El esplendor del mundo.
Ensayo de un pensamiento de resistencia.
Vicente
Ramos Centeno
Por F.
Henares Díaz
La colección Ensayo de esta editorial mantiene ya un buen haz de obras
publicadas. De muy variado carácter, y a veces de decidida toma de posiciones,
como esta obra que recensionamos, acerca de la resistencia elevada a categoría
de pensamiento, como diría Eugenio D´Ors. El A/, doctor en Filosofía y profesor
de ella en Enseñanzas Medias, es un especialista en Ernst Bloch, de quien elige
aquí lo que podría servir de anuncio y resumen de cuanto intenta en esta obra.
Dice Bloch que “existe ya suficiente aniquilación de humanidad” (en nuestro
mundo e historia). Y ante esto, no se
puede meter la cabeza debajo de ala. Sería un contradiós. De ahí, la necesidad
de construir un pensamiento de resistencia que proclame “y devuelva al hombre
las luces sobre su grandeza”, la capacidad de razón y de amor que le es
propio. De modo radical urge el A/ una
contracultura distinta en absoluto de lo que se nos está vendiendo y
proclamando. Y lo peor: se está recibiendo como si nada más fuera posible, en
pensamiento único. Hay mucho ardor en estas páginas por su forma de proclama,
es decir, por un pensamiento que jamás admita adormideras al uso actual. Y
sobre todo que no permita a la gente escaparse en subterfugios inconfesables.
Los grandes mecanismos de excusa alzados a lugar de dioses no es presentable.
Hace bien el A/ en colocar como bandera, unas palabras de Benedicto XVI (en Jesús de Nazaret, Primera parte, pág.
195): “… utilizamos los horrores de la historia humana precisamente también de
la reciente, como pretexto concluyente para negar la existencia de un Dios
bueno, y difamar a su criatura, el hombre”. Ha llegado, por el contrario, la
hora de admirar la Creación, y en ella al ser humano. En seis breves capítulos
asistimos en el primero a la novedad (siempre antigua) de un pensamiento resistiendo
a totalitarismos enraizados en un progresismo vacuo, destructor de moral.
Necesitamos, por el contrario, ir “volviendo a la tradición humanista, que no
se olvida jamás de la realidad de Dios manifestada en Jesucristo”. Expresivo el
A/ pide una “filosofía que no sea cómplice de los asesinos” (pp. 47- 48). En el
capítulo 2º como prueba probatoria, alude a que los sentidos no engañan, sino
que se enganchan a un mundo real. Lo
cual indica ir “contra el positivismo, el cientificismo y la reducción de la razón
a razón instrumental” (60-66). Todo este quehacer conlleva una adecuada
concepción de la historia (capº 3). Aquí se concreta el pecado de origen de la
Modernidad; o el progresismo contemporáneo que se maravilla y deslumbra ante
Nietzsche; o el ateísmo nihilista. Llama el A/
a todo esto “un programa de destrucción”, y frente a éste debe alzarse
“una concepción de la historia que aporta esperanza a los hombres” (87). Existe
un capítulo (el 4º) que se dedica a glosar el error del perdoneo, es decir, el de no confundir eso con purificación de la memoria, tan bíblico concepto. El Jubileo del 2000 en el que
Juan Pablo II fue adalid de pedir perdón por
las culpas del pasado, no podía entenderse como retractarse de una historia
rica en méritos. Respondía, más bien, a exigirse fidelidad y examen de
conciencia como cristianos ante las debilidades humanas de los discípulos de
Cristo, que no siempre fueron fieles. Fue, por tanto, una valentía y sobre todo
un reconocimiento de humildad que llevaba a Memoria
y Reconciliación, exactamente. Ignoramos cuántos pudieron entender mal y
del revés la intención del Papa, que era muy clara. Lo que es seguro es que
nuestro A/ ahora arremete contra quienes no ven su paja en el ojo, y comienza a pedir a todos que acaben los
saqueos en el Tercer Mundo, cuando sería esta la mejor forma de reconocerse
como cínicos en un mundo sin Dios. Y llevaría, a la par, a recoger lo mejor de
los valores que abundan en esos pueblos humildes del ancho mundo. Dice el A/
que gusta más a mucho público olvidar el presente, y en cambio hundirse en
criticar el pasado del Cristianismo, falseando una historia total, ciertamente.
No se anda con chiquitas el A/ a este respecto (véanse las pp. 96-97), donde
entra un poema de León Felipe contra colonizadores desalmados (ingleses), pero
que no tuvieron compasión en poner a España perdida de leyenda negra.
Animadversión de potencias políticas, olvido de misiones y misioneros nuestros,
sacar siempre a relucir a Santiago Matamoros, etc. El capº 5 es elocuente: Ateísmo nihilista anticristiano y
fundamentalismo islámico. Se pregunta ahí el A/ si ha pasado la hora del
ateísmo, o se afirma hoy más la función irracional del ateísmo laicista (pp. 123-124), y afronta con generosidad y
cariño la figura de E. Bloch, quien proclamándose ateo, aspiraba a subvertir el
desorden del hombre humillado, abandonado. Quizás, por eso mismo, se nos dice a
continuación, está siendo olvidado una y otra vez por una Izquierda partidista.
El último capº (6º) arriba a otro realismo:
Un pensamiento que pasa a la acción
(133-154). Lo llama obligación y alternativa que apremia en educación y urge
como estilo contracultural, dada la irracionalidad triunfante y antirreligiosa.
Por el contrario, se exige luchar por una moral que nos hizo y nos seguirá
haciendo humanos. Una breve, pero
interesante bibliografía cierra esta obra. Por cierto, echo de menos en
ella los grandes diálogos del P. Juan
Alfaro, S J, con Bloch, texto brillante donde los haya, y que fueron muy leídos
hace años. De todos modos, es de alabar esta codiciosa apologética. Quizás
entremos un día en un modo de advertir y hacerle cara a que la irracionalidad y
los prejuicios cavernícolas de cierto público, no son la mejor forma de
reconocer la historia. La actualidad pide otro empeño mejor que la ceguera. Las
verdades del barquero también deben ser oídas si queremos seguir navegando.
Justa felicitación, entonces, al autor y a la editorial.
Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 2012, 171 pp., 23 x 15
cm.
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