Antropología teologal de la justicia liberadora con los pobres
El martirio de Mons. Romero, el
Card. Müller
y
la Teología de la Liberación
Agustín
Ortega Cabrera
Centro Loyola e ISTIC
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Car. Müller |
La espiritualidad y
teología latinoamericana, en clave liberadora, tiene más actualidad que nunca.
La comisión de teólogos de la Congregación para las Causas de los Santos acaba
de aprobar, por unanimidad, la declaración de martirio de Mons. O. Romero, asesinado
en el Salvador en 1.980 por motivo de su fe en la entrega, servicio y
compromiso por la justicia liberadora con los pobres. Con lo cual, se ratifica
su más que posible y próxima beatificación. Asimismo, el Cardenal G. L. Müller,
actual Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, ha publicado
recientemente dos libros muy cualificados e importantes. El primero, Del lado
de los pobres, Teología de la liberación, que ha sido galardonado con el Premio
Capri San Michele, uno de los premios de ensayo más importantes de Italia. Y el
segundo, Iglesia pobre para los pobres, La misión liberadora de la Iglesia, con
prologo-presentación del mismo Papa Francisco. Ambas publicaciones están
escritas en colaboración con Fr. G. Gutiérrez OP, presbítero y religioso
dominico, galardonado con el Premio
Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2003). G. Gutiérrez es
considerado el padre de la teología de la liberación (TL) y uno de los teólogos
más significativos de la época contemporánea.
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Agustín Ortega |
En estas publicaciones, el Cardenal Müller junto a G. Gutiérrez, tal
como viene haciendo la enseñanza y vida de la iglesia, expone lo más valioso y
fecundo de la teología de la liberación; precisando y matizando algunos
posibles límites, malentendidos o deformaciones que se ha hecho sobre dicha
teología. Lo cual fue lo que encarnó y promovió mártires (testimonios) como el
de Mons. Romero o sus compañeros y amigos, los conocidos como mártires de la
UCA, del que celebramos ahora su 25 aniversario. I. Ellacuría, I. Martín-Baró
que junto a 4 compañeros jesuitas, casi todos de origen español, fueron
asesinados junto a una trabajadora y su hija en su Universidad del Salvador
(UCA). Todos estos mártires y testigos de la fe de la iglesia latinoamericana,
con sus comunidades eclesiales de base, su espiritualidad liberadora, su praxis
social…es la levadura de donde surgió la
TL.
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G. Gutiérrez |
En dichos libros, efectivamente, Müller y Gutiérrez van la raíz de la
TL, que manifestó el testimonio de vida de Mons. Romero y de todo estos
mártires, como es la espiritualidad y antropología teologal. Esto es, como la
fe y la vida del cristiano está enraizada en el don de Dios (la Gracia), su
Amor y Justicia, que nos libera de todo pecado, mal e injusticia. La Gracia, el Amor de Dios que se nos dona en
Jesucristo y su Espíritu Santo, se encarna y asume toda la realidad, la
espiritual y personal, la cultural y social, la política y económica. La espiritualidad y antropología
cristiana tiene este carácter encarnado, social e integral que acoge y promueve
todas las dimensiones de las personas,
las corporales y materiales, las económicas, las sociopolíticas y espirituales.
Es una fe y antropología que supone la inteligencia de la fe, de la esperanza y
del amor que es inseparable de la justicia liberadora con los pobres de la
tierra. La fe cristiana se realiza en el don del amor y de la justicia, lo que
nos libera de la maldad e injusticia que sufre la creación. Y, de esta forma,
el servicio y compromiso del amor fraterno, de la solidaridad y justicia con los
pobres de la tierra es constitutivo de la espiritualidad y vida teologal, de la
misión evangelizadora de la iglesia, sin la que no existe verdadera fe ni
existencia cristiana. Ya que, en este sentido, el alcance teologal de la
justicia liberadora con los pobres está entrañado en el mismo Dios que, en
Jesús, se hizo pobre para liberarnos de la injusticia y de todo pecado.
