor. Por nuestro Señor Jesucristo.


28.1 de julio


María Teresa Kowalska (1902-1941)

La beata María Teresa Kowalska nace en Varsovia (Polonia) en 1902. De profunda religiosidad cristiana, pertenece a las muchas asociaciones piadosas que fomentan el seguimiento de Cristo y de María. El 23 de enero del año 1923 ingresa en el monasterio de las Monjas Clarisas Capuchinas de Przasnysz. Viste el hábito el 12 de agosto de 1923 y emite los votos temporales el 15 de agosto de 1924, y los perpetuos el 26 de julio de 1928. De natural delicado y enfermizo, experimenta la vida franciscana con una profunda devoción a Jesús y María y de extremo servicio a las hermanas. El 2 de abril de 1941 los nazis llevan a todas las hermanas al campo de concentración de Dzialdawo. Muere en dicho campo en la noche del 25 de julio 1941. El papa Juan Pablo II la beatifica el 13 de junio de 1999 en Varsovia.

Común de un Mártir o de Vírgenes

Oración. Padre nuestro del cielo, que nos alegras hoy con la fiesta de la beata María Teresa del Niño Jesús, que entregó su vida en holocausto de amor, concédenos la ayuda de sus méritos a los que hemos sido iluminados con el ejemplo de su fortaleza. Por nuestro Señor Jesu-cristo.

28.2 de julio


              Alfonsa de la Inmaculada Concepción (1910- 1946)

Santa Alfonsa de la Inmaculada nace el 19 de agosto de 1910 en Kudamaloor (Kerala. India); pertenece a una familia católica de rito siro-malabar. En 1928 ingresa en el instituto de las Franciscanas Clarisas, fundadas hacia 1870; trabajan especialmente con los pobres, enfermos, ancianos y abandonados. Alfonsa profesa los votos temporales el 19 de mayo de 1932; y los perpetuos el 12 de agosto de 1936. Enseña un año en Vakakkadu. De una naturaleza enfermiza, no puede ejercer oficio alguno. Se une a Jesús crucificado, transformando su dolor en fuente de salvación por el continuo amor con el que padece las enfermedades. Muere el 28 de julio de 1946 en Bharananganam. El papa Juan Pablo II la beatifica el año 1986 y Benedicto XVI la canoniza en el 2008.

Común de Vírgenes

Oración. Señor Dios, que has enriquecido con abundantes dones celestiales a Santa Alfonsa de la Inmaculada Concepción, virgen, concédenos que, imitando su seguimiento de Cristo crucificado, podamos gozar con ella de la felicidad eterna en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.

29 de julio


Marta de Betania

Santa Marta es la hermana de María y Lázaro, familia amiga de Jesús, que se hospedaba en su casa en su misión en Palestina ( Lc 10,38-42; Jn 11,19-27).

Común de Santas Mujeres

Oración. Señor Dios, tu Hijo aceptó la hospitalidad de Santa Marta y se albergó en su casa; concédenos, por intercesión de esta santa mujer, servir fielmente a Cristo en nuestros hermanos y ser recibidos, como premio, en tu casa del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.

AGOSTO

1 de agosto

Alfonso de Ligorio (1696-1787)

San Alfonso nace el 27 de setiembre del año 1696 en Nápoles (Italia). Consigue el doctorado en Derecho civil y eclesiástico. Ordenado sacerdote, funda la Congregación del Santísimo Redentor. Escribe muchos libros sobre Teología Moral. Es ordenado Obispo. Muere en Nócera de los Paganos (Nápoles) el 1 de agosto de 1787. Es Doctor de la Iglesia.

Común de Doctores de la Iglesia

Oración. Oh Dios, que suscitas continuamente en tu Iglesia nuevos ejemplos de santidad, concédenos la gracia de imitar en el celo apostólico a tu obispo San Alfonso María de Ligorio, para que podamos compartir en el cielo su misma recompensa. Por nuestro Señor Jesucristo.

2 de agosto


           Santa María de los Ángeles o de la Porciúncula

La Basílica Patriarcal de Santa María de los Ángeles se construye entre los años 1569 y 1679, para cobijar una pequeña iglesia del siglo IX llamada Porciúncula. Es una donación de los monjes Benedictinos del monte Subasio a San Francisco, que la reforma en 1207. Después de instalarse la primera comunidad en Rivortoto, cuando aumentan los hermanos, se trasladan a esta capilla, donde San Francisco funda la Orden. En 1211 viste allí de penitente a Santa Clara y, con ella, funda la Orden de las «Damas Pobres». Desde la Porciúncula envía a los primeros misioneros; celebra los primeros capítulos y Cristo le comunica, por medio de su Madre, la indulgencia del «Perdón de Asís» en el año 1226. También está en el interior de la Basílica la Capilla del Tránsito, en la que San Francisco murió el 3 de octubre de 1226.

