II DOMINGO CUARESMA (B)
Este es mi Hijo amado; escuchadlo.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9,1-9.
En
aquel tiempo Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos
a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron
de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se
les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la
palabra y le dijo a Jesús: —Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres
chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaban asustados y no
sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la
nube: —Este es mi Hijo amado; escuchadlo.
De
pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis
visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado y discutían qué querría
decir aquello de resucitar de entre los muertos.
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Iglesia de la Transfiguración Tierra Santa |
1.-
Texto. Los
discípulos saben que el mesianismo de Jesús no es un camino triunfante avalado
por su todopoderosa filiación divina. Poco antes de su transfiguración, en la
confesión de Pedro, le dice a los discípulos que el Hijo de hombre tiene que
padecer y morir (cf. Mt 16,21). Para reforzar su fe, se lleva a su círculo
íntimo a orar al monte. Transfigurado Jesús por la presencia divina, el Padre
comunica su identidad y función fundamental a Pedro, Santiago y Juan: es el
Hijo amado; es la Palabra que revela la auténtica voluntad del Padre; es el que
completa y resume la ley y los profetas. Con él, como ya lo indicó con Juan
Bautista (cf. Mt 11,7), comienza un mundo nuevo, una vida nueva.
2.-
Mensaje. Pero
el estilo de vida de Jesús es el de un siervo, obediente a Dios, obediente al
servicio de los hombres, como antes el Padre le reveló en el Bautismo (cf. Mt
3,17). Forma de siervo que le lleva al extremo de morir por amor en la cruz:
«No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13).
Pedro, Juan y Santiago lo van a contemplar muy pronto en la oración del huerto,
cuando suda sangre y se rompe interiormente al contemplar la inutilidad de su
ministerio y al presentir su camino de cruz (cf. Mc 14,32-42par). Por ello, los
discípulos necesitan saber que la cruz no puede esconder, y menos negar, la
vocación divina de Jesús, la revelación definitiva de la voluntad salvadora del
Señor a todos sus hijos. Y tal experiencia se les presenta con la glorificación
de Jesús, aquel que la cruz no podrá con él, porque Dios, desde siempre, le ha
sido fiel.
3.-
Acción. La
pasión y la cruz es un camino que termina en la resurrección. Es la vía que ha
recorrido Jesús. Nuestra vida también
entraña las experiencias de felicidad y tristeza, de gloria y de muerte, de
gracia y desgracia, etc., en su caminar lento o rápido hacia el encuentro con
el Señor. Nuestra existencia no es toda gloria, como si fuéramos ángeles, ni es
toda desgracia, como si fuéramos diablos. Nuestra historia es un cúmulo de
experiencias buenas y malas, de tabores y de cruces que se entrecruzan
continuamente, o por fases y tiempos determinados. Debemos convencernos que al
final está la resurrección; que al final sólo quedará lo que hayamos amado, es
decir, la dimensión de Dios hecha realidad en nuestros actos y actitudes (cf.
1Jn 4,16). No necesitamos ni la venganza, ni la violencia, ni el poder para
solapar la desesperanza o las frustraciones. Simplemente ser fiel, como Jesús,
al Padre, que tiene la última palabra sobre nosotros, y nos lo demuestra, de
vez en cuando, en los momentos de felicidad que disfrutamos a lo largo de
nuestra vida.
El Hijo Amado, El Predilecto, aquel se fue, y el Padre espera impaciente que se acerque …para darle el Abrazo más grande, El descarriado y apartado de su Amor…Ese es el más querido… MCValcárcel
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