DOMINGO I CUARESMA (C)
Lectura del santo
Evangelio según San Lucas 4,1-13.
En aquel tiempo, Jesús, lleno del
Espíritu Santo, volvió del Jordán, y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue
llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo
estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: ―Si
eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan. Jesús le
contestó: ―Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre». Después, llevándole a
lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo, y le
dijo: ―Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado y
yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.
Jesús le contestó: ―Está escrito: «Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo darás
culto». Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le
dijo: ―Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito:
«Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus
manos, para que tu pie no tropiece con las piedras». Jesús le contestó: ―Está
mandado: «No tentarás al Señor tu Dios». Completadas las tentaciones, el
demonio se marchó hasta otra ocasión.
1.- El Espíritu de la vida y fuerza de Dios derramado sobre Jesús en el
Bautismo le conduce al desierto, el lugar para Israel del encuentro con Dios y
con el diablo. En esta dimensión figurativa y teológica de las tentaciones, la
estancia de Jesús se fija en cuarenta días, que es un número simbólico que
refiere una situación estable de paz, o también, si se cifra en años, es igual
a una generación, es decir, el tiempo en que una persona o un pueblo se hace,
en este caso los años que camina Israel hasta alcanzar la tierra prometida.
Aplicado a Jesús, estos días indican la duración de su inmediata actividad
pública hasta su resurrección, en la que se revela progresivamente su verdadera
identidad de Hijo de Dios. Satanás, el adversario del hombre, un
acusador, un fiscal, o el espíritu del mal desafía a Jesús. Y lo desafía para
que abandone la misión que Dios le ha encomendado como Hijo de iniciar el Reino
en forma de hombre, de siervo, sin poderes excepcionales para defenderse o
imponerse a los demás.
2.- La primera tentación recuerda cuando Jesús alimenta a
la multitud en la multiplicación de los panes en su condición poderosa
de hijo de Dios (Mc 6,30-44par) como signo de su preocupación por la vida de
los demás. Por consiguiente, su poder filial puede utilizarlo en beneficio
propio cuando tenga hambre, o cuando se vea en peligro, pero esto le desviaría
de su forma servicial de vida. La segunda tentación le ofrece a Jesús
ser señor de multitud de reinos, con tal de adorar al diablo. Pero Jesús no ha
venido a mandar, sino a servir y a dar su vida como rescate por todos» (Mc
10,42-45). La tercera tentación propone usar sus poderes filiales tirándose
desde el lugar más público de Israel para hacer una exhibición de cara a la
galería, con lo que seduciría a las masas. Se le invita a realizar un signo
con que demuestre su filiación gloriosa y poderosa. Esta escena
evoca el momento cuando Jesús está muriendo en la cruz y resuenan estas
palabras en sus oídos: «Se ha fiado de Dios: que lo libre si es que lo ama.
Pues ha dicho que es hijo de Dios» (Mt 27,43). Sin embargo, la salvación viene
con un estilo de amor, cuyo sacramento es el servicio y el sacrificio. Pero
este estilo, al que Jesús es fiel, no lo conocen sus adversarios ni sus
discípulos.
3.- Jesús no cae en la tentación, porque es fiel al Señor
por medio de la oración. Nosotros también percibimos a lo largo de nuestra vida
las tentaciones de evadirnos de nuestras resposabilidades familiares, sociales
y religiosas. También nos sentimos tentados de ser el centro de todos los
corros y de imponernos a la fuerza a los demás. Y Jesús nos enseña que el único
camino para alcanzar nuestra dignidad humana y la única posibilidad de hacer el
bien a todos, es servir como expresión máxima del amor. Y al amor a Dios y a
sus hijos es lo que hace a Jesús superar las tentaciones. Es el ejemplo a
seguir. El evangelista Marcos, trae una frase diferente a la tradición de las
tentaciones de Mateo y Lucas «Vivía con las fieras y los ángeles le servían»
(1,13). Los animales no son ahora enemigos en busca de su presa, sino los que
acompañan al hombre en el camino de la vida. Y los ángeles que le sirven
recuerdan la apertura de los cielos por la permanente relación de fidelidad de
Dios hacia Jesús, al que mantiene unido a lo largo de todo su ministerio
público. Y también los que colaboran con el Hijo del hombre para reunir a sus
elegidos; son aquellos que han estado junto a él y le han ayudado a su misión.
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