COMENZANDO DESDE
JERUSALÉN. II/1-2
de JAMES D.G. DUNN
Recensión del prof. RAFAEL SANZ VALDIVIESO
Pontificia Universidad Antonianum/ Instituto Teológico de Murcia
OFM
Este poderoso y monumental volumen del prof. Dunn, ―editado en
dos tomos en español― se sitúa en el punto donde terminó su anterior volumen
encuadrado en el título general: «El Cristianismo en sus comienzos I: Jesús recordado». De ahí que se continúe
con las partes VI, VII, VIII y IX con los capítulos 20 hasta el 37. Se trata de
estudiar de forma coherente, y en sentido unitario, la formación del
cristianismo primitivo, o mejor, la formación de la fe cristiana, en la primera
comunidad cristiana, con la presencia de los helenistas y la misión a los
paganos, la misión propia de Pablo y su importancia desde su vocación como
apóstol. Si el primer volumen se centraba en la persona de Jesús, como punto de
arranque, considerando el hecho de la fe en él como parte de la historia y
teniendo la fe un papel integrador de los que supone el método histórico
crítico, ahora se propone estudiar el periodo de tiempo que va desde el año 30
hasta el 70 (fecha de la caída de Jerusalén, de la destrucción del templo),
término de la primera generación cristiana posterior al ministerio terreno de
Jesús, teniendo en cuenta las fuentes y los datos históricos, sobre todo de los
Hechos de los Apóstoles y las cartas de Pablo (que ya había estudiado en su
obra The Theology of Paul the Apostle,
1998).
Los matices que introduce en el uso de los términos
(cristiandad, cristianos, iglesia, sinagoga, discípulos, creyentes, los que
invocan el nombre del Señor, hermanos, santos, elegidos, pobres, etc.) son
claros para comprender la identidad corporativa y la variedad de relaciones e
interacciones de las comunidades cristianas primitivas que continuaban la
misión de Jesús. Desde Jesús hasta la misión de Pablo y su anuncio de Jesús
crucificado como Señor, es decir, del Reino de Dios anunciado por Jesús se
llega al evangelio de o sobre Jesús, ya desde muy pronto, como indicaría el
himno de Flp 2,6-11. Se ha pensado que esa transición es obra de Pablo, quien
habría transformado el evangelio del Reino en el evangelio de Jesucristo; de
haber anunciado el reinado futuro a su cumplimiento en Jesucristo (pero la
cristología comienza en el mismo Jesús). De la secta judía a la religión que
incluye a los gentiles, puede resumir el movimiento que va desde la muerte y
resurrección de Jesús hasta la distinción o separación en el año 70. Las
fuentes se mencionan según una conexión que no borra el dato de ser externas
(desde Flavio Josefo a Dion Casio, que aluden o citan un movimiento
identificable) o las propias de la comunidad cristiana, como el Libro de los
Hechos, cuyo autor es Lucas y las cartas de Pablo. En el caso de Lucas, es la
segunda parte de su obra histórica, de su “diêgêsis” de los hechos que “nos
transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares y servidores
de la palabra” (de la acción de Dios y su propósito), por eso el valor positivo
de los pasajes “nosotros” de Hechos. Una tabla compara lo descrito en Hechos
con la actividad de Pablo. Es una historia que narra la salvación en Jesucristo
como continuación de la historia bíblica de Israel (reino de Dios aludido en Hechos),
aun aceptando una cierta idealización de la primera comunidad de Jerusalén. En
las cartas de Pablo hay una consciente asunción de elementos, credos, liturgia,
fórmulas kerygmáticas, que forman parte del patrimonio cristiano anterior a
Pablo y la transmisión de las enseñanzas de Jesús.
La séptima parte contiene seis caps., que describen el comienzo
en Jerusalén de la comunidad después de Pentecostés y los aspectos internos y
formación de la primera comunidad, relatando su carácter religioso, su centro
era el grupo de los Doce y en concreto algunos, Pedro, Santiago y Juan; la fe
en Jesús y el significado de su muerte asumido en ella al confesar la
resurrección. También se estudia el grupo de los helenistas con los siete
diáconos y su relación con Antioquía, aunque hablar de una teología antioquena
quizá sea prematuro si se refiere a esos años cuarenta del siglo I, cuando la
predicación se ha hecho en lengua griega, con un probable desarrollo de la cristología y de un
comienzo de tradición que se sedimenta en Q o en la formación del concepto de
“ekklêsía”. Pero es también el momento de la emergencia de Pablo, que empieza
en Antioquía su viajes misioneros, de la misión de Pedro y de la crisis de
crecimiento que refleja Hechos 13-15 la misión en Chipre y Asia Menor y la
asamblea de Jerusalén, el incidente de Antioquía y el enfrentamiento entre
Pablo y Pedro, Santiago, etc.
La parte octava está dedicada a Pablo, apóstol de los gentiles,
exponiendo en seis capítulos la cronología y datos principales sobre los viajes
y tareas de Pablo, su figura como apóstol, su percepción personal, su
estrategia, su métodos de apostolado, sus colaboradores, su pensamiento o su
“evangelio” y su obra literaria, pues es escritor de cartas. Las iglesias
paulinas y su formación, su composición y sociología, las relaciones entre sí,
así como la misión en el mar Egeo, situándose en Éfeso y prolongándose a
Corinto y Acaya (Grecia y Macedonia), época de las cartas a los Corintios, de
gran importancia por representar un aspecto crucial de su apostolado y por las
consecuencias que tuvo la primera carta en la comunidad, como deja ver la 2Cor
y el modo de comprender la formación y evolución interna de una iglesia. La
carta a os Romanos es estudiada en el cap. 33, en el momento en que se despide
de Éfeso y de las iglesias de Asia Menor.
La parte novena está dedicada a los años finales de Pablo, su
arresto en Jerusalén, su traslado a Roma, las cartas escritas en este tiempo y
a los años finales de Pedro hasta su martirio. La iglesia de Jerusalén y el
momento de la crisis de la guerra contra Roma, junto con el silencio sobre
Santiago y la iglesia que sabemos por noticias de los historiadores citados por
Eusebio. Al final, el cap. 37 resume lo que es el legado de la primera
generación, la iglesia que crece y madura (cf. carta a los Efesios), pero
también se enfrenta a momentos oscuros y agitados (como se deja ver en las
cartas de Santiago y 1-2Pedro). Las cuestiones de autoría y composición de
tales cartas no se discuten ya que son controvertidas, pero sí se destaca que
son cartas que siguen la tradición cristiana y las aportaciones de la liturgia
y parénesis propia del cristianismo, aun cuando se arraigan también en las
tradiciones sapienciales del judaísmo antiguo (sobre todo Santiago), no
obstante la divergencia totalmente característica de la carta. Todo ello indica
el enorme trabajo condensado en este enorme volumen sobre la formación del
cristianismo primitivo de los años 30
a 70 del siglo I.
Es un libro de estudio y de consulta, con excelentes síntesis y
estados de la cuestión referidos a Hechos, a Pablo y sus cartas, a las
comunidades cristianas emergentes, al judeocristianismo. La edición de Verbo Divino en dos volúmenes es
impecable (Estella [Navarra 2012]).
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