Jesús se encarna en
lo pobre y con los pobres de la tierra porque es la realidad teologal desde:
donde se realiza el amor, la paz y la justicia universal que le es negada a los
pobres; donde nos liberamos del pecado del egoísmo y sus ídolos del poder,
tener y de la riqueza (ser ricos), que es lo que causa la desigualdad e
injusticia de la pobreza, la opresión que sufren los pobres y excluidos
sociales; donde nos liberamos de la comodidad, indiferencia y complicidad ante
toda esta injusticia, opresión y marginación que padecen los pobres de la
tierra. Todo ello, esta vida y realidad teologal, es clave para la salvación
que, como se observa, se realiza en el desarrollo y liberación histórica e
integral de todas las dimensiones del ser humano, de todo lo que causa mal y
oprime al ser humano. La fe cristiana supone, pues, esta antropología que
promociona la sagrada e inviolable vida y dignidad del ser humano, que les son
arrebatadas a los pobres, ya que los seres humanos somos semejanza e imagen de
Dios. Aun más, todos los seres humanos
somos hijo/as de Dios Padre con entrañas Maternas, como se ha revelado
en Jesus, y por tanto hermanos, cuya amor fraterno le es negado a los pobres. Y
todavía más profundo, como apuntamos, los pobres y crucificados (en la
injusticia) de la historia son sacramento (presencia real) de Cristo Pobre y
Crucificado que nos salva en este don del amor, paz y justicia liberadora como
se muestra en su Pascua por el Reino.
Así, el amor y
justicia con los pobres se sitúan en el mismo corazón de la vida y
espiritualidad cristiana que no es más que seguir a Jesús en el Espíritu y su
Gracia Liberadora, para realizar el proyecto de Jesús, el Reino de Dios y su
justicia. La existencia cristiana tiene su corazón en esta espiritualidad, en
el Espíritu de Dios liberador que va realizado la salvación que nos trae el
Reino y su amor, paz y justicia liberadora con los pobres y que se va realizando
ya en la realidad histórica; culminando en el futuro, en la vida plena, eterna.
El Dios en Jesús es el Dios de la vida, de la fecundidad de la vida fraterna,
solidaria y justa con los pobres y víctimas de la historia, a los que se les
mata, a los que le son arrebatadas estas vidas dignas, plenas y de amor que nos
trae ya el Reino. El Reino y su justicia liberadora con los pobres se anticipa
ya en la historia, mediante la Pascua liberadora de Jesús
Crucificado-Resucitado por el Reino. Lo cual se consumará en la vida eterna, en
la plenitud del tiempo histórico y de la creación.
Como se puede observar, toda esta antropología y espiritualidad implica
todo un quehacer teologal, una renovada metodología e inteligencia teológica que se realiza en
diversos momentos inter-relacionados:
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Ignacio Ellacuría |
- En el ver,
hacerse cargo de (analizar) la realidad con las mediaciones de las ciencias
sociales y sus teorías sociales-filosóficas. Es una mirada crítica, social y
ética que aprovecha lo más valioso de autores o perspectivas de estas ciencias
sociales, como Marx o la teoría de la dependencia, que den cuenta de las
relaciones y estructuras de dominación, injusticia y de la opresión del
subdesarrollo; sin que se tenga, por ello, que asumir en su totalidad la
filosofía, la antropología o límites y posibles carencias de dichos autores o
teorías, que no se confunden ni se identifican tampoco con la misma fe.
- En el juzgar o
valorar (cargar con) la realidad. Con una lectura creyente y teológica de la
realidad histórica, de los signos de los tiempos, desde el Evangelio del Reino
en su justicia con los pobres y con ese tesoro que es la Doctrina Social de la
Iglesia (DSI). El mal, la opresión e injusticia que sufren los pobres, a la luz
del Evangelio y de la DSI, es el pecado del (que daña) al mundo, el pecado
social y estructural. Es decir, el pecado personal del egoísmo, con sus ídolos
del poder y de la riqueza, cristalizan en estas relaciones y estructuras
sociales de pecado que llevan a su vez a más injusticia y mal, a más pecado.
