Domingo XVIII (A)
Evangelio
«Comieron todos
hasta quedar satisfechos»
Lectura del
santo Evangelio según San Mateo 14,13-21.
Jesús se marchó de allí en barca, a
solas, a un lugar desierto. Cuando la gente lo supo, lo siguió por tierra desde
los poblados. Al desembarcar vio Jesús una multitud, se compadeció de ella y
curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a
las aldeas y se compren comida». Jesús les replicó: «No hace falta que vayan,
dadles vosotros de comer». Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que
cinco panes y dos peces». Les dijo: «Traédmelos». Mandó a la gente que se
recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la
mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los
discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos y se
saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil
hombres, sin contar mujeres y niños.
1.- Texto y
contexto. Los
discípulos retornan de su misión de predicar el Reino y, después de contarle a Jesús
todo lo que han hecho, les invita a retirarse a un lugar apartado para
descansar (cf. Mc 1,35.45), porque es tanto el trabajo realizado que no han
tenido tiempo ni para comer (cf. Mc 3,20). Suben a una barca y se alejan de la
muchedumbre, como les ha pasado con anterioridad (cf. Mc 4,36). Sin embargo la
gente descubre su itinerario, y con otros que se les une en el camino, siguen a
Jesús. La situación indica que no atraviesan el lago, sino que navegan junto a
su costa. A continuación, Jesús se compadece de la gente que lo sigue. Contra la opinión de los discípulos de
despedir a la gente, Jesús les manda que les provean de comida con la intención
de mostrarles su impotencia y hacerles ver que no es solución que la misma
gente se pueda abastecer de comida. «Él les respondió: —Dadles vosotros de
comer». El tiempo, el lugar y la falta de recursos, pues un denario es lo que
gana un jornalero al día (cf. Mt 20,2), hacen imposible la compra. «Les
contestó: —¿Cuántos panes tenéis? Id a ver. Lo averiguaron y le dijeron: —Cinco
y dos peces». El pan de trigo o cebada (cf. Jn 6,9) es el alimento base de la
población pobre, y el pescado es lo que se añade, lógicamente, en las riberas
del lago. Todo esto crea y prepara la situación para el milagro.
2.- Mensaje. Mandó a la gente que se recostara en la hierba». Es una imagen festiva, como la
del banquete de los tiempos mesiánicos en el que el pueblo disfrutará la
salvación definitiva adornada con toda clase de bienes con un ambiente de
libertad. La multitud no es una masa anónima; son personas elegidas y queridas
por Dios, que se reúnen espontáneamente alrededor de Jesús para aprender y para
compartir la vida simbolizada en la comida y expresada en el sentido de
pertenencia a un mismo pueblo. Por esto se agrupan formando corros. El verdor del
suelo indica que es primavera y signo de esperanza y abundancia. Los gestos y
palabras de Jesús evocan el rito que el padre de familia hace mientras parte el
pan en la comida. Es una oración en la que se suele incluir la acción de
gracias, la bendición y la alabanza, en las que actúa la relación de Dios a los
hombres y de los hombres a Dios a partir y con ocasión de las cosas y acciones
que mantienen y defienden la vida humana. El pan suele tener la amplitud de un
plato y el primer trozo se lo come quien lo bendice y lo distribuye, pero en
este caso, ante la cantidad de personas, no da Jesús los pedazos directamente a
la gente, sino que se los entrega a los discípulos para que los repartan y se
los coman. «Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras». Este dato señala la magnitud
del milagro y lo que es más importante: la participación en la mesa de Jesús de
toda clase de gente; todo el mundo tiene cabida, sea de la condición que fuere.
Es la dimensión universal del Dios del Reino en la que a todos se les ofrece la
enseñanza y el pan, es decir, la vida. La comida, como ofrenda de Dios,
fundamenta la comunión entre los humanos, porque hace posible la amistad
(Gén 43,25-34), la hospitalidad (Jue 19,20-21) y el perdón (2Sam 9,7). La potencia
de Dios cubre las necesidades del hombre cuando la creación y el trabajo no dan
para comer, pero con una misma perspectiva: la comida es siempre un don, que
sobreabundará en el banquete del Reino de los cielos.
3.- Acción. Los cristianos debemos seguir
luchando para que todo el mundo tenga lo que hace posible la vida humana en su
primera etapa: comida, bebida, educación y sanidad. Para ello necesitamos
reconocer que existen pueblos que carecen de ello, después que nazca el
sentimiento de compasión, como Jesús, y a continuación la entrega personal y de
los bienes , o se ponga en vía de solución. Pero también las gentes necesitan
de la justicia, la libertad y, sobre todo, de quien hace posible que sintamos a
los pobres como hermanos, con la misma dignidad que la nuestra. Por ello,
necesitamos anhelar a Dios, sentir hambre de Él, como los hebreos que iban
detrás de Jesús olvidándose de lo mas imprescindible, hasta que logremos decir,
como Pablo: «¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?,
¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, […]
en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro
de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente
ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura
alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor
nuestro».
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