"Jerusalén, que se me
pegue la lengua al paladar".
Todos somos Egeria.
Elena Conde Guerri
Facultad de
Letras
Universidad de Murcia
Universidad de Murcia
En el
transcurso de los siglos, Jerusalén se ha convertido en la Ciudad "tres
veces santa" y la reciente peregrinación del Papa Francisco lo ha
manifestado con creces. Días plenos de oración, esencialmente, en compañía de
los máximos representantes de las otras confesiones monoteístas para que en el
horizonte venidero jamás se imponga la tentación de arrinconar a Dios en un
paisaje yermo y silente, cuya única melodía sea la generada por el rechazo al
ecumenismo y la adoración a los ídolos de barro. No es hoy mi intención
insistir en lo que bien ha expresado la Crónica Franciscana al respecto. Quiero
remontarme a la Antigüedad, a un documento pleno de vitalidad que en este viaje
papal se destaca renovado y luminoso. La llamada Peregrinación de Egeria, diario de viaje no tan conocido fuera
del campo de los estudiosos, redactado en lengua latina y por un autor anónimo,
verosímilmente en los primeros momentos del siglo V de nuestra era. Es su
contenido lo que importa. Egeria es una mujer, a mi parecer acomodada, que
llevada de su ansia por conocer los Santos Lugares donde vivió Jesús, emprende
un itinerario desde un punto del Imperio de Occidente y en compañía de un grupo
reducido movido por los mismos intereses. Todos sabemos que un viaje puede
fracasar si la motivación de sus integrantes es dispar. Aquí, la peregrina no
persigue realizar un periplo arqueológico ni artístico, ni mucho menos superar
un reto personal para salir indemne de cartografías muy lejanas, difíciles y en
ocasiones peligrosas. La finalidad es
espiritual, es nutrirse de la esencia que la historia bíblica imprimió
en dichos lugares y, a la vez, participar de la liturgia que se oficiaba
en las Basílicas emblemáticas, ya construidas: Belén y la llamada Anástasis. Su
primer impacto es la visión del Sinaí pues, evidentemente, en su itinerario la
progresión histórica se adapta al territorio. "Aunque hay varias
cumbres, al conjunto se le llama Monte de Dios sobre todo a aquel en cuya
cumbre se encuentra el lugar donde descendió la majestad de Dios, como está
escrito". En el Sinaí empieza todo, la esencia de la revelación mucho
más perfeccionada, a mi entender, con la exigencia de la obediencia y la
fidelidad a su tutela y transmisión. Y del Sinaí, poco a poco y no sin algún incidente
aventurero y episódico, el grupo llegará a Jerusalén. Sorprende, en principio,
la brevedad que Egeria concede a la ciudad en sí y a la descripción
arquitectónica de sus basílicas. Aunque menciona sus materiales preciosos, sus
mármoles y sus mosaicos, y las incrustaciones de piedras preciosas de sus
objetos litúrgicos, "sería superfluo describirlo". No es su
propósito, como se ha dicho. Las aspiraciones vuelan de modo ascendente.
El
ámbito queda superado y sacralizado, en cierto modo, por la PALABRA manifestada
en el ritual sensitivo de la liturgia. De hecho, la segunda parte de este
librito se concentra exclusivamente en la liturgia vigente en Jerusalén, desde
la Epifanía hasta después de Pentecostés. En la basílica de la Resurrección,
por ejemplo, desde que rompe a cantar el primer gallo, el Obispo desciende a la
gruta, se abren todas las puertas y toda la muchedumbre que esperaba entra en
ella, iluminada por innumerables luces. Y en las lecturas pertinentes, los
asistentes se dejaban llevar por sus sentimientos y emoción ante las torturas
previas del Señor, estallando en llanto sin el menor pudor. Ritual y corazón
iban de la mano en una sensibilidad cristiana muy propia de la época de Egeria,
tal como muchas fuentes describen. Pero tales escenas nunca empañaban el
mensaje esencial.
Lea este
Itinerario quien lo desee. Está traducido en español. Todos tenemos nuestros
viajes, nuestros periplos secretos a veces inalcanzables, oscilantes, quizá sin
brújula. Rutas inimaginables, por aventura, curiosidad, necesidad vital,
exigencias culturales, hasta por hastío. Por imperativo de las modas impuestas
aquí y ahora. En el siglo XIX, y ya con el precedente de Winckelmann, las
clases acomodadas subyugadas por el revival de lo clásico estaban
obligadas a realizar le grand tour. En parte esnobismo, no menos cierto
circulación de cultura, conocimientos y belleza. Y los de formación luterana,
se enganchaban sensorialmente ante el David de Miguel Angel o ante las gaviotas
del Bósforo y también su corazón se aceleraba. Entrado el siglo XXI, los
grandes circuitos culturales deben de mantenerse para no llegar a una
esterilidad que presuntamente nos amenaza. Pero no deben ni pueden ser meros
itinerarios escenográficos ni paisajísticos ni gastronómicos. El verdadero viaje es siempre interior.
Aunque se pisen los paisajes reales donde la Jerusalén, añorada y real, se
erigió. El Papa Francisco lo ha demostrado esta vez y nos lo ha querido enseñar
con creces. Y también, los PP. Franciscanos, Custodios por derecho propio de
los Santos Lugares desde tantos siglos atrás, que siguen fieles al mensaje que
persiguió la misteriosa peregrina Egeria.
Custodio Tierra Santa |
TANKAS
ResponderEliminarOld Jerusalem,
I would like to pilgrim there
for once in my life.
The steps of my faith could merge
with the traces of Jesus.
If I join my soul
to those millennial prayers,
echoes of Christians,
perhaps I'd be a witness
of such a great Gospel love.
The Holy City
maybe would show me as poet
the cross of my verse:
not being able to rhyme
the meanings of salvation.
(Vieja Jerusalén,
me gustaría peregrinar allí
por una vez en mi vida.
Los pasos de mi fe podrían fundirse
con las huellas de Jesús.
S uniera mi alma
a esas oraciones milenarias,
ecos de Cristianos,
quizá sería un testigo
de tan grande amor evangélico.
La Ciudad Santa
tal vez me mostrara como poeta
la cruz de mi verso:
no ser capaz de rimar
los significados de la salvación.)
(Llenando Cuencos)
http://miralfondo.blogspot.com