lunes, 28 de julio de 2014

Sobre Dios Padre y ;Madre (II)

       SOBRE DIOS PADRE

                           II


                                                           Xabier Pikaza

              Una experiencia central

Abba no es una palabra técnica, propia de discusiones eruditas, sino la más sencilla de todas las que existen, una palabra casi onomatopéyica, que el niño pronuncia y comprende en el mismo principio de su vida, al referirse cariñosamente al padre (abba), en unión (a partir) de la madre (imma) como primera de todas las experiencias que son, al mismo tiempo, profanas y sagradas. No es palabra aislada, que se entiende por sí misma, sino que forma parte de una relación doble: Imma-Abba, Madre-Padre. Es una palabra de encuentro personal, de intimidad profunda, siendo, al mismo tiempo, una palabra social, pues vincula a cada hijo con todos los restantes hijos de Dios Padre, especialmente con los pobres y expulsados de la sociedad.

‒ Una palabra, tres palabras. Por eso, tomada en sí misma, esa palabra alude a un Padre que no solamente incluye elementos de Madre (es padre materno, padre tierno), sino que sigue teniendo a su lado a la madre, de la que depende (la Madre es la que sigue haciendo que el hijo diga Padre), y sigue siempre acogiendo a los restantes hijos, especialmente a los pobres. Por eso, siendo palabra de la más fuerte intimida, es principio y exigencia de justicia.

‒ Dios trascendente, Dios Yahvé… presencia familiar. No basta, por tanto, que el padre sea cariñoso y paterno, sino que siga teniendo a su lado una madre, pues Abba (Padre) ofrece una experiencia relacional y sólo tiene sentido dentro de la relación de la Madre (Imma) con el Hijo (Ben, Bar). No basta tampoco que sea paterno y materno, si no lleva en sí una fuerte exigencia de justicia, de transformación social, desde el evangelio.

Ciertos discursos dogmáticos (ontológicos) cristianos han olvidado esas referencias y han secado el evangelio, como si sólo se pudiera hablar de Padre e Hijo en perspectiva patriarcalista (Padre-Dios patriarca da poder al Hijo-Dios, también patriarca), borrando a la Madre o identificándola de una forma difusa con el Espíritu Santo, en una línea que parece implícitamente aceptada por los grandes concilios (de Nicea a Calcedonia: 325 y 451 d.C.). Han olvidado que el Padre y la Madre, que son un solo Dios, se encuentran vinculados de un modo especial con todos los hijos, en especial con los más pobres.


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