domingo, 29 de noviembre de 2015

Medio ambiente

                 San Francisco de Asís, un modelo de solidaridad con                                                      la naturaleza y el medio ambiente





Francisco López Bermúdez
Facultad de Letras
Universidad de Murcia


           
La reciente encíclica Laudato SI del papa Francisco sobre el cuidado de la casa común (la Tierra en la que vivimos),  comienza con el Cantico a las Criaturas, la bella oración  de San Francisco calificada como la expresión más completa y lírica del alma y de la espiritualidad del autor. Algunos quizás vean en Francisco de Asís un romántico de la naturaleza, un sentimental que tenía una visión cándida del ambiente que le rodeaba, sin embargo, era  la búsqueda  y el compromiso por la armonía con la naturaleza y la fraternización universal  por lo que Francisco clamaba. En el Universo que nos envuelve con su majestuosidad y grandeza  y, en la naturaleza,  era    donde  Francisco encontraba  la sencillez, la  armonía, la perfección  y la belleza en su estado más puro.  Francisco  en su Cántico  puso de manifiesto una profunda reconciliación entre el cielo y la tierra, entre la vida y la muerte, entre el universo y Dios. Se trata del canto de un hombre que durante toda su vida luchó para lograr más fraternidad entre sus conciudadanos y para que se hiciera visible la humanidad de Dios. Francisco aprendió  a contemplar los seres vivos y las cosas de una forma  sencilla y fraterna. Dejó de verlos desde el ángulo de su valor comercial, como se hacía en su tiempo y se sigue haciendo hoy, para considerarlos criaturas de Dios y, por lo tanto, dignos de interés por sí mismos. Francisco cantó para mostrar a los hombres de su tiempo (y a los de ahora) la importancia vital de los recursos de una  tierra fraternal liberada del dominio del dinero y de toda servidumbre.
           
La actitud fraterna de Francisco ante los humanos  y los demás seres de la naturaleza nace y se fundamenta en una raíz y sensibilidad profundas, basadas  en el conocimiento y valor que daba a todos los componentes de la naturaleza para la vida (lo que hoy llamamos biodiversidad), que le lleva a una comunión intensa con todos los seres vivos,  comprendiendo que todos  son  hermanos nacidos del mismo amor del Creador: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas. Y por el aire, las nubes y la calma”. Nada hay que  iguale los recursos  que la “madre tierra” ofrece y regala con tanta abundancia. Sin embargo, el  depredador e insostenible sistema económico neoliberal dominante, aquellos que tienen más recursos y poder económico y político, sus modos de entender la economía, la actividad comercial y productiva, han originado un deterioro de gran parte de los ecosistemas de la  tierra, de la calidad de vida de centenares de millones de personas, la acentuación de las desigualdades  y la pobreza en el mundo. Hoy los grandes problemas y desafíos a los que se enfrenta la humanidad son: El cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la desertificación, la pobreza y las migraciones, problemas globales con grandes dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas como recoje la Encíclica Laudatio del papa Francisco.  La intensidad de las acciones  humanas para el aprovechamiento sin límites de los recursos de la tierra, que todo esté  al servicio del mercado, de las finanzas y del consumismo, tiene altos costos medioambientales y provocan el gemido de la hermana tierra que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un camor que reclama otro rumbo (Encíclica Laudato), y está haciendo que la tierra en la que vivimos se esté haciendo menos variada, rica y bella que aquella  salida de la mano del Creador y en la que vivió San Francisco allá por el siglo XII. 
           
En la actualidad  puede constatarse que entre el hombre y la naturaleza hay una relación de posesión, de dominio, más que de respeto y cercanía La civilización del tener ha cambiado la cultura del ser y la misma existencia humana. Nuestra relación con el mundo es de posesión y de propiedad más que de empatía  y de contemplación. Por lo que Francisco nos exige, si queremos compartir fraternalmente con las cosas y los seres de la creación, levantar la voz contra toda explotación que destruya, dañe y empobrezca nuestro planeta y, a la vez,  promover entre los hombres el estilo de sobriedad y el progreso sostenible, indispensables para no empobrecer irremediablemente nuestro planeta. San Francisco de Asís, ofrece el ejemplo de un respeto autentico y pleno por la integridad de la creación, su legado  consiste en enseñarnos que debemos repensar nuestro lugar en el orden creado, de modo que el bienestar humano está  integrado en el valor y necesidad  de una naturaleza y  medio ambiente saludables. Para él, era vital entender la relación entre la humanidad y toda la creación.
           
Naturalistas, conservacionistas, ecologistas cristianos y otros, ven en Francisco un modelo de solidaridad con la naturaleza, un testigo de la fe que supo  vivir con autenticidad la actitud cristiana de acercamiento fraterno con todo lo creado, por ello, fue proclamado  “patrono de los ecologistas” por Juan Pablo II el 9 de noviembre de 1979. La figura de Francisco, para muchos, es el precursor de una nueva democracia universal de tipo eco-socio-cósmica.  Ejerció fascinación en  los hombres de su tiempo y también en los hombres  del pasado siglo y del actual, por  su  modo de conocer, valorar y respetar todos los componentes de la naturaleza, por transmitirnos la belleza que encierra el cosmos, por  la práctica de una  fraternidad universal  y por su profunda espiritualidad. Hoy, en un mundo depredador de los  recursos de la tierra, generador de peligrosos impactos ambientales y de acentuación de las desigualdades, si se aprecia, acepta y valora el mensaje de Francisco, parece  imprescindible practicar una cultura que cuide de la naturaleza y respete el medio ambiente, pues como humanos somos parte de ellos. 



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