SOBRE DIOS PADRE
Xabier
Pikaza
La primera
enseñanza, Dios Padre-Madre
Para hablar así de Dios debemos
aprender, pero, al mismo tiempo, olvidar o desaprender muchas cosas acumuladas
en la historia religiosa de los pueblos (¡si no os volvéis como niños!). Jesús
quiere que volvamos a la infancia, en gesto de neotenia creadora, es decir, de
recuperación radical de la niñez, en gesto que vale para todos los pueblos: En
principio, un niño a quien la madre enseña a decir “padre” no es judío ni
griego, hombre ni mujer, esclavo ni libre (cf. Gal 3, 28), sino simplemente un
ser humano con Madre (o con alguien que haga sus veces) aprendiendo a decir
Padre, en un contexto donde reciben dignidad todos los hermanos.
Para muchos de su tiempo, la
religión implicaba un ascenso a la altura supra-humana, un conocimiento
esotérico, el cumplimiento de unas normas sacrales y/o sociales, en la línea de
un judaísmo legal o de otro tipo de sistema sagrado. Pues bien, en contra de
eso, como niño que empieza a nacer, como hombre que ha vuelto al principio de
la creación (cf. Mc 10, 6), Jesús se atreve a situar su vida y la vida de
aquellos que le escuchan en el mismo principio de Dios, a quien, guiado por la
mano de una Madre, aprende a llamar ¡Padre! (es decir, Padre con Madre), en la
medida en que descubre a su lado a los hermanos, para quienes vive.
Su experiencia religiosa es una
parábola de madre y padre, que se expresa después como unión de hijo y hermano
con los hermanos (cf. Mt 11, 25-27). No es algo que se aprende por fuera, sino
la misma vida. No es algo que se sabe y resuelve de antemano, ni resultado de
una larga demostración, sino en el mismo despliegue humano, que se va
expresando a medida que se avanza en el camino, empezando por las primeras
palabras de la vida, imma-abba. Por eso, la experiencia de Dios como
Madre-Padre resulta inseparable del camino concreto, diario, de su vida y, en
especial, de su entrega a los hermanos. Jesús se ha confiado en Dios
Madre-Padre y de esa forma ha vivido, dialogando con la tradición de su pueblo
y de su entorno religioso pero, sobre todo, viviendo de un modo trasparente,
ante el Dios que madre-padre. No ha dejado de ser niño para hacerse mayor, sino
que se ha hecho mayor profundizando en su experiencia de niño.
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