Francisco
de Asís y su mensaje
XII
El hombre imagen de Dios y de Cristo
3º
Si los hombres son hijos de Dios, son hermanos entre sí (cf. CtaO 5.11) y
forman una misma familia (cf. Adm 3,7;
RegB 6,7-9; CtaO 2). Francisco, siguiendo a Jesús, encuentra a Dios como Padre
y a los hombres como hermanos, porque él es el hermano capaz de dar la vida por
todos (cf. 2CtaF 50-53.56). Dios es quien viene en Jesús, pobre y crucificado,
y en estas condiciones revela al hombre su verdadera condición filial con
respecto a Dios y fraterna con respecto a los hombres. Para captar este mensaje
y experimentar a Jesús y a los hombres como hermanos es necesario vaciarse de
sí y de todo aquello que impide ver a los demás y a la creación desde la
perspectiva de Dios y de Jesús (cf. RegNB 17; 23,8; CtaO 29).

Liberarse
del poder y de las cosas y de las actitudes que los avalan, es lo que hace a
Francisco percibir la realidad como parte de su propio ser, identificando a
todas las criaturas como hermanas: «... a todas las criaturas las llamaba
hermanas, como quien había llegado a la gloriosa libertad de los hijos de Dios»
(1Cel 81). Esta actitud nace de la experiencia de Dios vivida como un don: «El
Señor me dio hermanos» (Test 14), aunque los demás se presenten como lobos (cf.
CtaM 2) por ser injustos (cf. Adm 13,1-2), por ser frágiles
(cf. Adm 18,1), por ser enemigos (cf.
Adm 3,7-9), por ser reprendidos por las imperfecciones (cf.
Adm 22,1-3). Permanece el sentido
fraterno de todo cuanto existe cuando se mantiene la relación personal con Dios
por medio de la oración (cf. RegNB 3,3-4; RegB 3,3; Tes 18.29) y su relación de
amor se establece también con todas las criaturas (cf. 2CtaF 18); así se
entiende que se someta a todas (cf. RegNB 16,6; 2CtaF 47).
La
visión fraterna del mundo y de los hombres no sólo es un don de Dios, sino
también una actitud que exige el dominio personal de la soberbia y el orgullo
(cf
. Adm 15,2). Y se prueba cuando se
sufren las imperfecciones de los otros
(cf.
Adm 18,1), se es maltratado (cf. Adm 22,1-3), se padece persecución (cf. Adm
3,7-9), y por la corrección, debida o indebida, para que la fraternidad
funcione (cf. Adm 22,1-3). Los casos de escándalo que provienen de la
convivencia deben también controlarse. Francisco razona así: «Hay muchos que,
perseverando en oraciones y oficios, hacen muchas abstinencias y mortificaciones
en sus cuerpos, pero por una sola palabra —que parece ser injuria de sus
cuerpos—, o por alguna cosa que se les quitara, escandalizados en seguida se
perturban. Estos no son pobres de espíritu; porque el que verdaderamente es
pobre de espíritu se odia a sí mismo y ama a aquellos que lo golpean en la
mejilla (cf. Mt 5,39)» (Adm 14,2-4; cf. Cánt 10-11).

De
hecho estructura la vida de sus seguidores en este sentido fraterno, como un
signo de la presencia del Reino en la sociedad y en el cristianismo de lo que
la vida es según el Dios de Jesús. Así, siguiendo a Jesús, ordena evitar la
ofensa y el juicio que enfrenta y divide a los hombres
(cf. Mt 5,22; 7,1-2; Lc 6,37-38); en sentido positivo recomienda las
mismas actitudes que Jesús exige a sus discípulos: «Aconsejo de veras, amonesto y exhorto a mis frailes en el Señor
Jesucristo que, cuando van por el mundo, no litiguen ni contiendan con palabras
(cf. 2Tim 2,14), ni juzguen a los otros; sino sean apacibles, pacíficos y
moderados, mansos y humildes, hablando a todos honestamente, según conviene»
(RegB 3,10-11; cf. 1C 40-41). Y renueva el mandato que Jesús da a sus
discípulos: «Cuando los frailes van por el mundo, nada lleven para el camino: ni
bolsa, ni alforja, ni pan, ni
pecunia, ni bastón (Lc 10,4). Y en
cada casa que entraren, digan primero:
Paz a esta casa. Y, permaneciendo en la misma casa, coman y beban lo que
hay en su casa (cf. Lc 10,5.7; Mt 10,12). No
resistan al malvado, sino a quien
les pegare en una mejilla, preséntenle también
la otra (cf. Mt 5,39; Lc 6,29). Y a quien
les quita el manto, no le impidan [quitarles] también la túnica. Den a todo el que les pida; y al que les quita lo que es suyo, no
se lo reclamen (cf. Lc 6,30; Mt 5,42)» (RegNB
14,1-6; cf. RegB 3,13; Test 23).
Le llamaban Loco… porque Amaba… le llamaban Loco… porque su pasión por Jesucristo… le llevó a desprenderse de lo superficial, de lo material…un espíritu Zen como dicen los Modernos era San Francisco de Asis, el Amigo de Dios. Mari Carmen Valcárcel.
ResponderEliminar