LA POBREZA
VII
2.- San
Francisco profundiza en la pobreza de Cristo fundado en la reflexión que hace
el NT sobre su vida y doctrina antes descrita. Por eso la experiencia de
Francisco abarca el Jesús histórico, el que convive con sus discípulos en
Palestina, y la revelación que componen los autores neotestamentarios desde su
condición de Hijo de Dios, encarnado, resucitado y perteneciente a la condición
divina y a la condición humana. El himno prepaulino de los Filipenses se divide en dos partes, la
relativa a su constitución humana: "... el cual
[Cristo Jesús], a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a
Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose
semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo
obediente hasta la muerte, una muerte en cruz+; y la
relativa a su constitución exaltada: *Por eso Dios
lo exaltó y le concedió un título superior a todo título, para que, ante el
título de Jesús, toda rodilla se doble, en el cielo, la tierra y el abismo; y
toda lengua confiese para gloria de Dios Padre: (Jesucristo es Señor!"[1].
La
preexistencia sitúa a Jesús en la gloria del poder y honor divinos. Desde dicha
altura recorre un camino de humillación que llega hasta lo más profundo: el
Calvario. Pablo lo afirma: "Pues
conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, por
vosotros se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza"[2]. El rico Jesucrito asume un modo de ser esclavo, se hace a
imagen y semejanza del hombre, lo que le obliga a despojarse de sí en su
relación histórica. Es un vaciarse de sí tan radical, y lleva consigo una
generosidad tan extrema que se coloca en el lugar más ignominioso que puede
sufrir un hombre, como es la muerte en la cruz.
Por
consiguiente, Jesús no sólo se se encarna para salvar al hombre, sino que lleva
a cabo esa redención desde la misma vida de los pobres. «Y cuando fuere necesario vayan
por limosna. Y no se avergüencen y más bien recuerden que nuestro Señor
Jesucristo, Hijo de Dios vivo omnipotente, puso su faz como roca durísima y no
se avergonzó; y fue pobre y huésped y vivió de limosna él y la bienaventurada
Virgen y sus discípulos» . Con más exactitud: «Y como peregrinos y extranjeros
en este siglo sirviendo al Señor en pobreza y humildad vayan por limosna
confiadamente, y no deben avergonzarse, porque el Señor se hizo pobre por
nosotros en este mundo. Esta es aquella eminencia de la altísima pobreza, que a
vosotros, carísimos hermanos míos, os ha constituido herederos y reyes del
reino de los cielos, os ha hecho pobres de cosas, os ha sublimado en virtudes.
Esta sea vuestra porción, que conduce a la tierra de los vivientes. A la cual,
amadísimos hermanos, adhiriéndoos totalmente, ninguna otra cosa por el nombre
de nuestro Señor Jesucristo jamás queráis tener debajo del cielo»[3].
La pobreza,
entonces, es una actitud global, como lo es el amor que identifica la vida de
Jesús de Nazaret. La pobreza no es una actitud ascética, o moral, o de
aplicación de la justicia social, o de imitación de la vida apostólica y de la
primera comunidad cristiana, que bien pronto cambió la radicalidad de Jesús[4].
Para Jesús, según lo vive e interpreta Francisco, la pobreza es una opción de vida del Verbo encarnado y
la une a su misión salvífica. Esta misión supone la entrega y obediencia a
la voluntad de Dios, que es una especie de atmósfera en la que respira
continuamente Jesús y el Poverello. Esto conlleva una kénosis personal para
dejar paso a la total disponibilidad para el Reino. Es el significado de
pobreza que al final da Francisco: Vivir sin propio[5].
El sin propio conduce a la paz, a la libertad y al respeto a la
creación, sin la manipulación que dimana del dominio, pues todas las cosas son propiedad
de Dios. El sin propio da también la posibilidad de favorecer la
fraternidad entre todas las criaturas. Y con una clara finalidad: Que toda la
creación desvele al Señor presente en la historia, y desde aquí le tribute el
honor, la gloria y la gracia debidas[6].
[1] Flp
2,6-11; cf. 1Tm 3,16
[3] Regla Bulada 6,2-6; Textos citados: 1Pe 2,11; 2Cor 8,9; Sant 2,5; Sal 141,6. Sacrum
Comercium, 2.4.31.
[4] Lc 12,22-31: «Dijo a sus discípulos: "Por
eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por
vuestro cuerpo, con qué os vestiréis: porque la vida vale más que el alimento y
el cuerpo más que el vestido; fijaos en los cuervos: ni siembran, ni cosechan;
no tienen bodega ni granero, pero Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis
vosotros que las aves! Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe,
añadir un codo a la medida de su vida? Si, pues, no sois capaces ni de lo más
pequeño, ¿por qué preocuparos de lo demás? Fijaos en los lirios, cómo ni hilan
ni tejen. Pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno
de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al
horno, Dios así la viste ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! Así, pues,
vosotros no andéis buscando qué comer ni qué beber, y no estéis inquietos. Que
por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya sabe vuestro Padre
que tenéis la necesidad de eso. Buscad más bien su Reino y esas cosas se os
darán por añadidura.»; corrección por la comunidad primitiva en Lc 22,35:
«[Jesús] les dijo: Cuando os envié sin
bolsa, sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo?" Ellos dijeron:
"Nada". Les dijo: "Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome, y
lo mismo alforja, y el que no tenga, que venda su manto y se compre una
espada»; cf. Mt 6,25s.28-30;
[5] Regla
no bulada, 1,1: «La regla y vida de
estos hermanos es ésta, a saber, vivir en obediencia, en castidad y sin propio,
y seguir la doctrina y las huellas de nuestro Señor Jesucristo»; Regla
Bulada 1,1: « La Regla y vida de los Frailes Menores es
ésta, a saber:
guardar el santo Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo, viviendo en obediencia, sin propio y en castidad».
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