ADORAR AL SEÑOR
Lectura
del santo Evangelio según San Juan 6,51-59.
En
aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: -Yo soy el pan vivo que ha bajado del
cielo: el que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne
para la vida del mundo. Disputaban entonces los judíos entre sí: ¿Cómo puede
éste darnos a comer su carne? Entonces Jesús les dijo: -Os aseguro que si no
coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en
vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es
verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en
él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el
que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el
de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá
para siempre.

1.-
Dios.
Jesús dice que él es el «pan de
vida» y el que «no coma de su carne y no beba de su sangre no tendrá vida».
Para vivir, hay que comerle y beberle. Comer y beber es el fundamento de la
vida misma, de forma que toda la vida se puede simbolizar con estos actos
físicos que responden a la necesidad humana básica. Comer y beber a Jesús es
poseer la vida divina, que él revela, lleva y ofrece. Por eso, comerle y
beberle es la eternidad de Dios. Todo está relacionado: Dios, Jesús, la vida
humana. Pero el camino que hay que recorrer para que se dé la unión entre la
potencia y eternidad de la vida de Dios, es la vida en Jesús, que es comer su
carne, beber su sangre, es decir, reconocerle como Hijo de Dios que no dudó en
dar la vida por sus amigos.

2.- La comunidad.- San Pablo afirma que el cuerpo de
Jesús es la Iglesia (cf. 1Cor 12,27). Si Jesús, que es la cabeza de la Iglesia
(cf. 1Cor 11,3), ofrece su vida, es decir su carne y su sangre, para que todas
las gentes entren en la dimensión divina y adquieran el estatuto de eternidad,
también la Iglesia se debe dejar comer para dar vida a todas gentes de todos
los ámbitos culturales. Las Iglesias locales, y las comunidades que las animan,
son las que generan cristianos por su entrega servicial y que están presentes
en todos los pueblos del mundo. Como el
Logos deja la gloria del Padre, estos cristianos dejan su cultura, su familia,
sus ideales, y se entregan a los ideales del Señor, que es dar vida. La
comunidad cristiana será relevante cuando se deje comer; sea alimento para los que pasan
hambre en todas las dimensiones de la vida. Así es como se establece la
comunión entre Dios y su pueblo, entre las personas entre sí y se respeta y
defiende la creación.

1.- El
creyente.- Jesús es el pan bajado del cielo, y lo multiplica y lo da a todos los que
tienen hambre. Jesús es el pan bajado del cielo, y da la vida de salvación
divina a los estamos maniatados en la tupida red que establecen nuestros
intereses y los intereses de todos los humanos. Si pasamos de adorarle en el
tabernáculo a comulgarle, es decir, a identificar nuestras actitudes con las
suyas, estamos cumpliendo la finalidad de la Encarnación: poder vivir aquí con
los ojos de Dios, con la vida de Dios, para sembrar en nuestra vida la
eternidad de Dios. El Señor nos ha dado
de comer nada menos que a su Hijo; nos ha ofrecido su vida para que la nuestra
se rehaga, se recree y busque unos objetivos que redunden en nuestra felicidad.
No es cualquier comida o bebida que mantiene y alegre la vida, porque es la
vida transida por el amor.
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