ESPÍRITU SANTO
I
El Espíritu en la Escritura
El Espíritu está en la creación del
mundo (cf. Gén 1,2), como se interpreta en el AT: «Envías tu Espíritu y los
recreas y renuevas la faz de la tierra» (Sal 104,30; cf. Éx 37,14; Rom 8,11).
El Espíritu está en la concepción de Jesús, según le dice el ángel Gabriel a
María: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te hará
sombra» (Lc 1,35). El Espíritu, por consiguiente, dice relación a la vida. Pero
también el Espíritu dice relación a la fe y al conocimiento del Hijo y del
Padre: «Y nadie puede decir ¡Señor Jesús! si no es movido por el Espíritu
Santo» (1Cor 12,3; cf. Jn 14,26); «Y como sois hijos, Dios infundió en vuestro
corazón el Espíritu de su Hijo, que clama: Abba Padre» (Gál 4,6; cf. Rom
8,15-17). El Espíritu, en fin, dice relación de amor, que se manifiesta de
muchas formas (cf. 1Cor 12,4), por ejemplo, en dones: «sabiduría, inteligencia,
consejo, fuerza, ciencia, piedad, temor de Dios» (Is 11,2), y frutos: «amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza» (Gál
5,22-23).
1º El
Espíritu en Israel
La relación del Señor con todo cuanto existe se va intensificando paulatinamente. En primer lugar está con la creación, después con los hombres, más tarde con Israel, y dentro de Israel con ciertos oficios o personas que ejercen una función especial, como son los justos, los profetas, los jueces y los reyes. Pero la culminación de la presencia del Espíritu en la realidad creada será sobre el Mesías y se realizará en la plenitud de los tiempos (cf. Is 1,1-9). Es entonces cuando se concretarán los rasgos precisos del Mesías: descenderá del linaje de David (cf. Is 11,1), poseerá el espíritu de los profetas, establecerá la justicia entre los hombres, tendrá una relación esencial con Dios, porque será un símbolo de la santidad de Dios (cf. Is 1,26; 5,16); hará posible de nuevo la convivencia humana, porque recuperará la relación pacífica que existía al principio de los tiempos en el paraíso (cf. Is 1,6-9). En el Mesías: «...reposará el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia,...» (Is 1,2).
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