Un
Whatsapp sobre la Asunción de María
Elena Conde Guerri
Facultad de Letras
Universidad de Murcia
La
semana que está trascurriendo va "de mujeres", es decir en los textos
evangélicos pertinentes y también en las festividades, distintas mujeres que
supieron ver en los ojos de Dios, se enlazan como en un cordoncillo único que
va desde santa Clara de Asís, fundadora y famosa en su humildad, hasta la
cananea, de biografía anónima pero perpetuada por su fe sin límites. Entre
ambas, extiende sus brazos para arroparlas la Virgen María en su festividad de
la Asunción.
El tiempo estival y el calor agobiante, allá donde lo sufran como es el caso de muchísimos lugares de España, nunca fueron propicios para las largas meditaciones ni las soledades fecundas. La climatología nuestra es así de traicionera porque los párpados se nos cierran sin querer y con ellos el libro y, al atardecer, irrumpe tentadora la cerveza fresca o el móvil juguetón o lo que se tercie y ha volado un día más. No somos ni nórdicos ni germanos ni tenemos la umbría de sus bosques ni su estructura mental, pero valoremos también lo nuestro, lo mediterráneo, ya que puede comprobarse cómo ejerce sobre ellos un poder de metamorfosis sea vacacional. Yo, por no tener, tampoco tengo whatsapp pero admito que es lo más útil y práctico para comunicar un rápido "qué hay sobre la Asunción de Nuestra Señora". Siempre que los destinatarios quieran abrirlo. Ha vencido el solsticio de verano y el día 15 de agosto la Iglesia conmemora dicha festividad desde que el Papa Pío XII proclamó el día primero de noviembre de 1950 como dogma de fe la creencia, ya apoyada desde antiguo, que "María fue asunta en cuerpo y alma a los cielos". No intento hacer teología, lo recuerdo una vez más , esencialmente en este tema tan profundo cuanto difícil que sigue absorbiendo las exégesis de los especialistas no sin dificultades, máxime considerando la cercanía temporal de su proclamación dogmática. El pueblo cristiano siempre fue fan de María, desde los primeros tiempos del cristianismo histórico, porque en la Madre por antonomasia veían abierto el camino seguro hacia el Hijo, sin recovecos, sin tempestades, sin asaltos a la supervivencia a veces azarosa que busca cobijo y misericordia. Ahora es lo mismo. El corazón de ambos es el mismo corazón, un único corazón, el final de trayecto, para qué GPS. Y si el Hijo, el Señor, fue librado de la corrupción de la muerte al tercer día, no tenía sentido que el cuerpo de su Madre que había gestado al autor de la Vida, padeciese la putrefacción del sepulcro en espera del día de la resurrección final.
Puede parecer simple o, mejor dicho, argumento en exceso sencillo. Pero así es
desde los escritos conocidos como Los Apócrifos Asuncionistas, entre los
que personalmente destacaría el de San Juan el Teólogo y el atribuido a José de
Arimatea. ¿Whatsapp sobre estos autores? Indagen y lean quienes
estén interesados. La mayoría coinciden en relatar que la Virgen, poco
después de la Ascensión de su Hijo, deseaba con fuerza reunirse con El y así se
lo pedía en sus constantes oraciones. El le aseguraba que, después de haberle
gestado, alimentado, y sufrido tanto por su causa, jamás le abandonaría y que
sus ángeles la seguirían guardando hasta el momento de su tránsito. De hecho,
una de las palabras clave para indicar este privilegio de María es "tránsito" que significa
"pasar o ir de un lugar o otro". Pero, ¿cómo pasó o subió María, cómo
fue tomada hasta los cielos?. Su cuerpo no era ingrávido pues nunca tuvo
naturaleza divina. ¿Qué experimentó realmente su cuerpo una vez que "el
alma de la bienaventurada Virgen María comenzó a subir al cielo entre salmodias
y ecos del Cantar de los Cantares , en una nube, después de que su
propio Hijo acompañado de multitud de ángeles había descendido poco antes para
acompañarla en este paso?. No está claro. La fe y los relatos que intentan
hacerla más sensorial y comprensible no son matemáticas ni física.
