«NUNCA
FUIMOS ÁNGELES»
Esteban Calderón
Facultad de
Letras
Universidad
de Murcia
Nunca
fuimos ángeles es el título de una
excelente película dirigida por Neil Jordan y protagonizada, entre otros, por
Robert De Niro, Sean Penn y Demi Moore. Un cartel de lujo sin duda. Con él
retomo este blog en un tiempo –Adviento y Navidad– que invita a hablar de
ángeles. Veremos de qué índole. Atravesando la península itálica llega uno a
Macerata, ya cerca de la costa adriática, y siguiendo en dirección norte por
esa misma y bellísima costa se llega a Porto Recanati, y desde allí, todavía
dentro de la provincia de Ancona, a la cercana y pequeña –poco más de 12.000
habitantes– ciudad de Loreto, situada en lo alto de unos montes ubérrimos en
olivares y viñedos.

Cuando el viajero llega
a Loreto parece transportarse un poco a la Edad Media. Su mayor atractivo es la
Basílica que construyó el genial Bramante, por encargo del Papa Julio II, para
albergar la que, según la tradición, fue la primitiva de casa de la Virgen
María, en Nazaret. Dicha Basílica está custodiada por frailes de la familia
franciscana, capuchinos, y en su interior, entre otras muchas joyas, se pueden
admirar en la Sacrístía de San Juan
los frescos pintados por
Luca Signorelli, y en la Sacrístía de San Marcos, los frescos
de
Melozzo da Forli. En el centro se halla la vivienda de María; se
trata de una casita de una sola estancia (una
laura breve, es decir,
lauretto,
de donde viene el nombre Loreto a través del italiano), que los investigadores
han confirmado que, efectivamente, corresponde cronológicamente al siglo I de
nuestra Era. Y no es menos cierto que cuando uno visita Nazaret, comprueba que
donde estuvo la casa de la Virgen, ya no hay tal, sino que sólo queda la cueva
aneja. Esa casita, actualmente con un recubrimiento externo de mármol, está
construida con unos materiales y una manufactura totalmente ajenos a la región
en que se encuentra; es más, su industria estaría pareja con la técnica de
construir los nabateos en el s. I. y muy difundida en Palestina y Galilea. Los
grafitti que se pueden leer en sus
paredes también coinciden en buena parte con el tipo de escritura de otros de
época judeo-cristiana. La imagen de la Virgen venerada en ese santuario databa
del
trecento, pero fue destruida en un incendio
en 1921. La actual es obra de Leopoldo Celani, y fue tallada a partir de un cedro
libanés procedente de los jardines vaticanos.
Me imagino que a estas
alturas el lector se preguntará cómo fue a parar esta casita a la ciudad de
Loreto. Y aquí es donde toma cuerpo la tradición. Según ésta, en 1291, ante la
irremisible pérdida de los Santos Lugares a manos de los sarracenos, los
ángeles levantaron dicha casa y la transportaron por los aires hasta su actual
ubicación en Loreto, convirtiéndose en un lugar sagrado, definido por
Juan Pablo II como
«el auténtico corazón mariano de la Cristiandad», un lugar de peregrinación
visitado por más de doscientos santos y beatos. El arte se ha encargado de
plasmar repetidas veces tan celebrado acontecimiento.

Mas cuando uno pisa el
terreno se pueden hacer averiguaciones que permiten saber que en el siglo XIII
unos cruzados de esta zona de Italia marcharon a Tierra Santa y, ante el
peligro de perder para siempre esta reliquia, y dado su escaso tamaño, optaron
por desmontarla piedra a piedra y trasladarla en barco a lugar seguro: en
primer lugar a Croacia y luego, a través del puerto de Ancona, a su
emplazamiento actual. El nombre de la familia de cruzados que tan piadosa tarea
realizó no era otro que Angeli, esto es, Ángeles, la poderosa familia de
gobernadores del Epiro. La leyenda deformó la historia, de tal manera que el
apellido Angeli pasó a convertirse en un coro angélico que transportó por los
aires la Santa Casa hasta el actual Loreto. De ahí que la Virgen de Loreto sea
la patrona del arma de aviación. Además de los datos arqueológicos, consta un
reciente documento en el que Nicéforo Angeli concede a su hija Ithamar como
esposa a Felipe de Tarento, hijo del rey de Nápoles Carlos II de Anjou, a la
par que incluye en la dote «las santas
piedras traídas de la Casa de Nuestra Señora la Virgen Madre de Dios».

Aquellos Angeli,
encabezados por Nicéforo Angeli, dirían con razón: «nunca fuimos ángeles», al
igual que en la película de Neil Jordan. Pero cuando uno visita el santo lugar
sale de allí convencido de que sí que realizaron una angelical tarea.
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