miércoles, 29 de enero de 2014

Maditación. Las Bienaventuranzas

                                      PARA MEDITAR

     


Del evangelio de Mateo 5,1-12

En aquel tiempo, el ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos, y él se puso a hablar enseñándoles:
1.- Dichosos los pobres en el espíritu
porque de ellos es el reino de los cielos.
2.- Dichosos los sufridos
porque ellos heredarán la tierra.
3.- Dichosos los que lloran
porque ellos serán consolados.
4.- Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia
porque ellos quedarán saciados.
5.- Dichosos los misericordiosos
porque ellos alcanzarán misericordia.
6.- Dichosos los limpios de corazón
porque ellos verán a Dios.
7.- Dichosos los que trabajan por la paz
porque ellos se llamarán "los hijos de Dios".
8.- Dichosos los perseguidos por causa de la justicia
porque de ellos es el reino de los cielos.
9.- Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de
cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra
recompensa será grande en el cielo.

1.- Dichosos los pobres, los que tienen hambre, los que lloran. Las personas que experimentan estas situaciones son las que están escondidas o son los oprimidos que tienen que mendigar para sobrevivir y, por tanto, no se les tiene en cuenta en las relaciones sociales. Son nuestros pobres, nuestros enfermos mentales, nuestros enfermos del espíritu, nuestros enfermos de falta de amor. No son los pobres que trabajan por lo que sea y se sienten queridos. Por Jesús, estos pobres pasan de malditos a la cercanía de Dios. Dios se ha fijado en su desamparo, lo que hace que se fíen y confíen en Él. De aquí la satisfacción, el gozo inmenso e interior que se manifiesta de una forma objetiva en compartir los bienes en este mundo como preámbulo de la dicha definitiva, cuando Dios instaure su Reino y dé la salvación a sus elegidos. Jesús lo demuestra: los pobres enunciados antes son los primeros a los que se les anuncia esta era de gracia y los primeros que hay que invitar frente a los que tienen derecho al banquete, como sucede con Lázaro o con aquellos que son capaces de cambiar de vida como Zaqueo. Y pobres somos cuando sabemos leer la voluntad de Dios al no someternos a ninguna riqueza y poder de esta vida. Examinémonos por si tuviéramos cimientos falsos en nuestra vida.

2.-  Los misericordiosos, los que trabajan por la paz, los limpios de corazón. Misericordia no equivale a nuestra especial sensibilidad ante los infortunios personales y sociales. Designa una forma de actuar y un sentido de vida que se traduce en la conducta clave de los seguidores de Jesús. Lucas lo afirma sin rodeos: Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. El amor de misericordia hacia los necesitados será la patente que enseñemos para ser reconocidos por Dios en el juicio: Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era emigrante y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, estaba encarcelado y acudisteis. Estas obras de misericordia están al alcance de todos nosotros, aunque no posea nada para ayudar materialmente. La misericordia también se explicita con el perdón. Y tenemos que perdonar sin límites. Le dice Jesús a Pedro: te digo que perdones que no siete veces, sino setenta y siete,  con lo recrea la conducta de Dios para cada uno de nosotros que no se aburre de perdonarnos tanto defecto y pecado.

3.- Dichosos cuando os odien los hombres y os destierren y os insulten y denigren vuestro nombre a causa de este Hombre. La persecución reproduce la misma condición de sufrimiento que la de los pobres, los hambrientos y los que lloran. Muchas veces nos sentimos difamados, incomprendidos, excluidos de las relaciones sociales porque  somos solidarios con el proyecto de vida de Jesús, de forma que como él fue rechazado, así también lo son ellos. Pero es preferible esta situación límite, que Mateo apostilla con falsedad (Mt 5,11), antes que el halago, pues como Dios resucitó a Jesús, también nos puede resucitar a nosotros;  cambiar nuestra desdicha en dicha, nuestra pena en alegría. Otra vez las circunstancias se invierten, pero sin revancha por nuestra parte. El gozo interior que entrañan estas experiencias negativas proviene de la conciencia de que Dios nos va a recompensar y el amor y la bondad puede convertir a nuestros perseguidores, como se ha dado tantas veces en la historia.


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