Carta de la Tierra
II
La Carta de la
Tierra y la Religión
Francisco López Bermúdez
Facultad de Letras
Universidad de Murcia
Carta
de la Tierra es el resultado de un diálogo multinacional e intercultural a
nivel mundial, mantenido durante más de una década, acerca de diversos objetivos y valores compartidos. Las consultas sobre la
Carta iniciaron durante la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en
1992. Sin embargo, su redacción se realizó
y concluyó como una iniciativa de la sociedad civil. El propósito de la
Carta de la Tierra fue articular un consenso en torno a los valores
compartidos, el cual iba tomando forma dentro de la emergente sociedad civil
global. Muchos líderes religiosos de diversas tradiciones participaron en el
proceso de consulta y de redacción.
La Carta de la Tierra expone una serie de principios éticos generales
y estratégicos para la consecución de un
mundo justo, sostenible y pacífico. El texto contempla y afirma muchos de los valores fundamentales de
las grandes tradiciones religiosas de la humanidad, como la compasión, el amor,
la justicia, la solidaridad, el cuidado de los pobres, la conservación de la
naturaleza y la gestión medioambiental. La Carta promueve el establecimiento de
una cultura de tolerancia, de no violencia y de paz. Asimismo, el documento
apoya firmemente el respeto hacia la diversidad cultural y religiosa.
La
Iniciativa de la Carta de la Tierra exhorta a todas las culturas y
religiones que adopten y apliquen, según sus propios métodos, la ética del
respeto y el cuidado de la naturaleza y medio ambiente, de todos los pueblos y
de la gran comunidad de la vida. La Carta no pretende implantar un ecologismo
radical ni tiene como finalidad establecer una nueva religión mundial ni
tampoco se presentó como una “revelación
mística”, tal como algunos han aseverado. La
Carta de la Tierra no pretende reemplazar los más altos
requerimientos éticos de las religiones mundiales con algún tipo de minimalismo
ético. Diferentes tradiciones y organizaciones reafirman, celebran y promueven
la
Carta de la Tierra de diferentes
formas.
La Comisión y el Consejo Internacional responsables de su
elaboración acogieron la diversidad de respuestas provenientes de centenares de
organizaciones y grupos religiosos. Aquellos no identificaron la
Carta de la Tierra con ninguna respuesta
en particular; además de sus principios éticos, la Carta reconoce la
importancia de la dimensión espiritual de la vida y hace referencia a diversos
valores espirituales ampliamente compartidos
haciendo énfasis en el hecho de
que “una vez satisfechas las necesidades básicas, el desarrollo humano debería
tender, primordialmente, a
ser más, no a tener más”.
Asimismo, se afirman los valores de “reverencia
ante el misterio del ser, gratitud por el regalo de la vida y humildad con
respecto al lugar que ocupa el ser humano en
la naturaleza”.
Desgraciadamente,
la Carta de la Tierra, que buscaba apoyo a través de los límites de la fe y la
cultura, no hace referencia alguna a Dios, al Creador, debido a que algunas
tradiciones religiosas y ciertos
humanistas no utilizan su nombre en su lenguaje. Sin embargo, millones
de personas que profesan religiones cristianas, judías, islámicas e hindúes, al
igual que otras tradiciones religiosas, optan por interpretar la cita en torno
a “la reverencia ante el misterio del ser” como una llamada a la reverencia
ante Dios. Probablemente, la comisión que redactó el texto tendría en cuenta la
Pacem
in Terris, Carta Encíclica
de Juan XXIII sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la
verdad, la justicia, el amor y la libertad (11 de abril de 1963).
La
Carta de la Tierra enseña el respeto
hacia la naturaleza y la Tierra, nuestro hogar planetario, y escribe en
mayúscula la Tierra porque es el nombre del planeta. Todos los planetas de
nuestro sistema solar tienen nombres. Los astrónomos, científicos en general y
muchos otros utilizan los nombres de los planetas en mayúsculas cuando se
refieren a los mismos. Además, el uso del nombre de la Tierra evoca la imagen
del planeta en el espacio, tal como lo captan
las fotografías que hacen los astronautas.
Esta imagen de la Tierra, como un planeta relativamente pequeño,
hermoso y frágil que flota en el espacio, promueve actitudes de respeto y
cuidado.
La
Carta de la Tierra reconoce que todas
las naciones, pueblos y religiones viven en un mundo cada vez más
interdependiente y que muchos problemas urgentes sólo pueden gestionarse y
resolverse a través de la cooperación global. La colaboración y las alianzas de
trabajo requieren de objetivos y valores en común, tales como los que se encuentran
en la Carta de la Tierra y en la
doctrina de la Iglesia Católica. Existe una necesidad de liderazgo y de apoyo a
todas las religiones mundiales, en un esfuerzo para promover los valores
compartidos y crear una comunidad mundial justa, sostenible y pacífica. A pesar
de que la Carta de la Tierra promueve
la cooperación mundial y una comunidad global, su finalidad no es fomentar la
creación de un gobierno y religión mundial. Sí propone que el establecimiento
de una “alianza entre las religiones, los gobiernos, la sociedad civil y el
sector comercial es esencial para una gobernabilidad efectiva”.
Los
valores que contiene la
Carta de la
Tierra se hallan en nuestra religión, en los continuos mensajes que el Papa Francisco pronuncia, tales como en
la XLVII Jornada de la Paz del pasado 1 de enero: “Rezo de modo especial
para que, respondiendo a nuestra común vocación de colaborar con Dios y con
todos los hombres de buena voluntad en el respeto a la hermanan y madre tierra,
a la promoción de la concordia y la paz en el mundo, resistamos a la tentación
de comportarnos de un modo indigno de nuestra humanidad”. “Esta tierra nuestra
necesita de continuos cuidados y atenciones, y cada uno tiene una
responsabilidad personal en la custodia de la Creación, don precioso que Dios
ha puesto en las manos del Hombre”. “La naturaleza está a nuestra
disposición, podemos disfrutar y hacer buen uso de este precioso don. Somos
custodios, pero no dueños, de la Tierra y sus recursos, por eso la debemos
amarla y respetarla” (28.10.2014). “La vocación de custodiar no sólo nos atañe
a nosotros los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es
simplemente humana que corresponde a todos”. Custodiar toda la belleza de la
Creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra San
Francisco de Asís: tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el
entorno en el que vivimos (19.03. 2013).
Frase: “La vocación de custodiar no sólo
nos atañe a nosotros los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede
y que es simplemente humana que corresponde a todos”.
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