VIACRUCIS CON MARÍA, LA MADRE DE JESÚS
Pedro Ruiz Verdú
Recorramos
este camino de la Pasión del Señor con María, su Madre. Unámonos a ella, a su
fe, a su meditación: ella conservaba las palabras y las obras de Jesús en su
corazón.
María
nos ayudará a comprender el porqué de la Pasión de su Hijo. Recorramos con ella
la peregrinación de la fe. Nadie mejor que María vivió el misterio de la vida
de Jesús.
Padre, tú has querido que la Madre compartiera los
dolores de tu Hijo; concédenos que asociados como María a la pasión de Cristo,
merezcamos sentir como ella los efectos de su amor.
1ª estación: Jesús condenado a muerte
A María le había dicho el ángel: a tu Hijo se le
dará el trono de David, su padre. Pero los sumos sacerdotes han rechazado a su
Hijo como rey de su pueblo, y en su lugar han elegido al emperador de Roma.
¡qué contraste! ¿De qué reino te hablaba el ángel, María? ¡Guardar en el silencio
de la fe la palabra del Señor!
La Madre llorosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras su Hijo pendía;
cuya alma triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
2ª estación: Jesús carga sobre sus hombros la
cruz
Jesús
camina lentamente hacia el Calvario, rodeado de soldados, jefes y gente del
pueblo. Dos condenados a ser crucificados, le acompañan. Esa cruz, este camino
de Jesús, dará como fruto nuestra salvación.
El ángel dijo a María: el que va a nacer de ti, se
llamará Hijo del Altísimo e Hijo de Dios.
¿Dónde está ahora su poder? Dios
manifiesta su fuerza en la debilidad.
¡Oh cuán triste y afligida
se vio la Madre bendita,
de tantos dolores llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
3ª estación: Jesús cae bajo el peso de la cruz
Y ¿qué hombre no llorara
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
¿Y quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
4ª estación: Encuentro de Jesús con su Madre
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
5ª estación: El cirineo ayuda a Jesús a llevar
la cruz
Lo
débil del mundo lo ha escogido Dios para llevar su plan de salvación a su
perfecto cumplimiento. Dios admiró tu pequeñez, María, y se alegró porque en ti
encontró a la mujer que necesitaba para acompañar y participar con Jesús en la
redención del mundo. Al principio, allá en el Paraíso, una mujer, Eva,
introdujo el mal; ahora, en la cruz, otra mujer, María, la salvación. ¿Cómo
podrá ser esto? – No temas, María.
¡Oh dulce fuente de amor!
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
María
fue aprisa a la montaña a visitar a su pariente Isabel, que necesitaba de su
presencia y de sus servicios.
En este momento de su caminar hacia el Calvario,
¿quién limpiará el rostro de Jesús, todo él ensangrentado y sucio? Una mujer,
cuyo nombre no conocemos.
A ti, María, te hubiese gustado hacerlo. ¡Tantas
veces se lo limpiaste! Pero también nosotros debemos aprender a limpiarle el
rostro a Jesús. Y esto sabemos que te agrada.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
7ª estación: Por segunda vez, Jesús cae en
tierra
Dios
Padre dice: “Mirad a mi siervo a quien sostengo; mi elegido en quien me
complazco... No gritará, no clamará, no voceará por las calles”.
María, después de la anunciación, cuando el ángel se
marchó, quedó en silencio meditando en su corazón las misericordias del Señor.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimaren
de sus penas mientras vivo;
porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
8ª estación: Unas mujeres se lamentan de que
Jesús haya sido condenado a muerte
María
dijo a su Hijo: “¿por qué nos has hecho esto? ¿No sabías que tu padre y yo te
buscábamos con gran dolor?” María se
lamenta ante su Hijo de que no les haya dicho lo que pensaba hacer. Y Jesús le
respondió: “¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” María no ha comprendido aún el silencio de Jesús: las cosas de su
Padre.
¿Qué mal ha hecho Jesús para que las autoridades
judías le hayan pedido a Pilato su muerte? Las mujeres de Jerusalén no
comprenden el porqué de la muerte de Jesús. Tenéis que aprender antes a llorar
por vosotras, les dice Jesús.
