VI
DE PASCUA (A)
«Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor»
Lectura del santo Evangelio según San
Juan 14,15-21.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: —Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre
que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la
verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en
cambio, lo conocéis porque vive con vosotros y está con vosotros.
No os dejaré desamparados, volveré.
Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis, y viviréis, porque
yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo
y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al
que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.
1.- Texto. Jesús reconoce que hay un mundo
adverso y cruel. Son las tinieblas que le han crucificado. Pero, a la vez,
existe una comunidad de discípulos que le han sido fieles. A ellos, y solamente
a ellos, van dirigidas las palabras de este párrafo evangélico de Juan. El
texto ofrece tres declaraciones importantes de Jesús en los momentos previos de
su partida a la gloria del Padre. La primera es la promesa de enviar a «otro
abogado», distinto a él, que cuidará de ellos a lo largo de la historia. Los
defenderá del mal que entraña la humanidad y la cultura que lo propaga. En la
segunda Jesús revela su unión con el Padre, pero añade que vendrá ese «abogado»
para que los discípulos se introduzcan en la corriente de amor que relaciona a
Jesús con Dios; una relación tipificada por la paternidad y filiación. Los
discípulos, como hermanos de Jesús, también experimentarán las relaciones
filiales con Dios, y viceversa: como hijos de Dios, sabrán lo que es la
fraternidad con Jesús. La tercera es amar a Jesús es cumplir sus mandamientos,
y cumplir sus mandamientos sólo es posible con la relación de amor que expresa
la filiación y la fraternidad.
2.- Mensaje. Jesús está reunido con sus discípulos; se dirige a su
comunidad. Ante su ida inminente, lo primero que les dice es que no se quedarán
solos. Les dará su Espíritu que los mantendrá unidos a él y los defenderá de
los enemigos de la libertad y del amor. Son las tinieblas del mundo. El Abogado
defensor es el «Espíritu de la verdad», pero no es la verdad que expresa la
identidad de una cosa, sino la relación de amor que origina la vida, la cuida y
la lleva a su plenitud. El Espíritu, pues, es la relación de amor que el Padre
y el Hijo mantiene unidos los discípulos con Jesús y Jesús con ellos. No
estarán, pues, solos ante el mal.— A continuación les dice Jesús que, para
mantenerse unidos al Padre y a él, necesitan cumplir sus mandamientos. Pero los
mandamientos no son un código de leyes. Ya lo había advertido Jesús en el
Evangelio de Marcos: Amar a Dios y amar al prójimo resume todas las normas que
regularizan las relaciones humanas y las relaciones con Dios (cf. Mc 12,18-34).
La fe y el amor, o «la fe que actúa en la caridad», como gusta decir a Pablo
(cf. Gál 5,6), es lo que hará que la comunidad o los discípulos permanezcan
unidos a Jesús y reciban la revelación del Padre.
3. La acción.- Decimos que es amor (1º) la
atracción mutua que el Señor ha puesto en nuestra naturaleza para que
permanezcamos y nos extendamos en la creación. Decimos que es amor humano (2º) la compensación física, psíquica y
espiritual que experimentamos para que se origine la vida y busque su plenitud
de ser. Decimos que es amor (3º) la entrega
sin necesidad de una compensación. Es el servicio gratuito y libre que
los creyentes ofrecen a los demás para que alcancen su dignidad humana, o
desarrollen la semilla de bondad que Dios ha sembrado en su corazón. Y dicho
servicio lo ha dibujado Jesús con su vida: «Porque el Hijo del hombre no ha
venido a esta vida a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por
muchos» (Mc 10,42); «No hay amor más grande que el que da la vida por sus
amigos» (Jn 15,13).
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