Respecto al
cuerpo, al cadáver, los Apóstoles lo llevaron para sepultarlo al Valle de
Josafat. Una luz celestial y aromas exquisitos salían del sepulcro
"mientras el cuerpo santo era asumido por los ángeles hasta el
cielo".El tiempo estival y el calor agobiante, allá donde lo sufran como es el caso de muchísimos lugares de España, nunca fueron propicios para las largas meditaciones ni las soledades fecundas. La climatología nuestra es así de traicionera porque los párpados se nos cierran sin querer y con ellos el libro y, al atardecer, irrumpe tentadora la cerveza fresca o el móvil juguetón o lo que se tercie y ha volado un día más. No somos ni nórdicos ni germanos ni tenemos la umbría de sus bosques ni su estructura mental, pero valoremos también lo nuestro, lo mediterráneo, ya que puede comprobarse cómo ejerce sobre ellos un poder de metamorfosis sea vacacional. Yo, por no tener, tampoco tengo whatsapp pero admito que es lo más útil y práctico para comunicar un rápido "qué hay sobre la Asunción de Nuestra Señora". Siempre que los destinatarios quieran abrirlo. Ha vencido el solsticio de verano y el día 15 de agosto la Iglesia conmemora dicha festividad desde que el Papa Pío XII proclamó el día primero de noviembre de 1950 como dogma de fe la creencia, ya apoyada desde antiguo, que "María fue asunta en cuerpo y alma a los cielos". No intento hacer teología, lo recuerdo una vez más , esencialmente en este tema tan profundo cuanto difícil que sigue absorbiendo las exégesis de los especialistas no sin dificultades, máxime considerando la cercanía temporal de su proclamación dogmática. El pueblo cristiano siempre fue fan de María, desde los primeros tiempos del cristianismo histórico, porque en la Madre por antonomasia veían abierto el camino seguro hacia el Hijo, sin recovecos, sin tempestades, sin asaltos a la supervivencia a veces azarosa que busca cobijo y misericordia. Ahora es lo mismo. El corazón de ambos es el mismo corazón, un único corazón, el final de trayecto, para qué GPS. Y si el Hijo, el Señor, fue librado de la corrupción de la muerte al tercer día, no tenía sentido que el cuerpo de su Madre que había gestado al autor de la Vida, padeciese la putrefacción del sepulcro en espera del día de la resurrección final.
María está con su Hijo en el Paraíso permanentemente. Es como si la resurrección de su cuerpo y su glorificación se hubiese adelantado a todos nosotros en razón de su maternidad divina. Ella es la Stella matutina que ilumina con su esperanza a las gentes de tantos y tantos pueblos que este día eclosionan en sus fiestas patronales, honrándola con todo tipo de advocaciones. Pero también es Mater fidei y Mater Ecclesiae y eso, sin premeditación, por casta obediencia a la voz del Espíritu, por un fiat generosísimo al Amor que la encumbró por amor al trono de la realeza merecida pero jamás tramada. Claudio Coello, nuestro pintor madrileño (aunque de origen portugués) que lo fue de cámara nombrado por Carlos II, pintó en 1669 un lienzo donde se presenta a María casi en apoteosis. Está en el Prado. Personalmente, tal exaltación de barroquismo me apabulla un poco, como a más de uno. La asfixia del espacio y la atmósfera tiene una ventaja: conviven varios personajes que, alejados en el espacio temporal, se apiñan ahora para exaltar a la Madre de Dios, sedente y en triple escabel tapizado. A nuestra derecha, San Francisco de Asís destaca por su elegante actitud reverente. Pero hay más. En el esquema compositivo, la Madre con el Niño sobre sus rodillas se alzan, incluso, un poco más arriba que las tres Virtudes teologales, cimientos de todo lo demás. Y todo por un "hágase". El SÍ de toda una vida, desde Nazareth hasta el reencuentro perpetuo en el cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario