San
Francisco de Asís, un modelo de solidaridad con la
naturaleza y el medio ambiente
Francisco
López Bermúdez
Facultad de Letras
Universidad de Murcia
La
reciente encíclica
Laudato SI del
papa Francisco sobre el cuidado de la casa común (la Tierra en la que
vivimos), comienza con el
Cantico a las Criaturas, la bella
oración de San Francisco calificada como
la expresión más completa y lírica del alma y de la espiritualidad del autor.
Algunos quizás vean en Francisco de Asís un romántico de la naturaleza, un
sentimental que tenía una visión cándida del ambiente que le rodeaba, sin
embargo, era la búsqueda y el compromiso por la armonía con la
naturaleza y la fraternización universal
por lo que Francisco clamaba. En el Universo que nos envuelve con su
majestuosidad y grandeza y, en la
naturaleza, era donde
Francisco encontraba la
sencillez, la armonía, la
perfección y la belleza en su estado más
puro. Francisco en su Cántico puso de manifiesto una profunda reconciliación
entre el cielo y la tierra, entre la vida y la muerte, entre el universo y Dios.
Se trata del canto de un hombre que durante toda su vida luchó para
lograr más fraternidad entre sus conciudadanos y para que se hiciera visible la
humanidad de Dios. Francisco aprendió a
contemplar los seres vivos y las cosas de una forma sencilla y fraterna. Dejó de verlos desde el
ángulo de su valor comercial, como se hacía en su tiempo y se sigue haciendo
hoy, para considerarlos criaturas de Dios y, por lo tanto, dignos de interés
por sí mismos. Francisco cantó para mostrar a los hombres de su tiempo (y a los
de ahora) la importancia vital de los recursos de una tierra fraternal liberada del dominio del
dinero y de toda servidumbre.
La
actitud fraterna de Francisco ante los humanos y los demás seres de la naturaleza nace y se
fundamenta en una raíz y sensibilidad profundas, basadas en el conocimiento y valor que daba a todos
los componentes de la naturaleza para la vida (lo que hoy llamamos
biodiversidad), que le lleva a una comunión intensa con todos los seres vivos, comprendiendo que todos son
hermanos nacidos del mismo amor del Creador: “
Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual
nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y
hierbas. Y por el aire, las nubes y la calma”. Nada hay que iguale los recursos que la “madre tierra” ofrece y regala con
tanta abundancia. Sin embargo, el
depredador e insostenible sistema económico neoliberal dominante,
aquellos que tienen más recursos y poder económico y político, sus modos de
entender la economía, la actividad comercial y productiva, han originado un
deterioro de gran parte de los ecosistemas de la tierra, de la calidad de vida de centenares
de millones de personas, la acentuación de las desigualdades y la pobreza en el mundo. Hoy los grandes
problemas y desafíos a los que se enfrenta la humanidad son: El cambio
climático, la pérdida de biodiversidad, la desertificación, la pobreza y las
migraciones, problemas globales con grandes dimensiones ambientales, sociales,
económicas, distributivas y políticas como recoje la Encíclica
Laudatio del papa Francisco. La intensidad de las acciones humanas para el aprovechamiento sin límites
de los recursos de la tierra, que todo esté
al servicio del mercado, de las finanzas y del consumismo, tiene altos
costos medioambientales y
provocan el
gemido de la hermana tierra que se
une al gemido de los abandonados del mundo, con un camor que reclama otro rumbo
(Encíclica
Laudato), y está haciendo
que la tierra en la que vivimos se esté haciendo menos variada, rica y bella que
aquella salida de la mano del Creador y
en la que vivió San Francisco allá por el siglo XII.
En la actualidad puede constatarse que entre el hombre y la
naturaleza hay una relación de posesión, de dominio, más que de respeto y
cercanía La civilización del tener ha cambiado la cultura del ser y la misma
existencia humana. Nuestra relación con el mundo es de posesión y de propiedad
más que de empatía y de contemplación.
Por lo que Francisco nos exige, si queremos compartir fraternalmente con las
cosas y los seres de la creación, levantar la voz contra toda explotación que
destruya, dañe y empobrezca nuestro planeta y, a la vez, promover entre los hombres el estilo de
sobriedad y el progreso sostenible, indispensables para no empobrecer
irremediablemente nuestro planeta. San Francisco de Asís, ofrece el ejemplo de
un respeto autentico y pleno por la integridad de la creación, su legado consiste en enseñarnos que debemos repensar
nuestro lugar en el orden creado, de modo que el bienestar humano está integrado en el valor y necesidad de una naturaleza y medio ambiente saludables. Para él, era vital
entender la relación entre la humanidad y toda la creación.
Naturalistas,
conservacionistas, ecologistas cristianos y otros, ven en Francisco un modelo de
solidaridad con la naturaleza, un testigo de la fe que supo vivir con autenticidad la actitud cristiana de
acercamiento fraterno con todo lo creado, por ello, fue proclamado “patrono de los ecologistas” por Juan Pablo
II el 9 de noviembre de 1979. La figura de Francisco, para muchos, es el
precursor de una nueva democracia universal de tipo eco-socio-cósmica. Ejerció fascinación en los hombres de su tiempo y también en los hombres del pasado siglo y del actual, por su
modo de conocer, valorar y respetar todos los componentes de la
naturaleza, por transmitirnos la belleza que encierra el cosmos, por la práctica de una fraternidad universal y por su profunda espiritualidad. Hoy, en un
mundo depredador de los recursos de la
tierra, generador de peligrosos impactos ambientales y de acentuación de las
desigualdades, si se aprecia, acepta y valora el mensaje de Francisco,
parece imprescindible practicar una
cultura que cuide de la naturaleza y respete el medio ambiente, pues como
humanos somos parte de ellos.
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