DOMINGO III (B)
«Convertíos y creed la Buena Noticia»
Lectura
del santo Evangelio según San Marcos 1,14-20.
Cuando arrestaron a Juan,
Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino
de Dios: Convertíos y creed la Buena Noticia».
Pasando junto al lago de
Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban
echando el copo en el lago. Jesús les dijo: -Venid conmigo y os haré pescadores
de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más
adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en
la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca
con los jornaleros y se marcharon con El.
1.-Texto. El Evangelio tiene dos
partes. Jesús
inicia su ministerio en Galilea, proclamando la inminencia de la llegada del
reino. Con «reino» se comprende el territorio o el ámbito donde gobierna un
rey. Pero, sobre todo, se entiende la acción de Dios mediante la cual gobierna
su creación. Es un ejercicio, o una relación de Dios sobre la historia humana y
el universo; relación es de amor misericordioso.— Después de la proclamación
del reino, Jesús elige a dos parejas de hermanos para que se integren en su
misión. Y los elige para hacerle compañía, hacer el camino con él.
Jesús no revela el Reino solo, sino con un grupo de discípulos que se
implican en las exigencias que dimanan de la proclamación de la nueva presencia
de Dios. Seguir a Jesús, además, lleva consigo ir detrás de él;
es un seguir locativo que simboliza adhesión a Jesús y exige anunciar
el Reino de Dios, su misión esencial, y adquirir una conducta determinada, un
género de vida específico. Los discípulos aceptan un cambio drástico en sus
costumbres y la radicalidad y urgencia de proclamar el Reino. Acampañar a Jesús
les cambia la vida.
2.- Mensaje.- El contenido del Reino lo concreta
Dios, no las ilusiones o imaginaciones humanas. No se experimenta plenamente en el presente,
ni se ha disfrutado en el pasado, pero se espera como la venida de Dios,
mediante la cual, tanto la creación, como la humanidad, alcancen su destino
final, sea cual fuere el modo como se conciba el contenido de ese final.
A lo largo de la historia humana la literatura, la teología, la filosofía,
etc., han descrito el final feliz o infeliz de muchísimas maneras. Con todo, lo
único cierto es que el Reino futuro
que rezamos en el Padrenuestro: «Venga a nosotros tu reino», lo hace
presente de una manera imperceptible la
vida y la palabra de Jesús. Él lo advierte ante algunos seguidores al acentuar
la preeminencia de este tiempo, el principio de liberación humana del dominio
de Satanás (cf. Lc 10,18), que conduce a no practicar el ayuno (Mc 2,18-19par),
o que la densa e intensa actuación de Dios exige la disponibilidad del hombre
para «ver y oír» lo que está haciendo y diciendo (Lc 10,23-24; Mt 13,16-17).
Por eso debemos estar atentos al Año Litúrgico que nos describe la actuación y
los dichos de Jesús. Porque saber de él ayuda a experimentarle, y
expirimentarle es adentrarse en la relación de amor divino que es el reino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario