LOS
SÍMBOLOS
II
Alfredo
Vera Boti
Academía Alfonso
X el Sabio
Murcia
UNOS EJEMPLOS
COMPLEJOS
Vamos
a recordar muy rápidamente tres casos muy distintos: el complejo de San Pedro
del Vaticano, Sant’Ivo alla Sapienza y un ejemplo morfológico del JHS, no
construido.
Es
difícil afirmar hoy en día que el primer sepulcro de San Pedro fue un martyrium de planta centrada, porque los
restos hallados en la zona del “muro
rosso”, escavados en época de Pio XII, muestran otra cosa; luego cuando en
época de Constantino se hizo el primitivo templo paleocristiano, se recurrió a
una planta, que evoca a las soluciones en Tau contaminadas con el esquema
basilical; sin embargo, en el Renacimiento, desde los primeros proyectos de
Rossellino-Alberti y con seguridad con el primer diseño hecho por Bramante, el
esquema seguido para la reconstrucción fue el de una planta centrada en cruz
griega immissa quadrata; luego se
impusieron las normas tridentinas y Maderno hubo de prolongar el templo,
concluyéndolo en forma de cruz latina. Hasta aquí sólo estaríamos ante fases
sucesivas en las que se venían utilizando modelos con referencias a símbolos
sencillos. Pero al entrar en el Barroco, cuando se le planteó a Bernini la
ejecución de la columnata oval que antecede a la basílica, las referencias
culturales no fueron tan sencillas: para unos, como parece demostrar un dibujo
procedente del taller de Bernini, la plaza representó el “abrazo” a los fieles
que acudían al templo principal de la cristiandad, mientras que otros han
querido leer en el complejo templo + plaza una interpretación simbólica de la “llave”
de San Pedro, como portero del cielo y sobre cuya forma, nada excluye el que
podamos hacer esas dos lecturas simultáneamente.
CROQUIS
INTERPRETATIVO DE LA PLAZA DE SAN PEDRO Y EL SIMBOLISMO DE LA LLAVE
A
la complejidad de este ejemplo que suma valores dobles, cabe contraponerle,
otro con bastantes más superposiciones. Es el caso de la capilla que Borromini
hizo en la Universidad de Sant’Ivo alla Sapienza de Roma, por encargo de los
cardenales Antonio y Francesco Barberini, sobrinos de Urbano VIII. Una obra tan
compleja como ésta no podía ser objeto de descuido en la búsqueda de
referencias simbólicas, ya que además de la discutible de que el exágono sea
una referencia “dulce” al panal de las tres abejas del stemma de los Barberini, aun tendríamos la estrella de seis puntas,
la del rey Salomón, el monarca culto de la Biblia, y también la estrella del
escudo de los abogados, cuyo santo patrón es precisamente San Ivo.
PLANTA DE SANT’IVO ESTRELLA DE SALOMON STEMMA DE LOS ABOGADOS
Los
triángulos enlazados, por otra parte, hacen referencia a la Santísima Trinidad,
y la espiral que envuelve exteriormente a la linterna se suele interpretar como
una ascensión hacia el infinito, como una nueva Torre de Babel no fracasada que
conduce al cielo con auxilio de otra referencia cruzada, ahora relativa a la
luz culta del Faro de Alejandría. Estas referencias simbólicas y otras más,
permite esta obra barroca, en donde a lo complejo de su forma es posible añadir
interpretaciones “ambulantes” en el recordado proceso perceptor de M. Ficino.
Un caso muy distinto es de
reducir la forma del edificio a un signo sin carácter simbólico, cualidad que
adquiere sólo por asociación con otros. Johann David Steingruber (1702-87), en su Architectonisches Alphabeth (1773) ideó
a nivel utópico unas arquitecturas de diseño monumental con las formas de las
26 letras del alfabeto.
ALFABETO MORFOLÓGICO (J. D. Steingruber: Architectonisches Alphabeth, 1773)
Si
no fuera por lo irrealizable de una ciudad a base exclusiva de monumentos, y si
éstos no tuvieran el costo de convertir en locura, lo que no era más que un
conato de juego, sería posible convertir, construir, un folio escrito con
frases coherentes descriptivas de un suceso, en una ciudad ideal a base solo de
monumentos aislados e inservibles (entre los que no hay ningún templo) que
recorridos de izquierda a derecha y por líneas decrecientes, nos podrían
enseñar, o mejor dicho, podríamos leer, lo que allí se había escrito de manera
tan disparatada.
No
obstante, hubo quien planteó aquella arquitectura morfológica con
intencionalidad más reducida, como hizo otro arquitecto alemán, Anton Glonner
(1723-1801), en 1774, para diseñar una secuencia de templos y capillas, con
destino a Colegio e Iglesia, en las que estuviera implícito el monograma de
Jesús, en el JHS paleocristiano, más tarde usado por San Bernardo, y luego
adoptado por emblema de los jesuitas, o reinterpretado en Alemania como Jesus Heiland Seligmacher (Jesús
Bendito Salvador). Es decir, que era la secuencia ordenada de signos la que
conducía a la forma simbólica.
ARQUITECTURA
MORFOLÓGICA (A. Glonner: Entwurf für ein Jesuitenkollegium,
1774)
No
obstante, todas estas arquitecturas, construidas a partir de símbolos
cristológicos no portaban ab initio
valores sacros propios, ni esos símbolos eran condición ni necesaria ni
suficiente para su utilización como edificios sagrados; la conversión en
templos se producía después del complejo rito de bendición y consagración (que
llevaba aparejado el traslado de reliquias y del sacramento, después de la
dedicación, unción e incensación del templo y del altar, etc.), con las que el
edificio se sacralizaba como “sitio especializado” en el que, sin ser exclusivo,
si que se entendía predominantemente como el lugar más adecuados donde se
podían hacer los “intercambios” entre las plegarias, oraciones y sacrificios
por los “beneficios” que aportaban los sacramentos. El símbolo de la planta, per sé, con la evolución de los tiempos
ya no tenía carácter mágico propio, no
era más que un valor añadido que había que completar con el rito.
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