Con una inter-relación inseparable entre el pecado personal y el
histórico-estructural, con las estructuras de pecado. Son esas relaciones
sociales inicuas, esos sistemas y estructuras políticas, económicas,
comerciales o financieras perversas que causan la desigualdad e injusticia de
la pobreza, Las estructuras de pecado que generan la opresión, desigualdad y
marginación que sufren los pobres, los excluidos y víctimas de la historia.
Frente a las teorías del desarrollismo economicistas, en el mundo existe una
lucha entre la gracia y el pecado, un
conflicto personal, social e histórico entre el bien y el mal, la paz y
justicia frente a la opresión, violencia e injusticia. Y hay que asumirlo y
luchar por que el amor fraterno, la paz y la justicia liberadora con los pobres
vayan venciendo a toda dominación, marginación y odio.
- En el actuar, en
el encargarse de la realidad, en la praxis social, liberadora y transformadora
del mundo, de sus relaciones, estructuras y sistemas injustos. Asumiendo por
tanto el inherente carácter social de la fe y del amor. Esto es, la caridad
política, pública y social que busca el bien común y la justicia con los
pobres, ir a las causas de la pobreza, de la injusticia y opresión. Para que se
vaya alcanzando así la civilización del amor y del trabajo, de la dignidad del
trabajador, por encima del capital, del beneficio. Con una justa distribución y
destino universal de los bienes que, siempre, tiene la prioridad sobre la
propiedad o el mercado. Esta acción y compromiso social se hace en comunidades
espirituales o eclesiales, sociales y solidarias. Junto a aquellos movimientos
sociales o ciudadanos emancipadores, liberadores que luchan por la paz, el
desarrollo integral y la justicia universal, global con los pobres de la
tierra. Los pobres y pueblos crucificados por la injusticia junto con los que
los defienden y promueven su liberación integral, el protagonismo y promoción
liberadora e integral de los pobres, son los signos permanentes de la historia.
Y desde estos signos de los tiempos en la justicia liberadora y protagonismo de
los pobres, hay que discernir, encarnarse y comprometerse por el Reino. Ello
requiere, por tanto, el discernimiento de las mediaciones sociopolíticas que se
vaya aproximando al Reino, las ideologías o sistemas políticos, tal como puede
ser un socialismo democrático. Lo cual significa la justa y universal distribución o destino de los
bienes, los pueblos y los pobres como los sujetos de la historia. Lo que se
opone tanto al liberalismo, al capitalismo como al comunismo estatalista o
colectivismo. Pero sin la identificación de estas posibles mediaciones o
ideologías-sistemas con la fe; lejos de todo confesionalismo e ideologización
del cristianismo o cualquier otra religión, que no se confunde nunca con las ideologías
o corrientes partidistas.
Todo este método
(camino) teológico, este quehacer teologal y espiritual en la justicia con los
pobres, para que sea autentico y creíble, supone luchar pacíficamente contra el
sistema e ideología que hoy domina y que causa la pobreza, el hambre y muerte
de los pobres. Es decir, el neo-liberarismo (económico), el capitalismo que por
esencia es inhumano, injusto e inmoral. Vamos concluyendo y como se ve, el
martirio y testimonio de creyentes como Mons. Romero, que encarnó con su vida
toda esta espiritualidad y antropología teologal, es un martirio por la fe que,
cuando es verdadera, se realiza en el amor, la paz y la justicia liberadora con
los pobres.
Remarcamos que este
testimonio de amor y justicia con los pobres es el primer, principal camino o
medio, con credibilidad y coherencia, de la misión evangelizadora de la
iglesia. Ya que solo el amor es digno de fe. Por lo dicho, se puede verificar
lo valioso, profundo y espiritual-evangélico de toda esta teología, espiritualidad
e iglesia latinoamericana de la liberación. Tal como se muestra todo lo
expuesto hasta aquí en las obras reseñadas de Müller, que se ha fecundado
mutuamente con la teología contemporánea más cualificada, con el magisterio de
la iglesia y la DSI. Y como está mostrando y encarnado asimismo, con un vigor
impresionante, el Papa Francisco en la actualidad. Por último, como es natural,
invitamos vivamente a leer y conocer estas obras de Müller, todo este legado
teológico y eclesial, que hemos reseñado en este escrito.