Historia y Evangelio
I Centenario de la muerte de la Madre Paula Gil Cano (1913-1013).
Pedro Riquelme Oliva (Ed.)
Con ocasión del primer centenario de la muerte de M.
Paula Gil Cano (Murcia 1913), la Congregación de las Hermanas Franciscanas de
la Purísima organizaron unas Jornadas donde se abordó la personalidad de la
Fundadora desde el punto de vista histórico, teológico, espiritual y pastoral.
Introduce las Jornadas el prof. Riquelme Oliva, del Instituto Teológico de
Murcia OFM. Glosa la vida de la M. Paula con los acontecimientos más
importantes que suceden en su historia personal: familia, residencia en
Cartagena, llamada a Murcia por la riada de Santa Teresa, las inundaciones de
Consuegra, el cólera de Murcia, la creación de fraternidades y de casas que
acogían a las personas marginadas, solas y pobres que se daban por doquier en
la ancha geografía española. M. Paula pertenece a esas mujeres que en el siglo
XIX y principios del XX en España «sin relieve a los ojos del mundo, son
gigantes de amor, que construyeron la Iglesia de la Caridad en aquellos años
recios de pobreza, analfabetismo y carencia de asistencia sanitaria» (35). La
vida de caridad que imprime a las hermanas que le siguen en su entrega sin
límites a los pobres, lo plasma en las Constituciones de la Congregación,
dándole una identidad para que sus vidas tenga sentido siempre en la
espiritualidad franciscana que vive en la Iglesia del Señor.
El
prof. Ulderico Parente, Consultor de la Congregación de las Causas de los
Santos, resume el texto que ha escrito sobre M. Paula y en el que reelabora la
vida de la M. Paula con más de 300
documentos inéditos. Da una visión de M. Paula centrada en el contexto
histórico y en las obras llevadas a cabo, siempre basado en documentos
históricos de primera mano, y sin adoptar prejuicio alguno en la selección y
exposición de dichos documentos. Por eso no tiene en cuenta la primera vida
redactada por la M. Cecilia, fuertemente apologética, y también excluye, en parte, la Vida Ejemplar de sor Concepción Vázquez,
redactada con la idea de santidad que rige en la Iglesia de mitad del siglo XX,
distorsionando los hechos históricos, o poniéndolos a servicio de la forma de
ser un cristiano ejemplar elaborada por los espirituales de la teología y vida
cristiana. Con todo, la tiene en cuenta por ser un testimonio de la santidad de
M. Paula, que, cada vez más, es consciente la Congregación. Describe los
acontecimientos sabidos de M. Paula, bien fundados desde siempre y por el
anterior biógrafo, Barrios Moneo. Las nuevas pruebas documentales que aporta la
Positio redactada por Ulderico son:
El caso de doña Amparo Pérez, cuya separación de la Congregación «fue el
resultado final de un progresivo camino, resultado no de contrastes con la M.
Paula, sino más bien de constantes desobediencias al P. Malo y de iniciativas
tomadas sin los permisos eclesiásticos» (56). Lo mismo se puede afirmar sobre
la problemática del frustrado Capítulo General, donde se descarta la
insinuación del P. Paga sobre una desobediencia de M. Paula al Obispo de la
Diócesis de Cartagena. Entre el Obispo y el el P. Paga hay contradicciones tan
evidentes que, alguno de los dos, o no estaba bien informado, o conscientemente
no decían la verdad (63). Lo mismo se puede decir de la obediencia de M. Paula
a los nombramientos de la Sagrada Congregación a partir de la Visita Apostólica
realizada por el P. Miguel Martínez.
Escribe el prof. Ulderico: «Estoy personalmente convencido de que el
gran valor de la M. Paula desde el punto de vista histórico y también teológico, radica en haber asumido e
interiorizado, en primer lugar, sus propias limitaciones, en la conciencia de
su humildad, y en haber atribuido a la Providencia de Dios todo paso adelante
que dio y, también, la superación de todo obstáculo que encontró a su paso»
(81). Sobre las virtudes de la M. Paula, el autor tiene una visión más bien
antropológica que teológica sobre los valores que deben jalonar la vida de una
creyente como M. Paula. Se confunde la fe confianza
y la devoción a María con la fe teologal,
don exclusivamente divino que nace en la Resurrección y Pentecostés, y la
caridad, potencia amorosa divina gratuita y libre, muy distinta al servicio de
amor a los pobres, que se apoyo por lo general en la inclinación y convicción
natural de entrega, que se origina en la potencia vital que entraña el amor, el
eros. Falta explicitar la esperanza
teológica. Esto hay que cuidarlo mucho para fundar mejor la Positio. No se puede olvidar que las
tres virtudes teologales tienen un doble aspecto: el descrito en el texto en
cuanto expresan una forma de ser del cristiano cuando se relaciona con el Señor
y el objetivo, es decir, la fe, esperanza y caridad en cuanto vehiculan la
salvación de Dios que realiza por medio de Jesucristo a favor de todos los
hombres. Y los dos aspectos son dones
gratuitos del Señor. La esperanza, que falta en el texto, es vivir entre la
salvación incoada en el presente y el futuro pleno de ella. Es la seguridad que
la experiencia tanto buena como mala de la historia serán trascendidas en el
futuro por la acción del Señor. Y M. Paula tiene dichos y hechos que remiten
constantemente a la esperanza teológica: «Mientras vivamos estamos en un tiempo
de prueba», etc., etc.