Común de Santa María Virgen

Oración. Concédenos, Señor, por intercesión de la Vir-gen, Reina de los Ángeles, cuya gloriosa fiesta celebramos hoy, que participemos como ella de la plenitud de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo.

3 de agosto


Marcos de Montegallo (1425-1496)

El beato Marcos nace en Fonditore (Perugia. Italia) en 1425, poblado de la ciudad de Montegallo. Estudia en las Universidades de Perusa y Bolonia, en la que se doctora en Leyes y Medicina. En Áscoli ejerce el oficio de médico. En 1451 se casa con Clara Tibaldeschi. Al año siguiente, y de común acuerdo, Clara ingresa en el monasterio de Santa Clara de las Damas Pobres en Áscoli, y él en el convento de los Hermanos Menores de Fabriano. Bajo el espíritu de la reforma de San Bernardino de Siena y de San Jaime de la Marca predica en Áscoli, Camerino, Fabriano, etc. Contra la usura crea los Montes de Piedad en Áscoli (1458), Fabriano (1470), Fano (1471), Acervia (1483), Vicenza (1486), Ancona, Camerino, Ripatransone y Fermo (1478). Escribe, entre otras obras, «La Tavola della Salvezza», que imprime en Florencia en 1494. Muere el 19 de marzo de 1496 en Vicenza. Aprueba su culto Gregorio XVI el 20 de septiembre de 1839.

Común de Santos Varones


Oración. Dios nuestro, que enseñaste a tu Iglesia a cumplir todos los mandamientos con el amor a ti y al prójimo, concédenos que, practicando las obras de misericordia como lo hizo el beato Marcos, merezcamos ser admitidos entre tus bienaventurados. Por nuestro Señor Jesucristo.

lunes, 20 de julio de 2015

"Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió"

                                                 DOMINGO XVII (B)
  


Lectura del santo Evangelio según San Juan 6,1-15.

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente dijo a Felipe: -¿Con qué compraremos panes para que coman éstos? (lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer). Felipe le contestó: -Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: -Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces, pero, ¿qué es eso para tantos? Jesús dijo: -Decid a la gente que se siente en el suelo.
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron: solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: -Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
La gente, entonces, al ver el signo que había hecho, decía: -Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo. Jesús, entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo.

1.- Texto. Jesús enseña con compasión y misericordia a las ovejas abandonadas de Israel, compasión que también abarca a la multitud extenuada y con hambre: «Me da lástima esa gente, pues llevan tres días junto a mí y no tienen qué comer» (Mc 8,2). Jesús manda a los discípulos que les provean de comida con la intención de mostrarles su impotencia y hacerles ver que no es solución que la misma gente se pueda abastecer de comida. Con el dinero que tienen hacen imposible la compra. Le dicen que un muchacho tiene cinco panes de cebada y dos peces. El pan de trigo o cebada (Jn 6,9) es el alimento base de la población pobre, y el pescado es lo que se añade, lógicamente, en las riberas del lago. Todo esto crea y prepara la situación para el milagro.  El texto que trae la liturgia de hoy corresponde al de Juan, aunque tiene referencias a las dos redacciones de Marcos, que usa una tradición parecida pero no directamente dependiente. El signo de la multiplicación de los panes, según Juan, es para que el pueblo perciba que es el profeta esperado; sin embargo, para Marcos es para que los discípulos «vean» y «comprendan» a Jesús; y comienzan a «entreverlo» con la confesión de Pedro: «Tú eres el Mesías» (8,29). Los Evangelios relacionan entonces profeta, mesías, rey, títulos que la comunidad cristiana dará a Jsesucristo.

2.- Mensaje. «Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado». Los gestos y palabras de Jesús evocan el rito que el padre de familia hace mientras parte el pan en la comida. Es una oración en la que se suele incluir la acción de gracias, la bendición y la alabanza, en las que actúa la relación de Dios a los hombres y de los hombres a Dios a partir, y con ocasión, de las cosas y acciones que mantienen y defienden la vida humana. El pan suele tener la amplitud de un plato, y el primer trozo se lo come quien lo bendice y lo distribuye. Y hay tal cantidad, que sobraron doce canastas. Este dato señala la magnitud del milagro y lo que es más importante: la participación en la mesa de Jesús de toda clase de gente; todo el mundo tiene cabida, sea de la condición que fuere. Es la dimensión universal del Dios del Reino que ofrece la enseñanza y el pan, es decir, la vida.


