DOMINGO V (B)
«Se marchó al descampado y allí se puso a orar»
Lectura
del santo Evangelio según San Marcos, 1,29-39.
En aquel tiempo, al salir Jesús de la
sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón
estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la
mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se
puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se
agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos
demonios; y como los demonios lo conocían no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se
marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al
encontrarlo, le dijeron: —Todo el mundo te busca. El les respondió: —Vámonos a
otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he
venido.
Así recorrió toda Galilea,
predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
1.- Después de un día agotador, tanto en la predicación
de la Palabra, como en las curaciones, Jesús no se va a la cama para descansar.
Se retira solo a orar, igual que cuando recibe la llamada en la bautismo y se
va al desierto para intensificar la relación con su Padre; para volver a
escuchar que él es su Hijo y para seguir convencido que no tiene privilegio
humano alguno por pertenecer a la gloria divina y por ofrecer el pan a los
pobres, la salud a los enfermos y la libertad a los endemoniados. El éxito no
le hace cambiar de vida, porque la oración lo sigue ligando a Quien es su
origen, a Quien le ha dado la misión de salvación y a Quien le ha enseñado cómo
tiene que realizar el plan divino: con humildad, con servicialidad.

2.- Cuando Pedro
comunica a Jesús que la gente le busca por los beneficios que ha recibido, no
se queda para disfrutar del bien dado o del bien compartido. Jesús no espera
ningunas «gracias». Jesús es el camino, la verdad y la vida donde transita el
Padre para hacerse presente en nuestra historia personal y colectiva. Cuando
pensamos en la familia, en la Iglesia como «familia del Señor», no podemos
concebirlas como algo estático, fijo, encerrado entre unas paredes, o algo
inmóvil que le hemos echado el freno para que no se nos escapen los hijos o los
jóvenes o menos jóvenes ilusionados para darse y abrir nuevos horizontes de
amor. La vida es un movimiento continuo que camina hacia los demás y hacia el Padre por medio de Jesús. No es posible
retener el bien, cercarlo para que no se nos escape, y vivir de él. O caminamos con nuestros hijos y nuestros
jóvenes, o se nos van y, por consiguiente, la vida se enquista y se
empobrece.
3.- Las primeras
pruebas de la veracidad de la cercanía del Reino es la liberación de la
esclavitud del mal del endemoniado de la sinagoga y la curación de la suegra de
Pedro. Resuena a nuestros oídos la frase en la que Jesús se define a sí mismo y
a su misión: «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir, y a
dar su vida en rescate por muchos». Jesús sirve, la enferma se le quita la
fiebre y se pone a servir, como Marta, o cualquier mujer que cuida su casa para
que sea habitable. Jesús nos va liberando poco a poco de nuestros demonios, de
nuestras enfermedades, pero lo hace para que se descargue la potencia natural
de la entrega a los demás y la potencia de la presencia del amor misericordioso
divino. No nos cura para que enfermemos de nuevo, para someternos de nuevos a
otros demonios, sino para que descubramos dónde está el necesitado para
servirle, y dónde está el Señor para relacionarnos con Él, orar y potenciar
nuestra capacidad de darnos.
Solidaridad...igual a Amar…igual a comprender…igual a ponerte en la piel del que más sufre…Solidaridad con los que la Soledad, sí con mayúscula, envuelve su vida y sus Almas…eso es para mí Solidaridad. Mari Carmen Valcárcel.
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