LA REVELACIÓN DE DIOS
EN SU HIJO JESÚS
III
Revelación como Deus-loquens
Marta
Garre Garre
Instituto Teológico OFM
Pontificia Universidad Antonianum
Como en el caso de la
autorrevelación de la conciencia humana, también ahora la automanifestación de
Dios se contempla desde su aspecto formal de acontecimiento.
El contenido de la manifestación es,
pues, la comunicación de la intimidad de
su conciencia divina, pues cuando una persona nos revela la interioridad de su
conciencia, nos está desvelando los secretos de su vida íntima. Y esto decíamos
que sólo puede hacerse desde una actitud libre y gratuita (a nadie se le puede
obligar a revelar su intimidad); es
además una donación que la persona hace de sí misma (y la donación de algo muy
preciado, como es su interioridad) y, si lo hace, es en virtud de una relación
de profunda confianza y amistad hacia la persona a quien se lo comunica.
Del mismo modo, en el caso de Dios,
puede explicarse así que la revelación es
una actitud de amor de Dios al hombre por la que le comunica de forma
absolutamente gratuita el secreto de su propia vida, de su intimidad
trinitaria, la donación incoada de sí mismo al hombre. Y por esto mismo, la
revelación divina es siempre un acontecimiento de gracia, porque cuando Dios se
automanifiesta al hombre le pone al descubierto lo íntimo de su conciencia
divina, su actitud personal para con él.
1.1. Revelación como encuentro interpersonal
Entendida de este modo, la revelación
tiene las características de un encuentro interpersonal, queda así explicado el
carácter dialogal de la revelación. El cual es posible, además, porque
previamente al concepto de revelación, hemos mostrado cómo el hombre es capaz
(posee las estructuras antropológicas correspondientes) de recibir en la
profundidad de su ser espiritual la autocomunicación personal en “la visión
cara a cara".
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Juan Alfaro |
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