Clara de Asís. Comentario teológico de su Testamento.
F. Martínez
Fresneda
Eds. Arántzazu,
Oñate (Guipúzcoa) 2015, 174 pp., 13,5 x 21 cm.
La segunda parte del Testamento expone
el origen de las hermanas (vv. 24-36), su compromiso con la pobreza (vv. 37-55).
Se estudian dos temas importantes para la forma de vida clariana: su vocación
no es para la contemplación según se comprende en la tradición monástica de la
Iglesia; su forma de vida, escrita y
enseñada por Francisco, se inserta en la historia de Jesús, que es el
Evangelio, es decir, la vida de «pobreza».
La experiencia de fe de Clara le conduce al seguimiento de Jesús pobre y
crucificado, como visualiza Francisco. Por consiguiente, la vocación de Clara
entraña una misión itinerante,
servicio inserto en la dinámica histórica de la vida de Jesús y en la de los
habitantes de Asís, y abre un brecha en los muros feudales que confinan la vida
social y religiosa de la mujer de entonces. La mejor prueba es cuando Clara
abandona los monasterios donde inicia su seguimiento de Jesús y Francisco y se
instala en San Damián, como se lo ha revelado el Señor en el Evangelio, y
a la vista de los habitantes de Asís.
En la parte última del Testamento (vv.56-79)
se estudia la relación fraterna en la que se explicita la vocación y forma de
vida de Santa Clara; la obediencia: superioras y súbditas; la perseverancia y
la bendición final. El párrafo que trata de la «vida fraterna» (vv. 56-60),
tiene tres partes. La primera versa sobre el Padre de las misericordias: «A
causa de lo cual, no por nuestros méritos, sino por la sola misericordia y
gracia del espléndido bienhechor, el mismo Padre de las misericordias esparció
el olor de la buena fama, tanto entre los que están lejos como entre los que
están cerca» (TesCl 58). En la segunda escribe cuál es el fundamento de la vida
fraterna, tanto en su origen creyente como histórico: es el amor vivido y
descrito por Jesús (TesCl 59-60). La relación fraterna se evidencia en el amor
de Jesús, un amor que no es sólo de servicio mutuo, sino experimentado
interiormente, es decir, un amor con el que se hace y forma una hermana
clarisa. Dicho amor parte del Señor y termina siempre en las hermanas. Por
último, describirá cómo dicho amor fraterno se concreta en desarrollar algunos
valores o virtudes cristianas que indicarán el estilo peculiar que comporta la
fraternidad clariana. Ser consciente de que la fraternidad se funda en la
caridad de Cristo es primordial. Clara toca el centro de la fe, y en cuanto
tal, la identidad de la fraternidad clariana, hondamente enraizada en la
lectura que San Francisco hace de Jesucristo, porque su caridad es la presencia
del amor de Dios en la historia y la relación concreta que establece con sus
criaturas: son hijos en su Hijo.
El Testamento de Santa Clara, siguiendo a San Francisco, es un escrito
que expresa su honda experiencia de fe; por eso da lugar a unos pensamientos
creyentes que iluminan constantemente la existencia de la Familia Franciscana. Santa Clara escribe con espontaneidad y
soltura, y sin un esquema previamente estudiado y fijado lo que quiere dejar a
sus hermanas: el más grande patrimonio de su vida, que no es oro ni plata, sino
su seguimiento de Jesucristo pobre,
observando a San Francisco.
El hilo conductor del Testamento es la vocación de Santa Clara, sus motivaciones y
convicciones cristianas más profundas, que constituyen el cimiento de la
fundación clariana y su rica aportación a la espiritualidad cristiana. Santa
Clara quiere mostrar a sus hermanas lo siguiente: una vocación que sea el marco
en el que se encierre el sentido de vida evangélico de todas las que la siguen.
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