LA POBREZA
IV
En los casos
analizados no se da una visión de la riqueza y la pobreza en términos
absolutos, y menos una valoración por sí mismas, que sean buenas o malas en
esta vida, malas o buenas en el más allá. No hay una catalogación moral al
margen de la historia. Son las situaciones concretas las que determinan la
prohibición y maldad de la posesión de los bienes, y corresponde a cuando se
erigen en dioses y sus poseedores vuelven la espalda a Dios y a los
necesitados, o provocan situaciones inhumanas. En estos casos Dios reacciona
cambiando las condiciones de vida o condenando. Tampoco es válida la renuncia
sin más a los bienes para alcanzar una supuesta paz interior anulando los
deseos y sentimientos que provocan las riquezas. Jesús vive y enjuicia las
posiciones de los hombres por el Reino, por la cercanía de la bondad de Dios
que trueca las circunstancias para salvar a los que no tienen o se les ha
despojado de su esperanza.
Se añaden a
continuación tres máximas sapienciales de Jesús: «El que es de fiar en lo
menudo, es de fiar en lo mucho; el que es injusto en lo menudo, es injusto en
lo mucho. Pues si con el dinero sucio no habéis sido de fiar, ¿quién os
confiará el legítimo? Si en lo ajeno no habéis sido de fiar,¿quién os
encomendará lo vuestro? Un empleado no puede estar al servicio de dos amos:
pues odiará a uno y amará al otro o apreciará a uno y despreciará al otro. No
podéis estar al servicio de Dios y del dinero»[3].
Jesús dice a los discípulos que fijen la atención en la astucia del
administrador para evitar su ruina futura. En el ministerio que ejercen para la
extensión del Reino también deben preocuparse por saber lo que la gente hace
para salvar sus negocios, y evitar la candidez, porque sus obras tienen
repercusión en el más allá. Así el uso de los bienes implica ganarse amigos,
para que nos abran las puertas de la eternidad. Pero la riqueza para el
Evangelista siempre es injusta. La comprende a partir de la expoliación de los
pobres y de una distribución desigual. Por tanto, los discípulos deben darla a
los pobres, y al regalarla, compran una morada en el cielo, en el que serán
acogidos por ellos. Ése es su futuro del más allá que nos tiene preparado el
Señor, distinto al histórico del administrador, y ganado con su fidelidad al
dinero legítimo porque se distribuye a los que no lo tienen. En esto reside la
diferencia de servir a Dios ayudando a los pobres o servirse a sí mismo
acumulando (idolatrando) riquezas.
Paz y Bien Fray Francisco, de todo corazón le agradezco por toda la riqueza que nos comparte a través de su blog, nuestro blog. GRACIAS POR NUTRIR NUESTRA VIDA (R)
ResponderEliminar