Contenedores
Francisco
Henares Díaz
Instituto Teológico de Murcia OFM
Pontificia
Universidad Antonianum
Habrán
visto Uds. en TV y radio que se quiere aprobar una ley que borra del mapa
social a esos pobres hombres y mujeres que pasan por los contenedores al
atardecer, levantan la tapa grande, y empiezan a rebuscar materiales que les
sirvan, desde unos tomates todavía aprovechables hasta unos zapatos pasables, y
desde un bol de plástico a un tubo de metal o de hierro. O sea, que lo que
nosotros tiramos, otros lo aprovechan. Más de una vez se ha dicho que por lo
que una familia tira a la basura se sabe el nivel de vida en que se halla. El
contenedor es como un termómetro que mide la temperatura del bolsillo en
billetes. Por ejemplo, si tira una familia mucho papel medimos que se lee en esa casa y se compran revistas,
o algo parecido. Y a lo mejor, pensamos que tiene carrera, y por supuesto, no
está en paro. O bien deja una TV obsoleta allí tirada, porque ya se ha comprado
una TV de plasma. Y suma y sigue.
Pues a mí me interesa aquí hacer una
defensa solidaria de esas personas junto al contenedor. Haré unas reflexiones
acerca de lo que hablamos. Sale en la TV un político municipal o regional y
empieza a hablarnos de lo buena que será
esa ley, porque valdrá para más higiene en la calle, para tener más limpia la
ciudad, y todo eso. Se ve claro que culpa de la porquería de nuestras calles a
esos de la carretilla, la moto y de las bolsas a cuestas que se llevan. Es
cierto que más de una persona de las que hablamos en torno a los contenedores,
saca las bolsas de adentro, las raja, y esturrea lo que no se lleva. Pero
también hay otras personas que dejan la basura en el suelo, o envían al crío y
éste no recicla. Pues señores políticos multen, prohíban y repriman a todos los
sucios, igual que hacemos con los propietarios de los perros en calles y
jardines, pero no prohíban como única forma, sino que vivan las personas de lo
que hacían debidamente. No todos serán igual de sucios. Prohibir es la cosa más
fácil del mundo. Y encima ese político en la tele decía que las multas serán de
órdago. De 800 euros. Se queda uno pensando: este político ¿sabe para quién
habla? Para gente bien, supongo, porque
los busca bolsas en el contendedor no han visto 800 euros juntos en su vida,
quizás.
Y aquí me viene a las mientes otra reflexión.
Carroña es cosa, idea o persona despreciable, según el DRAE. Y
carroñero sería oficio de eso mismo. La
basura es despreciable, pues. Siento que la palabra coja un sentido peyorativo
siempre, pero se nos olvida que el ser humano fue carroñero en la antigüedad.
Para sobrevivir tuvo que ser carroñero, vivir de las sobras, porque animales
más potentes que él se llevaban la mejor parte. Da pena llamar carroñero a un
hombre o una mujer, pero el carroñero hace un servicio a la sociedad y a la
vida sana, a la ecología. Nadie desprecia a la abubilla, o al cuervo, o al buitre
por ser carroñero. Hasta son especies protegidas en la biodiversidad. Son
útiles. Así que si el hombre aprovecha lo que otro tira, no debiéramos
ofendernos, sino agradecerlo. Pero nos hemos vuelto tan higiénicos y guapos que
se convierten en seres despreciables. Hasta habría que ocultarlos y que salgan
solo de noche, porque producen mal aspecto en la ciudad.
A mí me gustó más lo
que dijo una chica en TV, al ser preguntada por todo esto, tras el aviso de que
serían prohibidos. Dijo:
a nadie le gusta
ser carroñero, si estuvieran con un trabajo retribuido, se librarían del contenedor.
Vamos que nadie va al contenedor por deporte, señores políticos. Y ahora cabe
una última reflexión. ¿Puede haber intereses en borrar del mapa social a estas
personas porque no es grata su figura? O ¿cabe la posibilidad de que alguna
empresa esté interesada en industrializar todo esto, y le estorben los
carroñeros para sus fines? Demasiadas preguntas quizás. Nadie habla de estas
posibilidades. Nadie habla de mejoras en el empleo, tan enteco éste. Más fácil
hablar de prohibir. Uno vuelve a pensar cómo las especies tienen sentido en su quehacer
natural (la hiena, por ejemplo, que es carroñera), y los humanos, no alcanzamos
a ordenar nuestra distribución en el hábitat. ¿Quién sabe más de la vida
nosotros o ellos?
A mí
de todos modos, lo que más me preocupa es la multa. ¿Cómo la va a pagar el
hombre con su carrito, su bicicleta vieja, o la bolsa entre las manos? 800
euros. ¿En qué estarán pensando los políticos guapos, bien aseados, y
nosotros pintiparados? Y si no la puede
pagar ¿a qué viene poner la multa, si se declaran insolventes? A lo mejor lo que necesitamos es irnos al
campo y ver más a los animales, y que nos dé el aire. Todo menos atosigar a los
pobres. Y en todo caso, vamos a crear puestos de trabajo, porque la crisis da
para muchos contenedores y para muchas bolsas de hambre.
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