DOMINGO XV (B)
Lectura del santo
Evangelio según San Marcos 6,7-13.
En aquel tiempo llamó Jesús a los Doce y los
fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.
Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan ni
alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una
túnica de repuesto.
Y añadió: -Quedaos en la casa donde entréis,
hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha,
al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa. Ellos
salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a
muchos enfermos y los curaban.
1.-
En el mismo momento
que el hombre se rebela contra Dios,
Dios establece el plan para salvarle. Lo quiere tanto, que no puede ni
abandonarlo ni dejarle que se destruya a sí mismo. Elige a un pueblo; del
pueblo nace el enviado que proclama definitivamente el amor salvador del Señor.
Israel anuncia la salvación y Jesús la inicia en la vida humana, iniciación que
debe proseguir en la historia por medio de su Espíritu. Y el Espíritu hace que
la comunidad que prosigue la salvación hasta el fin del mundo deba estar
convencida que es enviada, como Jesús, por Dios; que el impulso y la capacidad
para llevar a cabo la salvación la da el Señor. En definitiva, la vida nueva que
ofrecemos de parte del Señor se ha
introducido en la violencia y muerte que origina el poder humano. Es la buena
noticia que debemos proclamar.
2.- La vida nueva, el
hombre nuevo, nacido de Dios y mostrado en la historia de Jesús hay que
transmitirlo sin exhibiciones de triunfalismo o poder alguno. Jesús lo dice muy
claro: ni pan, ni alforja, ni dinero, etc. La comunidad cristiana tiene que
enmendar enseguida el plan de Jesús, como Pablo el suyo, pues los dos creían
que el fin del mundo era inminente (Lc 20,36: «Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?».
Dijeron: «Nada». «Pero ahora, el que tenga bolsa, que la lleve consigo, y lo
mismo la alforja; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una»; Pablo: 1 y 2
Tesalonicenses). Pero ello no significa que se substituya la forma sencilla y
humilde de vivir y anunciar la salvación; se cambiará cuando venga su presencia
plena en la creación.
3.- La comunidad es la responsable de la evangelización. Cada uno de nosotros lo es cuando somos conscientes de nuestra
filiación divina y dimensión fraterna, es decir, que pertenecemos a la
comunidad de salvados. Cada uno en sí mismo no puede ser responsable de la
misión. Somos todos y, a la vez, cada uno en la medida que es un hermano de la
fraternidad local o universal cristiana. Y con las formas que Jesús indica a
los Doce o Pablo le dice a la comunidad de Corinto: «Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a
anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues
nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este
crucificado. También yo me presenté a vosotros débil y temblando de
miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino
en la manifestación y el poder del Espíritu» (1Cor 2,2-5)
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