3.- Acción. El milagro trata de la comida de los hombres, y entendida como un don de Dios. Él da el alimento esencial para vivir, el pan, que resume la subsistencia de todo hombre (Gén 37,25); el pescado se une al pan y al agua como tantas hierbas y carnes que los acompañan. Esta comida, como ofrenda de Dios, fundamenta la comunión entre los humanos, porque hace posible la amistad (Gén 43,25-34), la hospitalidad (Jue 19,20-21) y el perdón (2Sam 9,7). La potencia de Dios cubre las necesidades del hombre cuando la creación y el trabajo no dan para comer, pero con una misma perspectiva: la comida es siempre un don, que sobreabundará en el banquete del Reino, y será como cuando Jeremías comunica a los desterrados: «Y vendrán entre aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor: trigo y vino y aceite, y rebaños de vacas y ovejas; será como huerto regado, no volverán a desfallecer» (Jer 31,12). Es la misión de los cristianos para los 870 millones de personas contabilizados que pasan hambre.






"Decid a la gente que se siente en el suelo"

                            DOMINGO XVII (B)



Lectura del santo Evangelio según San Juan 6,1-15.

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente dijo a Felipe: -¿Con qué compraremos panes para que coman éstos? (lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer). Felipe le contestó: -Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: -Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces, pero, ¿qué es eso para tantos? Jesús dijo: -Decid a la gente que se siente en el suelo.
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron: sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: -Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: -Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo. Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo.

1.- Dios. Jesús ordena que la gente se siente en grupos sobre la hierba verde. Se sentaron en filas de cien y de cincuenta (cf. Mc 6,39-40). Es una imagen festiva, como la del banquete de los tiempos mesiánicos en el que el pueblo disfrutará la salvación definitiva adornada con toda clase de bienes, con un ambiente de libertad. La multitud no es una masa anónima; son personas elegidas y queridas por Dios, que se reúnen espontáneamente alrededor de Jesús para aprender y para compartir la vida simbolizada en la comida, y expresada en el sentido de pertenencia a un mismo pueblo. Por esto, se agrupan formando corros. El verdor del suelo indica que es primavera y signo de esperanza y abundancia. Dios se hace presente.

2.- La Iglesia. Jesús bendice el pan de cebada, el pan de los pobres, el que en el discurso del Pan de Vida significa el pan de vida eterna. Pero para que el pan tenga el valor eterno debe satisfacer las cuatro bases fundamentales del hombre: comida, bebida, salud y formación; y así, poder experimentar qué es la libertad y la justicia. La Iglesia, con Cáritas y muchas organizaciones solidarias que alberga en su seno, continúa la multiplicación de los panes. La Iglesia defiende la producción de bienes, salvando el respeto a la naturaleza y la dignidad humana, y la justa distribución de ellos. Pero más allá de estas dos acciones, siempre hay colectivos y personas indefensas, perdidas en culturas olvidadas por las poderosas, o víctimas de la feroz competencia actual. La Iglesia bendice el pan cada segundo del día en las Eucaristías que se celebran en todo el mundo para hacer presente a Jesús y actualizar la multiplicación de los panes a las personas hambrientas del pan de la Palabra y del pan de la Vida.



3.- El creyente.  Todo lo tenemos asegurado en la vida. La sociedad del bienestar ha logrado que la vida transcurra sin los sobresaltos más importantes que han inquietado a las generaciones precedentes: qué voy a comer mañana; dónde me voy a educar;  quién me va a curar de mis enfermedades; dónde voy a vivir; cuál es mi familia y mi sociedad que me va a procurar los bienes anteriores. Todo lo tenemos previsto: desde el nacimiento hasta la muerte. Felipe le dice a Jesús que con el dinero que tienen no hay bastante para comprar pan para todos. Y Jesús se encarga de que lo haya. Debemos dejar una puerta abierta de nuestra vida a Dios, al amor de los demás. Tendremos sorpresas agradables si en vez de agarrarnos a nuestras seguridades, dejamos volar nuestra alma por parajes más abiertos; ciertamente más inseguros, pero más proclives a la belleza y a experiencias humanas de amor y libertad. Y no debemos cerrar las ventanas que tienen a Dios como horizonte. Él da un felicidad que «el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman» (1Cor 2,9; cf. Sal 19,4).