¡Virgen de vírgenes santa!
Llore yo con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea;.
porque su pación y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea
9ª estación: Tercera caída de Jesús
¿Había
dejado ya Simón de Cirene de ayudar a Jesús a llevar la cruz? Tal vez; la
cercanía del Calvario hacía innecesaria la ayuda. Pero Jesús cae por tercera
vez. “Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero
llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la
boca” (Is 53,7).
Y María respondió al ángel: “hágase en mí según tu
palabra”.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio,
porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
El
despojo exterior fue signo “tenue” del despojo interior: “se despojó de su
rango -dice san Pablo-, y tomó la condición de esclavo”. ¿Qué respuesta pudo
dar María al ángel sino una semejante a la de su Hijo: He aquí la esclava del
Señor?
Socialmente María no tenía altura, rango, nobleza.
En relación a Dios era su sierva, su esclava: este era su título de nobleza.
Pero Dios enaltece a los humildes.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
11ª estación: Jesús es clavado en la cruz
Cerca,
muy cerca, estaba su Madre. Jesús está siendo sacrificado por nosotros. ¿Dónde
está el fuego para el sacrificio? Lo lleva Jesús en su corazón. El cuchillo:
los clavos; los golpes: los ponemos los hombres; el fuego: el amor, la
misericordia, el perdón, son de Dios.
María está allí, contemplando en silencio; sintiendo
cómo su corazón se estremecía a cada golpe del martillo.
¡Dios mío! A pesar de mis gritos
mi oración no te alcanza.
De día te grito y no responde;
de noche, y no me haces caso:
en ti confiaban nuestros padres,
confiaban, y los ponías a salvo.
Junto
a la cruz, la Madre de Jesús. Allí, uniendo su amor por nosotros, al amor del
Hijo. Allí, ¿dónde si no podría estar María?
Está junto a la cruz para recibir el encargo de su
Hijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”; y nosotros, a su lado, para escuchar de
Jesús moribundo; “Hijo, ahí tienes a tu madre”. A partir de ese momento, el
corazón de María se unió al nuestro, y el nuestro al de ella. ¡Madre, tu mano y
mi mano unidas sin que sea posible separarlas!
¡Dios mío!, yo soy un gusano, no un hombre,
vergüenza de la gente, desprecio del
pueblo;
al verme se burlan de mi, y dicen:
“Acudió al Señor, que lo ponga a salvo,
que lo libre si tanto lo quiere”.
13ª estación: Jesús es bajado de la cruz
La
cruz, signo de odio y de injusticia, ha sido purificada por Jesús. Dios Padre
ha hecho de ella el signo de su amor, de su misericordia y de su perdón. La ha
aceptado como ofrenda de su Hijo por nosotros.
¿Quién es mi hermano, mi hermana y mi madre? El que
cumple la voluntad de mi Padre, había dicho Jesús. María se une íntimamente a
su Hijo. La espada de dolor, profetizada por Simeón, ha llegado a su plenitud.
¡Dios mío!, desde el vientre materno, tú
eres mi Dios,
desde el seno pasé a tus manos.
No te quedes lejos que el peligro está
cerca
y nadie me socorre.
Fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
Madre,
la estancia de Jesús en el sepulcro es por poco tiempo, pues es necesario que
la luz baje a las tinieblas. Los patriarcas, los profetas y gente de tu pueblo
esperan la visita de tu Hijo. También por ellos ha sido necesario que muriera
Jesús. El gozo y la alegría pascual llenará el corazón de los profetas que
anunciaron su venida y su muerte.
Madre, permítenos estar contigo durante esta breve
espera.
¡Dios mío! Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la
asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
glorificadlo, discípulos del Señor.
Porque el Señor ha escuchado mi oración.
Os contaré todo lo que hizo el Señor.
Reina del cielo, alégrate;
porque el Señor a quien has merecido
llevar,
ha resucitado según su palabra.
Ruega al Señor por nosotros. Amén.
Oración
por las intenciones del Papa
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