Fe cristiana y ateísmo del siglo XXI
Gerardo de Pozo Bajón e Ignacio Serrada Sotil (Eds.)
Pilar Sánchez Álvarez
Instituto Teológico de Murcia OFM
Pontificia Universidad Antonianum
El
texto recoge las conferencias del Curso Fe cristiana y ateísmo del siglo XXI de
la Facultad de Teología, de la Universidad Eclesiástica de San Dámaso en
el marco de los XXVII Cursos de verano de la Universidad Complutense celebrados
desde el 30 de junio al 2 de julio de 2014.
Los editores escriben en el prólogo: "Y también el
testimonio de un ateo nos afecta a los cristianos y nos obliga a escuchar,
reflexionar y meditar". Siguiendo su lectura hay algunos puntos
interesantes.
Tanto los
judíos como los cristianos eran acusados de venerar la imagen de un asno, de un
carnero o de un buey (Tácito, Historias 5,4) o de odiar a todos los
hombres (Tácito, Historias 5,5),; o bien que eran ateos porque no
adoraban a los dioses imperiales (Flavio Josefo, Contra Apión, 2.6;
Plinio. Historia sobre la naturaleza humana, 13,4,46).
Ante estas
posturas caben dos soluciones: seguir esa sensación y negar a Dios o bien,
acogerlo como don y tarea.
¿Fue
alguna vez un cristiano acusado de ateo? Hoy nos puede parecer esto imposible,
porque como cristianos nos consideramos creyentes del verdadero Dios. Pero hay
que recordar el punto de vista cultural diferente en ambientes históricos
diversos.
Los
primeros cristianos, en los inicios del cristianismo, eran considerados ateos,
y los romanos los tenían como una secta insignificante de los judíos.
Tertuliano (Apologética 21) afirmaba que los cristianos vivían como a la
sombra de una insigne religión, sin duda lícita. Atenágoras, en la Súplica a
los emperadores, los acusó de ateos, antropófagos y de practicar el
incesto.
Más tarde
Galeno (Pedro Laín Entralgo, El cristianismo primitivo y la medicina,
Alicante 2012) reconoce que los cristianos asumían actitudes propias de
auténticos filósofos, al llevar una vida austera alejada de las pasiones, e
incluso que afrontaban la muerte sin miedo.
Analizando
lo anterior me pregunto:¿Qué lección podemos concluir de estos
datos?
En
primer lugar que cuando no se conoce una cosa, se puede inventar todo tipo de
infamias: cristianos como antropófagos, ateos, etc.
En
segundo lugar, que aunque no se compartan las mismas ideas, se debe reconocer
lo bueno y lo verdadero que existe en los demás. Conocerlas, para
clarificar las propias.
Hoy,
según González de Cardedal (Meditación Teológica desde España, Salamanca,
1970,141) “el ateísmo colectivo constituye uno de los elementos determinantes
de la conciencia contemporánea”.
Esta
postura no solo afecta a los demás, sino al propio cristiano, no a las dudas
aisladas surgidas en cualquier momento, sino a la sensación de la inutilidad de
la creencia y la duda permanente sobre la existencia de Dios.
La mayoría
de las personas no elige ninguna de ellas, porque optan por una solución
intermedia, acogen a Dios, pero lo degradan hasta convertirlo en un ídolo.
Es decir,
aunque los cristianos tengamos una fe firme y creamos en el Dios Amor y
Misericordioso como el Bien supremo, La Verdad suprema y la Belleza suprema,
debemos por ese mismo amor y misericordia, así como por honestidad intelectual,
conocer los ateísmos del siglo XXI, analizar las críticas que se nos
hace, reflexionar sobre ellas, poner soluciones si existen, y sobre todo respetar
a todos, acogiéndolos como hermanos, aunque defendiendo la esencia
cristiana sin caer en el relativismo que tanto daño está haciendo
actualmente, y que, si seguimos por este camino, es posible que en
tiempos venideros podamos ser acusados de “ateos”, con toda propiedad y
razón, porque quizás, no dejamos a Dios ser Dios, sino que hacemos
de Dios un ídolo a nuestra medida.
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