Francisco
de Asís y su mensaje
XIII
El hombre imagen de Dios y de Cristo
b. La historia
pervertida

La doctrina y
experiencia de la creación y del ser humano que tiene Francisco nace del
contenido de la fe cristiana y de la fidelidad a la revelación que Jesús hace
de Dios, y de la experiencia negativa que sufre como persona y como ciudadano
de Asís. Porque Francisco ni es un iluso, ni un iluminado, ni un ingenuo sobre
quién es el hombre y las instituciones que amparan y fomentan la maldad que
origina las guerras y las divisiones humanas. Él lo vive en las relaciones que
establece el comercio de telas de su padre, en el prestigio social que da el
poder militar y en el dinero que sustenta el comercio y la milicia (cf. Test 2;
1Cel 1-15). Y, sobre todo, se enfrenta a lo que provocan las instituciones de
poder en la sociedad: las condiciones de miseria que viven tantas gentes
situadas al amparo de las murallas de las ciudades, o vagando por los caminos,
por culpa de las estructuras económicas, o las calamidades y penurias
producidas por las pestes y las malas cosechas; las instituciones religiosas
que no responden a los valores evangélicos para restituir la dignidad a los
pecadores, o a los indigentes que se acurrucan a las puertas de los
monasterios; en fin, el sufrimiento físico causado por las enfermedades, a lo
que se añade la marginación social que entrañan algunas de ellas, como los
leprosos, símbolo, a la vez, del pecado (cf. Lm 1,8).
1º El dinero

Francisco no pone en
cuestión las macroestructuras en las cuales se sustenta la sociedad. Dios ha
creado un mundo perfecto y como tal lo vive; por eso es intangible en su forma
religiosa, social y natural. Su visión de la naturaleza, de la historia y del
hombre así lo avala. El mal nace de las personas, que han dañado parte de la
creación, aunque no toda, por su pecado. Y el mal nace, siguiendo la tradición
bíblica, por la acción del diablo, símbolo del mal. Hay, pues, que extirpar el
pecado personal para devolverle a la creación y al hombre su belleza original,
y hay que luchar contra el poder diabólico que domina a los hombres y los
separa de Dios. Si esto es así, como trataremos después, también lo es el hecho
de que Francisco es consciente de las instituciones intermedias corrompidas que
provienen de una historia cultural errada. Y aquí interviene en la misma medida
que persigue el mal individual. Y lo hace desactivando su causa. Y la causa la
sitúa a nivel social en el poder, poder que se sustenta en la posesión de
bienes, o su símbolo, que es el dinero. Él lo sabe personalmente (cf. LM 1,1;
TC 2,3). Por eso se lo devuelve a su padre, junto a los vestidos, para
liberarse de la esclavitud que conlleva (cf. 1Cel 17; 2Cel 12; LM 2,3; TC
19-20; AP 8). La fraternidad que funda debe seguir a los discípulos de Jesús
cuando les manda predicar el Reino con un bastón y sandalias (cf. Mc 6,7-9par),
que es la perícopa que escucha en San Damián y que le impulsa al seguimiento de
Jesús y a la predicación (cf. 1Cel 22). La reglamentación que hace del uso del
dinero es severa. Para nada se use dinero, excepto para atender a los enfermos
(cf. RegNB 8,1-14), y más tarde también prohíbe esto, ya que los recursos
necesarios para socorrerlos lo deben aportar los bienhechores (cf. RegB 4,2-4).
Y la persona que ingrese a la Fraternidad debe distribuir sus bienes entre los
pobres (cf. RegNB 2,4; RegB 2,7-8; 2Cel 15).

Dejando al margen las
secuelas negativas que trae una prohibición tan tajante, sobre todo el no
tocarlo (cf. 2Cel 65-68), aparece en el lenguaje de Francisco su equiparación
al diablo, el gran oponente del Evangelio, porque supone la desconfianza en la
providencia divina, y porque es la raíz de la destrucción personal y colectiva.
La avaricia, (cf. 1Reg 8,1; Lc 12,15; 21,34), la riqueza que proviene de la
pobreza de muchos (cf. RegNB 8,12; 1Cel 9) y la violencia que engendra la
posesión de los bienes dando lugar al odio y a la muerte, son lo que lleva a
Francisco a abrazar la pobreza como la clave de liberación del mayor enemigo
del hombre (cf. 2Cel 55 72). Y adopta el vaciamiento de las cosas para
desactivar la potencia destructora de dos instituciones importantes en su vida,
como son el comercio, en el que colabora con su padre, y la guerra en la que
participa (cf. 2Cel 4; 1Cel 1-7; LM 1,1-4.7), en las que evita (Arezzo, 2Cel
108;
LP 108
; Siena, Flor 11; Gubbio, Flor 21; Perusa, 2Cel 37) y en la que fracasa en
su intento de pararla (Damieta, 2Cel 30; LM
11,3).
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