Antropología teologal de la justicia liberadora con los pobres
El martirio de Mons. Romero, el
Card. Müller
y
la Teología de la Liberación
Agustín
Ortega Cabrera
Centro Loyola e ISTIC
Car. Müller |
Agustín Ortega |
En estas publicaciones, el Cardenal Müller junto a G. Gutiérrez, tal
como viene haciendo la enseñanza y vida de la iglesia, expone lo más valioso y
fecundo de la teología de la liberación; precisando y matizando algunos
posibles límites, malentendidos o deformaciones que se ha hecho sobre dicha
teología. Lo cual fue lo que encarnó y promovió mártires (testimonios) como el
de Mons. Romero o sus compañeros y amigos, los conocidos como mártires de la
UCA, del que celebramos ahora su 25 aniversario. I. Ellacuría, I. Martín-Baró
que junto a 4 compañeros jesuitas, casi todos de origen español, fueron
asesinados junto a una trabajadora y su hija en su Universidad del Salvador
(UCA). Todos estos mártires y testigos de la fe de la iglesia latinoamericana,
con sus comunidades eclesiales de base, su espiritualidad liberadora, su praxis
social…es la levadura de donde surgió la
TL.
G. Gutiérrez |
En dichos libros, efectivamente, Müller y Gutiérrez van la raíz de la
TL, que manifestó el testimonio de vida de Mons. Romero y de todo estos
mártires, como es la espiritualidad y antropología teologal. Esto es, como la
fe y la vida del cristiano está enraizada en el don de Dios (la Gracia), su
Amor y Justicia, que nos libera de todo pecado, mal e injusticia. La Gracia, el Amor de Dios que se nos dona en
Jesucristo y su Espíritu Santo, se encarna y asume toda la realidad, la
espiritual y personal, la cultural y social, la política y económica. La espiritualidad y antropología
cristiana tiene este carácter encarnado, social e integral que acoge y promueve
todas las dimensiones de las personas,
las corporales y materiales, las económicas, las sociopolíticas y espirituales.
Es una fe y antropología que supone la inteligencia de la fe, de la esperanza y
del amor que es inseparable de la justicia liberadora con los pobres de la
tierra. La fe cristiana se realiza en el don del amor y de la justicia, lo que
nos libera de la maldad e injusticia que sufre la creación. Y, de esta forma,
el servicio y compromiso del amor fraterno, de la solidaridad y justicia con los
pobres de la tierra es constitutivo de la espiritualidad y vida teologal, de la
misión evangelizadora de la iglesia, sin la que no existe verdadera fe ni
existencia cristiana. Ya que, en este sentido, el alcance teologal de la
justicia liberadora con los pobres está entrañado en el mismo Dios que, en
Jesús, se hizo pobre para liberarnos de la injusticia y de todo pecado.
Como se puede observar, toda esta antropología y espiritualidad implica
todo un quehacer teologal, una renovada metodología e inteligencia teológica que se realiza en
diversos momentos inter-relacionados:
Ignacio Ellacuría |
- En el juzgar o
valorar (cargar con) la realidad. Con una lectura creyente y teológica de la
realidad histórica, de los signos de los tiempos, desde el Evangelio del Reino
en su justicia con los pobres y con ese tesoro que es la Doctrina Social de la
Iglesia (DSI). El mal, la opresión e injusticia que sufren los pobres, a la luz
del Evangelio y de la DSI, es el pecado del (que daña) al mundo, el pecado
social y estructural. Es decir, el pecado personal del egoísmo, con sus ídolos
del poder y de la riqueza, cristalizan en estas relaciones y estructuras
sociales de pecado que llevan a su vez a más injusticia y mal, a más pecado.
Con una inter-relación inseparable entre el pecado personal y el
histórico-estructural, con las estructuras de pecado. Son esas relaciones
sociales inicuas, esos sistemas y estructuras políticas, económicas,
comerciales o financieras perversas que causan la desigualdad e injusticia de
la pobreza, Las estructuras de pecado que generan la opresión, desigualdad y
marginación que sufren los pobres, los excluidos y víctimas de la historia.
Frente a las teorías del desarrollismo economicistas, en el mundo existe una
lucha entre la gracia y el pecado, un
conflicto personal, social e histórico entre el bien y el mal, la paz y
justicia frente a la opresión, violencia e injusticia. Y hay que asumirlo y
luchar por que el amor fraterno, la paz y la justicia liberadora con los pobres
vayan venciendo a toda dominación, marginación y odio.
- En el actuar, en
el encargarse de la realidad, en la praxis social, liberadora y transformadora
del mundo, de sus relaciones, estructuras y sistemas injustos. Asumiendo por
tanto el inherente carácter social de la fe y del amor. Esto es, la caridad
política, pública y social que busca el bien común y la justicia con los
pobres, ir a las causas de la pobreza, de la injusticia y opresión. Para que se
vaya alcanzando así la civilización del amor y del trabajo, de la dignidad del
trabajador, por encima del capital, del beneficio. Con una justa distribución y
destino universal de los bienes que, siempre, tiene la prioridad sobre la
propiedad o el mercado. Esta acción y compromiso social se hace en comunidades
espirituales o eclesiales, sociales y solidarias. Junto a aquellos movimientos
sociales o ciudadanos emancipadores, liberadores que luchan por la paz, el
desarrollo integral y la justicia universal, global con los pobres de la
tierra. Los pobres y pueblos crucificados por la injusticia junto con los que
los defienden y promueven su liberación integral, el protagonismo y promoción
liberadora e integral de los pobres, son los signos permanentes de la historia.
Y desde estos signos de los tiempos en la justicia liberadora y protagonismo de
los pobres, hay que discernir, encarnarse y comprometerse por el Reino. Ello
requiere, por tanto, el discernimiento de las mediaciones sociopolíticas que se
vaya aproximando al Reino, las ideologías o sistemas políticos, tal como puede
ser un socialismo democrático. Lo cual significa la justa y universal distribución o destino de los
bienes, los pueblos y los pobres como los sujetos de la historia. Lo que se
opone tanto al liberalismo, al capitalismo como al comunismo estatalista o
colectivismo. Pero sin la identificación de estas posibles mediaciones o
ideologías-sistemas con la fe; lejos de todo confesionalismo e ideologización
del cristianismo o cualquier otra religión, que no se confunde nunca con las ideologías
o corrientes partidistas.
Todo este método
(camino) teológico, este quehacer teologal y espiritual en la justicia con los
pobres, para que sea autentico y creíble, supone luchar pacíficamente contra el
sistema e ideología que hoy domina y que causa la pobreza, el hambre y muerte
de los pobres. Es decir, el neo-liberarismo (económico), el capitalismo que por
esencia es inhumano, injusto e inmoral. Vamos concluyendo y como se ve, el
martirio y testimonio de creyentes como Mons. Romero, que encarnó con su vida
toda esta espiritualidad y antropología teologal, es un martirio por la fe que,
cuando es verdadera, se realiza en el amor, la paz y la justicia liberadora con
los pobres.
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