EL CUIDADO DE LA CREACIÓN.
UNA ESPIRITUALIDAD FRANCISCANA DE LA
TIERRA
Ilia Delio-K. Warner-P. Wood
por Miguel Ángel Escribano
Instituto Teológico de Murcia OFM
Lo primero que los autores presentan
es que la creación se debe pensar, como
dice Scoto, al que sigue Rahner, teniendo en cuenta la Encarnación. San
Francisco no entiende el cosmos tal y como nosotros lo vemos. Por ello no
podemos nunca hablar de un ecologista y amante de la naturaleza al uso de
nuestros ecologistas actuales que, por lo general, se relacionan con ciertas
corrientes políticas. San Francisco escucha la Palabra y la hace vida desde el
corazón; su conversión es una conversión desde la realidad. Por ello, tiene
como punto de partida la Encarnación. En fin, la obra articula una
espiritualidad de la creación que incluye estudios medioambientales, teología
franciscana y una formación en la fe con relación a la ciencia ecológica.
El Franciscanismo entiende la
creación como nuestra casa común. San Francisco no confunde la creación con
Dios, sabe que es una realidad material, buena y con la que nuestra relación
debe entenderse dentro de la presencia en la historia del Logos. Por ello, y
desde la devoción a María Madre de Dios, le conduce a entender que la casa de
Dios es ante todo la “persona humana”. San Buenaventura recuerda que la persona
vive más donde ama, que donde reside. Se trata en definitiva de un hogar, de
entender la creación como un lugar de relación. Escoto, escribe que nada es
necesario, sino que la creación se debe comprender como don y gracia de Dios,
por lo cual es la razón para cuidarla por ser el lugar de la Encarnación, la
cual se observa dentro de la acción generosa de Dios, no por la necesidad del
pecado del hombre. En definitiva, si Dios esta vivo en nosotros, entonces
vivimos para el mundo de la creación bondadosa de Dios. Los autores terminan
cada capítulo con unos elementos prácticos que nos ayudan a percibir el amor a
la naturaleza desde la espiritualidad y presencia de Dios.
La segunda parte de la obra trata de
la creación como una familia, donde prima el mundo de relaciones y de respeto
mutuo. Es necesario entender la biodiversidad para anunciar a Cristo siempre
que reconozcamos a las criaturas como “hermanos y hermanas”. De ahí que el
cambio climático aparezca como la mayor amenaza para la diversidad de la vida y
todo lo que conlleva el desplazamiento de los seres de sus ámbitos de vida,
desplazamiento que observamos también en las relaciones humanas con la
explotación y la persecución de los hombres.
La tercera parte está dedicada a la
creación y a la contemplación. La alteración del clima obliga a la sociedad a
plantearse la necesidad de un cambio de comportamiento para mantener el soporte
de la vida, y lleva a la necesidad de un replanteamiento de la relación de la
ciencia y de la fe, donde se den necesariamente colaboraciones para lograr la
detención de dicho cambio climático. Se debe trabajar en la superación del
miedo y de la codicia que nos lleva al consumo desordenado de los bienes que
nos da la creación, retomando la necesidad de la relación con el Creador y su
creación. Ayudará a la respuesta de los problemas medioambientales si se da un
retorno a una vida contemplativa, retomar el vínculo de la Encarnación como
presencia de Dios entre nosotros y la fuerza de una oración que nos lleve a
comprender el equilibrio del uso de las cosas. San Francisco es un hombre
contemplativo, él descubre que Cristo santifica la creación y la transforma en
“sacramento” de Dios. Como indica San Buenaventura, San Francisco es cointuitivo
ya que trae la luz a lo profundo de aquello que en la Escritura revela y
esconde, a la vez ,el misterio divino, y también Santa Clara nos muestra la
creación como casa de Dios llegando a amar a Dios como encarnado. También hay
que captar y descubrir, como hace San Francisco con el leproso, la creación que
sufre.
En definitiva, un libro muy
necesario para leerlo junto a la encíclica del Papa Francisco, y sobre todo
para darle un sentido a la ecología desde la Encarnación y el pensamiento
franciscano.
Editorial
Arántzazu, Oñati 2015.
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