El prof. Martínez Fresneda se
funda en la siguiente afirmación de M. Paula para exponer su espiritualidad
encarnada siguiendo el estilo de vida franciscano. En la segunda Carta que
M. Paula escribe a Dña. Josefa Santa María y a su yerno D. Eusebio Vasco,
fundadores del Colegio «San José» de Valdepeñas, termina diciéndoles: «En fin, no dejaría la
pluma porque creo que estoy hablando con los dos personalmente, pero es
preciso, me llama el cumplimiento de mis obligaciones y debo dejar a Dios por
Dios» (Carta 2,11) . El párrafo indica que las relaciones personales que
mantiene con sus amigos y bienhechores las vincula con el tiempo que dedica a
las hermanas, a los niños y demás servicios y se despide para ir a los rezos
comunitarios. En la vida franciscana no se da una contraposición entre vida
contemplativa y vida activa. La contemplación se conjuga con el servicio a los
demás, fundados en la Encarnación del Verbo según el Evangelio de Juan y en la
comprensión del símbolo que profesa el franciscanismo ―contiene lo que
significa, que no remite a otra realidad humana o divina―. No se puede olvidar
que la Encarnación del Logos toma forma de siervo en su forma humana, por
consiguiente, la pobreza se entiende como kénosis,
la cual da paso al amor de Dios a sus criaturas en las personas de las
Hermanas, encauzando un amor gratuito, es decir, la caridad cristiana, que no
eros potente y creador de vida.
Julio Herranz trata la «Espiritualidad de Madre Paula “un tesoro
en vasija de barro». Las fuentes la de
la espiritualidad de M. Paula es el primado absoluto de Dios y su amor, una
experiencia que recalca a sus hijas: «
Vivid en perfecta unión con Dios; parece difícil, pero en realidad no lo es,
Hijas mías. Mirad ¿queréis vivir íntimamente unidas con Jesús? Orad, orad
mucho: Esta gracia sólo se consigue con la oración; si queréis vivir con Él
unidas, tenedlo en cuenta, ha de ser orando y no de otra forma». Y el diálogo con el
Señor recorre la apertura a la inciativa divina en su vida, la fe como vida del
Espíritu y la confianza inquebrantable en la Providencia. Otro fundamento donde
se asienta su espiritualidad es la Virgen María, a la que profesa una
inquebrantable confianza y amor filial, como a San Francisco de Asís. Para ella
es su “padre”, del que aprende la fidelidad y obediencia a la Jerarquía
eclesiástica y la libertad que proviene del seguimiento de Jesucristo pobre y
crucificado. De la vida de Jesús aprende
la entrega incondicional, la oración, la pobreza y humildad, todo vivido con un
sentido fraterno.
J. Mª Avendaño Perea, Vicario General de la diócesis de Getafe
(Madrid) edstudia la misión de las Franciscanas de la Purísima en la nueva
Evangelización fundado en las Cartas de la M. Paula y en los documentos Vita Consecrata y Novo
Millennio ineunte. Subraya que la nueva evangelización, para no repetir
esquemas ya desgastados por el tiempo y la práctica, deben tener una coherencia
evangélica tal que realicen el encuentro personal con el Señor, y que se
traduzca en un encuentro comunitario y eclesial. Y esto aplicado a la vida
sacramental, al anuncio de la Palabra y a las obras de caridad. Hay que añadir
que vivamos la fe cristianas como un don de Jesucristo. Y que los lenguajes que
se empleen en la evangelización estén transidos por el amor cristiano, que no es
otra cosa que el impulso del Espíritu Santo. Esto no obstante para que se
dialogue con la razón. Vistas las cosas
desde el Señor, necesitamos escucharle, orar con una confianza incondicional,
actuar con un amor compasivo y misericordioso y misionar con gozo. Las
Franciscanas de la Purísima deben evangelizar con humildad y libertad, sin
cansancio, obedientes al Espíritu, sin buscar privilegios, no temer la
consolación interior del Espíritu en lo personal y en lo comunitario. Hay que
evangelizar también desde la contemplación, la pobreza y sencillez, con
apertura de corazón a las necesidades de las gentes, y siempre con un espíritu
fraterno.
Editorial Espigas, Murcia 2013, 246 pp., 14,5 x 21,5 cm.
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