domingo, 10 de agosto de 2014

Dios Padre (IV). La primera enseñanza.

SOBRE DIOS PADRE


                                                           Xabier Pikaza


                                         

            La primera enseñanza, Dios Padre-Madre




Para hablar así de Dios debemos aprender, pero, al mismo tiempo, olvidar o desaprender muchas cosas acumuladas en la historia religiosa de los pueblos (¡si no os volvéis como niños!). Jesús quiere que volvamos a la infancia, en gesto de neotenia creadora, es decir, de recuperación radical de la niñez, en gesto que vale para todos los pueblos: En principio, un niño a quien la madre enseña a decir “padre” no es judío ni griego, hombre ni mujer, esclavo ni libre (cf. Gal 3, 28), sino simplemente un ser humano con Madre (o con alguien que haga sus veces) aprendiendo a decir Padre, en un contexto donde reciben dignidad todos los hermanos.
Para muchos de su tiempo, la religión implicaba un ascenso a la altura supra-humana, un conocimiento esotérico, el cumplimiento de unas normas sacrales y/o sociales, en la línea de un judaísmo legal o de otro tipo de sistema sagrado. Pues bien, en contra de eso, como niño que empieza a nacer, como hombre que ha vuelto al principio de la creación (cf. Mc 10, 6), Jesús se atreve a situar su vida y la vida de aquellos que le escuchan en el mismo principio de Dios, a quien, guiado por la mano de una Madre, aprende a llamar ¡Padre! (es decir, Padre con Madre), en la medida en que descubre a su lado a los hermanos, para quienes vive.

Su experiencia religiosa es una parábola de madre y padre, que se expresa después como unión de hijo y hermano con los hermanos (cf. Mt 11, 25-27). No es algo que se aprende por fuera, sino la misma vida. No es algo que se sabe y resuelve de antemano, ni resultado de una larga demostración, sino en el mismo despliegue humano, que se va expresando a medida que se avanza en el camino, empezando por las primeras palabras de la vida, imma-abba. Por eso, la experiencia de Dios como Madre-Padre resulta inseparable del camino concreto, diario, de su vida y, en especial, de su entrega a los hermanos. Jesús se ha confiado en Dios Madre-Padre y de esa forma ha vivido, dialogando con la tradición de su pueblo y de su entorno religioso pero, sobre todo, viviendo de un modo trasparente, ante el Dios que madre-padre. No ha dejado de ser niño para hacerse mayor, sino que se ha hecho mayor profundizando en su experiencia de niño.

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