Francisco de Asís y su mensaje
II
La
relación fraterna con el cosmos
La relación con las
criaturas le hace descubrir el amor, el bien y la belleza que es Dios. Pero
además Dios es el Padre de todo cuanto existe (cf. RegNB 23,9-10 ParPN 1; etc.)
y Jesucristo es su Hijo (cf. 2CtaF 11) que nos ha hecho hijos de Él y hermanos
suyos (cf. 1CtaF 1,7; 2CtaF 50-53.56) y de todo cuanto hay fuera de Él al ser
creados y redimidos en él y por él (cf. 2CtaF 12; CtaO 3). Por eso tiene una
predilección especial por los corderos: «pero, entre todos los animales, amaba
con particular afecto y predilección a los corderillos, ya que, por su
humildad, nuestro Señor Jesucristo es comparado frecuentemente en las Sagradas
Escrituras con el cordero y porque éste es su símbolo más expresivo. Por este
motivo, amaba con más cariño y contemplaba con mayor regocijo las cosas en las
que se encontraba alguna semejanza alegórica del Hijo de Dios» (2Cel 77).

Al llevar la imagen
de Cristo (cf. 2Cel 165; EP 113) considera a las criaturas con la dignidad de
hijas de Dios y hermanas suyas: «Loado seas, mi Señor, con todas las criaturas,
especialmente el señor hermano sol [...] por la hermano luna y las estrellas
[...] por el hermano viento [...] por la hermana agua [...] por el hermano
fuego [...] por nuestra hermana madre tierra» (CantCria 3-9). Tan es así, que
las trata como dotadas de razón: «¿Quién podrá explicar la alegría que
provocaba en su espíritu la belleza de las flores, al contemplar la galanura de
sus formas y al aspirar la fragancia de sus aromas? Al instante dirigía el ojo
de la consideración a la hermosura de aquella flor que, brotando luminosa en la
primavera de la raíz de Jesé, dio vida con su fragancia a millares de muertos.
Y, al encontrarse en presencia de muchas flores, les predicaba, invitándolas a
loar al Señor, como si gozaran del don de la razón» (1Cel 81; cf. EP 115).

Y si las considera
dotadas de razón deben ser fieles al Señor, y alabarlo y darle gracias por
todos los beneficios que reciben constantemente de Él, de forma que une el
universo a la conciencia humana de agradecimiento a Dios por existir. Contempla
Francisco todo lo existente en unidad de ser y destino, sea cual fuere la
condición de vida que comporte. Caminando un día por el Valle de Espoleto,
cerca de Menavia, avistó un grupo de aves que se habían agrupado para comer y
cantar. Al verlas, Francisco corrió hacia ellas dejando atrás a sus compañeros
de viaje. Las aves: palomas torcaces, cornejas, grajos, sin levantar el vuelo y
ante su admiración, como la de sus hermanos de viaje, escucharon estas
palabras: «Mis hermanas aves: mucho debéis alabar a vuestro Creador y amarle de
continuo, ya que os dio plumas para vestiros, alas para volar y todo cuanto
necesitáis. Os ha hecho nobles entre sus criaturas y os ha dado por morada la
pureza del aire. No sembráis ni recogéis, y, con todo, Él mismo os protege y
gobierna, sin preocupación alguna por vuestra parte» (1Cel 58; cf. 77; 81; 2Cel
172; LM 8,1.6.11; 9,4; etc.).
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