San
Juan de la Cruz
y la forja de un poeta universal
Francisco Javier Díez de Revenga
Facultad de Letras
Universidad de Murcia
En
el complejo panorama de la literatura española el siglo XVI, la literatura
renacentista, y más ampliamente en el panorama total de la literatura española,
la figura de San Juan de la Cruz es una de las más excelsas y unánimemente
alabada por las generaciones posteriores, tan sólo por tres poemas, dos de
ellos no muy extensos, Noche oscura del
alma, Cántico espiritual y Llama de amor viva, poemas que hay que
integrar, por la puerta grande, en el campo de la literatura mística del
Renacimiento, obras maestras de espiritualidad, que además han sido
consideradas por las generaciones posteriores, composiciones poéticas
magistrales y únicas en la literatura de todos los siglos.
Pero Juan de la Cruz es mucho más.
Participante, desde su juventud, en la reforma del carmelo que iniciara Santa
Teresa de Jesús en 1562, se convirtió en uno de los seguidores inmediatos de la
santa, del que podríamos considerarlo discípulo directo, si ella no lo hubiese
tenido como maestro y confesor, a pesar de ser mucho más joven. Cuando se
conocen, Juan tiene veinticinco años; Teresa cincuenta y dos. Juan acaba de ser
ordenado sacerdote; Teresa está en la plenitud de sus empresas reformadoras.
Juan, austero desde su más tierna infancia, pobre y mísero en el sentido más
literal desde sus difíciles años infantiles y juveniles, hará de la sobriedad y
de la austeridad la más decidida norma de vida, y, por ello, tropezará con los
ambiciosos y acaparadores de poder, y no será comprendido ni siquiera en sus
años de estudiante, en la Universidad de Salamanca, donde ya se distinguía por
la severidad en el cumplimiento de sus obligaciones. Por eso, cuando dudaba si
hacerse cartujo, para estar más cerca de su ideal de Dios, encontró en la
reforma del carmelo y en Teresa de Jesús el espacio adecuado para llevar a cabo
sus anhelos y ansiedades espirituales.
Testigos
de aquellos nueve meses aseguran que fue sometido a toda clase de vejaciones
por sus enemigos los carmelitas calzados, lo que Juan recibió como
mortificación añadida a las que eran habituales en su vida conventual.
Persecución que volvería a padecer, esta vez por sus mismos hermanos descalzos
en los últimos meses de su vida, simplemente porque tenía un concepto distinto
de cómo se debía proveer los cargos de la orden. Partidario de la votación
secreta y de la participación de todos en las decisiones de los superiores, lo
que hoy día no puede sino parecernos de lo más normal, fue por ello perseguido
y vejado hasta en su mismo lecho de muerte en el convento descalzo de Úbeda,
donde murió un 14 de diciembre de 1591, cuando sólo contaba con cuarenta y
nueve años, nueve años después de que Santa Teresa entregase su alma a Dios en
el convento de las descalzas de Alba de Tormes.
Una
de las formas de comprender bien la obra literaria de San Juan de la Cruz, es
conocer su figura y la trascendencia de su magisterio, desde el punto de vista
literario, pero también desde el punto de vista humano, religioso, espiritual,
ya que es muy difícil, por no decir imposible, prescindir de la significación
de una de las más significativas e
influyentes personalidades de la vida religiosa española y universal, aspecto
en el que compartía con Santa Teresa de Jesús tanto fama como devoción. El
hecho de que Karol Wojtyla, que llegaría al papado con el nombre de Juan Pablo
II, realizase su tesis doctoral en Roma, en 1948, sobre El
tema de la fe en San Juan de la Cruz puede responder con claridad al valor
universal de su figura y de sus escritos desde el punto de vista religioso.
San Juan de la Cruz fundó el monasterio carmelita de Caravaca. Un buen sitio para rememorar sus andanzas y seguir sus huellas.
ResponderEliminarEsteban Calderón